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Arenas ¡vive!

Javier Salvador
Periodista / Teleprensa

El Partido Popular se enfrenta a una sobredosis de su propia medicina, esa que ha administrado a todos los españoles diciendo que todo va bien cuando nadie lo ve; que se genera empleo, cuando el que no emigra apenas consigue un contrato de tres meses para vigilar un carril bici o de un par de semanas en un bar, la nueva industria emergente.

Así las cosas María Dolores de Cospedal va a tener que tragar con un Javier Arenas que, en vez de esconder la cabeza como los avestruces, saca pecho y la culpa a ella de esa manera de dirigir el partido que le ha llevado a la debacle en Andalucía. Sí, como lo oyen, el problema no es que pusiesen a un candidato que no significase cambio alguno, la apuesta personal de Rajoy y Sáez de Santamaría para hacerle ese último favor a un Arenas que parece haber encontrado en la teoría de los despidos en diferido de la propia Cospedal la vía de escape para que no le den la patada.

Javier Arenas
Todo esta parafernalia que ven ahora de dos bandos, uno de Cospedal y otro de Arenas, no es más que el intento del lince andaluz de sobrevivir al mordisco de la víbora manchega, organizando un ataque basado en algo que el PP sabe hacer muy bien, es decir, inventar una realidad propia y repetirla constantemente hasta creer en ella. Tarde o temprano hay gente que se suma a eso de creer, porque si el río suena... Y claro, cuando uno cree y otro no, el de enmedio termina afectado de algo que se llama el síndrome de la duda razonable.

Ahora bien, ¿tiene Javier Arenas apoyos? Pues no. En Madrid no le queda nada, porque los de su camarilla son precisamente los menos mencionables ahora, como Bárcenas, Sepúlveda y algunos otros relacionados con la Gürtel, los sobresueldos y todas esas cosas “que los medios de comunicación han inventado para intentar hundir al PP”, teoría que es otra de esas verdades inventadas que el PP repite una y otra vez para ver si alguien se apiada de ellos, cree en su veracidad y empiezan a sembrar la semilla de la duda razonable.

El problema de esta guerra entre Cospedal y Arenas es el descrédito de Mariano Rajoy, a quien ya hace tiempo que se le compara con José Luis Rodríguez Zapatero por aquello de la ingenuidad y la poca capacidad que demostró en determinadas ocasiones para tomar el toro por los cuernos, más o menos lo mismo que Rajoy y su partido, con la particularidad de que en el PP los cuernos tienen el efecto Hidra de la mitología griega, es decir, que cada vez que le cortan uno aparece una docena más.

Rajoy tiene que asumir que no va a ser el presidente del Partido Popular que remonte esta crisis y que es muy difícil que siendo él candidato a la presidencia del Gobierno consiga frenar el desplome que va a sufrir el 24 de mayo. Y claro, hablamos del día en el que se deciden Ayuntamientos y Diputaciones, pero también todas las comunidades autónomas, excepto Andalucía, donde ya se ha estrellado; País Vasco, en el que no rasca bola; Catalunya, donde no son precisamente muy queridos, y Galicia, donde gobierna el que podría ser, según muchos, su sustituto en Madrid siempre y cuando gane la guerra interna Arenas y Sáenz de Santamaría, que son las oponentes de Cospedal y los suyos.

Dejando guerras de guerrillas de un lado, si realmente quieren hacer autocrítica en el Partido Popular, tienen una oportunidad única en la Junta Directiva Nacional, una reunión que por sí sola cuesta un dineral. Una vez que los tengan delante Rajoy puede mirarles  a las caras y preguntarles sin tapujos "a qué cojones os dedicáis". Un partido puede perder votos por una crisis, pero no en una situación que, según ellos, es de recuperación.

Si nos atenemos a los hechos, pierden más votos que el PSOE en plena caída paralela al desplome de la economía, pero claro, se supone que la economía va mejor y ellos pierden, lo que quiere decir que el problema es de raíz y no superficial. Pero ya saben aquello de que no hay peor ciego que aquel que, además, no quiere oír.