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El piconero

Manuel Enríquez Becerra
Radiofonista

En su niñez fue familia de piconero. Nada de deshonra, porque hacer picón en los tiempos que no había estufas para calentarse de los fríos de  las noches de invierno era un trabajo digno de buscarse la vida para que los habitantes del pueblo se calentasen con las brasas del ramón que descuartizaban de los olivares cuando ya eran recogido sus frutos y se limpiaban los árboles para que al año que viene pudiesen dar nuevo fruto.

Era un piconero sin cultura, ya que no podía estudiar por no tener medios económicos para ello, en los años 70, y ayudaba a sus padres en la tarea del picón. Era retraído y casi sin amigos. Nunca pisaba la Iglesia, ni tan siquiera para ir a la misa obligatoria de los domingos. Pero se dio a conocer con un cura, que le dio por aquél piconero más que por los que íbamos a misa y nos inclinábamos por las cosas de Dios. Tenía predilección por él. Tanto fue así que el piconero ingresó por medio de aquel cura en el seminario. Él, que nunca había tenido contacto con la Iglesia, cosa bastante curiosa.

Según cuenta mi madre, el piconero pasaba por nuestra puerta y no decía nunca buenos días, ni buenas tardes, e incluso estando ya en el seminario. Pero dónde me dejan ustedes al piconero, las cosas de la jerarquía de la Iglesia, que el piconero llegan a decir que lo van a ordenar sacerdote. Tanto es así que el piconero lleva una parroquia. Además, da clases de religión y cobra un buen sueldo, como todos los sacerdotes que dan clase de religión. Un joven que nunca pisó la iglesia y el piconero está enriquecido. Y además, la jerarquía eclesiástica lo tiene como una reliquia, y lo nombra sacerdote para las vocaciones. Y el piconero predica en las hermandades y le dan sus buenos sobres cerrados como especie de limosna. Y de piconero le llaman don. Porque aquel sacerdote que un día le dio por él lo encumbró.

Pero yo quiero mejor la humildad y quiero ser mejor piconero que encumbrarme, porque los pedigüeños de su parroquia, que tiene en la entrada, hablan muy mal de él. No les ayuda ni con un bocadillo, según los pobres. Y es que ya no se acuerda de cuando era piconero. Porque los seres humanos, en cuanto nos encumbramos, perdemos la memoria desgraciadamente, y ya dejamos hasta de dejar de dar gracias a Dios. Ya somos ricos, y ese don que nos ha dado Dios de riqueza y nos quitó el de piconero no somos capaces de agradecérselo, porque aquello fue una cosa ficticia. Y ahora el piconero hace viajes a Rusia y a conocer el mundo. Pero el piconero, que disfrute. Creo que debe de disfrutar, porque llegará el día en que también, como todos, vuelva a convertirse en picón, y después en ceniza. Piconero, dale gracias a Dios, porque conmigo sé de sobra que no quieres nada, nunca lo has querido, y, por supuesto, desde esta misiva, tampoco lo vas a querer. Porque no vaya a ser que mi sello de la vida, que tú llevas oculto, y yo a voz en grito, porque ese me lo ha dado Dios y lo llevo a orgullo, te lo puedan comparar conmigo. Piconero, dale gracias a Dios y a La Santísima Virgen por haber conocido a quién te encumbró.

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