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Se les ha ido de las manos

Fausto Romero-Miura Giménez
Abogado

Desde el primer momento los grandes partidos estatales fueron conscientes de que el Estado de las Autonomías que habían creado –pero no concluido: el Título VIII de la Constitución es un ejemplo emblemático de opera aperta, caso único en el mundo de descoyuntar artificialmente, frankesteinizándolo, un Estado en 17 porciones, de las que sólo en 3 había espíritu nacionalista- se les estaba yendo de las manos, con una desquiciada y desquiciante Ley Electoral –además- y había que pintarle rayas al campo de juego. Lo que tenía como finalidad resolver el “problema catalán” y dar un margen grande de autonomía al País Vasco –la Constitución habla de nacionalidades y regiones, conceptos, pues, distintos- se podía despendolar. Manuel Clavero –que el 12 de junio de 1979 nos advirtió a los ocho portavoces municipales de UCD de que España no podía soportar 17 Autonomías- tiene escrito: "Celebrado el referéndum del País Vasco y de Cataluña…, había llegado el momento de frenar las autonomías con un concepto más provincialista que autonomista, estimulando el robustecimiento de las provincias y Diputaciones… Me parecía bien la racionalización de las autonomías…” Y, ya en 1979, abundaron en ello Felipe González (editoriales de El País, 10 y 16 de noviembre) y Alfonso Guerra: "El Gobierno, en una primera etapa, generalizó las autonomías, creó problemas artificiales con el fin de bajar el nivel de las pretensiones de vascos y catalanes. Este carnaval de las autonomías, como se ha visto, era válido a corto plazo, pero nunca a medio y largo plazo. Este carnaval se ha cerrado con la cuaresma de las autonomías. Se ha generado un problema serio, y hay que resolverlo". Y el 18 de febrero de 1981, en su discurso de investidura, Leopoldo Calvo Sotelo ya anunció la necesidad de armonizar el proceso autonómico, y avanzó la LOAPA, que, un año más tarde, firmarían UCD y PSOE, y el T. C. declararía inconstitucional.

Fracasó el buen sentido, y se abrió la barra libre con café para todos, en palabras del mismo, aciago y converso Clavero. Y, claro, todos –incluidos los no amantes del café- se cafeinaron -“y yo, no menos que tú”- y así hemos llegado al caos a que hemos llegado: de los 600.000 funcionarios de 1977 –amanuenses, sin informática, para 37.000.000 de habitantes- hemos pasado a 3.500.000, 600.000 de ellos en Andalucía, para 46.000.000 de habitantes, con todo informatizado; y no para hacer cosas distintas, sino la misma para el Ayuntamiento, la Diputación, la Autonomía y el Estado; 6.536 empresas y entes públicos, de los que el 94% corresponde a las autonomías, que gastan el 55% del presupuesto: teniendo en cuenta que la Seguridad Social se lleva el 30%, el Estado –digamos, nuclear- sólo puede disponer del 15% en beneficio de todos los españoles. Es lo que queda de Estado: el 15%. Y multipliquemos todo por 17: Defensores de cada pueblo, Parlamentos, Gobiernos, Agencias de publicidad televisiva (Televisiones autonómicas)… Y sin límite: asesores, enchufados, contratados, estómagos agradecidos… Y sin que nadie lo controle ni les pida cuentas: los políticos actúan con el convencimiento de su total impunidad: son omnipotentes.

Y, ¿lo más grave? Que nuestro destino está en sus manos y no en las nuestras. ¿Por qué no reaccionamos y lo recuperamos? La locura idiota de los pinganillos del Senado deben abrirnos los ojos. ¡Si somos un buen pueblo…! ¿Por qué dejarnos avasallar por los malos, los peores, señores?
(La Voz de Almería)

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