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On / Off

Antonio Felipe Rubio
Periodista

Tengo en la cocina un magnifico horno-grill de marca Fagor modelo “Elegance” con unos botones de activación “On-Off”. La vitro Fagor indica que es “Touch Control”. Igualmente, mi ventilador Orbegozo exhibe unas teclas “Power level” para modular un generoso caudal de aire. Estos magníficos electrodomésticos son españoles; para más señas, vascos. Y, salvo error u omisión, no creo que estas leyendas en idioma anglosajón hayan supuesto afrenta a la preservación de la lengua patria o sentimiento nacionalista mancillado alguno.

Cuando se trata de vender un producto en el mercado generalista se adoptan los procedimientos de mercadotecnia global. Otra cosa es aprovechar escaparates y oportunidades de gran audiencia para exhibir mercaderías residuales.

Gaizka Garitano
(Foto: Noticias de Guipuzcoa)
El negocio del fútbol ha adoptado como fuente de dividendos complementarios -nunca tienen bastante- el papel de ejemplar moralizador en aspectos de racismo, género, identidad, superación, eliminación de barreras… en fin, un compendio de valores y virtudes que solapen y desvíen la atención de lo que en realidad es: un negocio que se sustenta en la rivalidad llevada al extremo del culto a la deidad de los colores. El verdadero consumidor que interesa al negocio del fútbol es el más sectario e irreductible. La generación de ídolos y leyendas es directamente proporcional al número de “aficionados” que compran, compran y compran. Compran tiempo, pasiones, emociones… y camisetas, y afeitadoras, y coches… y también irracionalidad.

Lo que promueve el fútbol sólo es patrimonio del fútbol. Recuerden ese sentimiento patrio enarbolando la Bandera Nacional en el Mundial de Sudáfrica. Pasó la fiebre, y cada uno a sus respectivas miserias. Y volvieron a aparecer “Presoak etxera” o “Catalonia is not Spain” como eslóganes para la multivisión y orgullo de las virtudes ejemplarizantes del “Deporte Rey”.

El espectáculo de la frustrada rueda de prensa en Almería es un botón de muestra del sectarismo que invade el mundo del fútbol, llegando al nivel de insoportable impregnación que alienta una absurda contienda trufada de humillaciones, irrespetuosos, catetos, inferiores, lerdos, indocumentados... o sea, todo con mucha deportividad.

El tal Garitano fue un maleducado al actuar con chulería ante una incorrección que corrigió -a destiempo- el secretario del Club; pero prefirió un airado desplante para cebar la polémica. Si la costumbre o protocolo “no escrito” es la de expresarse en la lengua del visitante al principio de la comparecencia, pues hay que decirlo como exordio obligado (por muy cotidiano, en el avión siempre explican lo del cinturón y el chaleco). Además, en Almería (Comunidad Autónoma de Andalucía) no hay lengua cooficial, y si la costumbre “no escrita” pudiese generar algún tipo de suspicacias, pues “se escribe” que se habla en castellano que sí es la lengua única y oficial en Almería. Y si hay extranjeros, se traduce sin problemas.

Garitano bien sabía lo que se hacía convirtiéndose en víctima de una presunta afrenta a una seña de identidad que se ha utilizado con pretendida vileza como arma política.

Lamento que se hayan proferido descalificaciones e insultos hacia los compañeros, licenciados o no; asociados o no; colegiados o no. Ellos han sido víctimas de la instrumentalización de la que se tiene que servir el espectáculo mediático del fútbol a falta de otros argumentos más sustanciales que es incapaz de generar.

Hay que poner la mente en “On” y pasar a “Off” el comportamiento tribual. Las insidiosas miradas amenazantes son propias de animales en celo o desafío. Las palabras, bien expresadas en cualquier idioma, es el racional gesto que distingue al Hombre de las bestias.