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Vox, la candidata Olona y la violencia machista

Pedro Manuel de la Cruz
Director de La Voz de Almería

27 de mayo: Mata a su mujer en Tíjola y se entrega en la policía local de Vera. 31 de mayo: La mujer asesinada en Tíjola murió golpeada y asfixiada de madrugada. 3 de junio: Condenado por abusar de una niña de 13 años, que quedó embarazada. 4 de junio: Un anciano de 83 años acuchilla a su mujer en Almería.  

En una semana y un día este periódico publicaba los titulares que acaban de leer. Un asesinato, un intento de asesinato y una condena por violación a una menor. Tres mujeres víctimas de violencia machista. Fin de la cita con la realidad. 

Una realidad que algunos sectores quieren matizar bajo el paraguas de violencia intrafamiliar. Macarena Olona, la candidata de Voz a la Junta, lo hizo en el debate electoral del lunes en RTVE y lo volverá a hacer mañana en el de Canal Sur. Los hechos no importan; lo importante es el relato que construyamos acomodándolos a nuestros intereses.  

Desde 2003, fecha en que se formalizaron en un registro oficial los casos de violencia machista 37 mujeres han sido asesinadas por sus parejas en Almería. 37 víctimas en 19 años. En la actualidad, es decir, hoy (sí, hoy mismo) 2.515 almerienses están protegidas bajo el paraguas del programa Viogen para preservarlas del riesgo cierto de ser agredidas, violadas o asesinadas por su pareja. Hasta aquí los datos de Almería.   

Si ampliamos el foco de análisis, en España y desde ese mismo año de 2003, 1.148 mujeres han sido asesinadas. Las cifras son frías, pero la tragedia, la inmensa desolación, el inabarcable dolor que provocaron cada una de esas víctimas es un océano interminable de devastación emocional sin remedio ni consuelo.  

Por eso me sorprende que algunos de los que, con toda la razón, reivindican que se aplique sobre sus asesinos la Ley antiterrorista, se opongan con vehemencia airada y sin razones a que los agresores de mujeres sean contemplados desde el Código Penal bajo la legislación contra la violencia machista.  

El impulso que activa en un terrorista la decisión de asesinar a un servidor del estado, a un ciudadano que pasaba por el lugar donde han colocado la bomba o a una niña mientras juega en la calle en el patio de un cuartel es el mismo que el que mueve la decisión de un maltratador cuando acuchilla o dispara a su pareja, asesina a los hijos para romper el corazón a la madre que los parió o cuando acaba con una y con otros. Detrás de cada una de esas opciones había- en el caso del terrorismo y en la violencia machista- el mismo componente de odio, cobardía y convicción de superioridad sobre las víctimas.   

El terrorista mata cobijando su acción criminal en una enloquecida ensoñación ideológica. El hombre que mata a su pareja se atrinchera en la milenaria tradición machista de su superioridad sobre la mujer y su sentimiento prehistórico de pertenencia, expresada en la obscenidad recurrente del “la maté porque era mía”.  

Y es ahora, cuando acabo de escribir esas últimas cinco palabras, cuando me alcanza a la memoria una canción que seguro que la mayoría de los lectores la han escuchado. La cantaba Joan Báez, y es “El preso número nueve”. En su letra se narra la madrugada en el corredor de la muerte de un condenado porque “mató a su mujer y a un amigo desleal” y, en su confesión, el asesino dice al sacerdote “Los maté, si señor, y si vuelvo a nacer, yo los vuelvo a matar”.  

Esa canción sonó durante años en todas las emisoras del mundo civilizado sin pudor y formó parte de la memoria musical de millones dl personas. Lo que produce escalofríos es pensar que, cada vez que sonaba en la radio o era cantada por las calles y en los patios (en aquellos años se cantaba en las calles y en los patios, ya no, mala cosa), en aquellos años, digo, cuando se escuchaba esta canción y tantas otras del mismo tenor y terror, a lo que estábamos contribuyendo era a la normalización y, a veces, como en esta letra, al ensalzamiento de esas actitudes criminales.  

Como canta Maria Dolores Pradera, “¡cómo han pasado los años, cómo cambiaron las cosas!”. Hoy sería impensable este alegato justificador del asesinato de una mujer por su pareja. Nadie lo justifica. Pero sí son muchos los que intentan esconder su componente de violencia machista bajo el genérico cínico de violencia intrafamiliar, una forma obscena de aminorar las consecuencias y la percepción de la violencia de género.  

Las palabras nunca son inocentes. Y eso lo sabe la candidata Olona y quienes se parapetan en su detestable argumentario.  

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