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Excelencia en la UAL

Pedro Mena Enciso
Profesor de Historia

Es cierto que la Universidad de Almería se va consolidando, creciendo tanto en cantidad como en calidad, pero no puede descuidarse pues ha de estar siempre alerta, atenta a las exigencias sociales y mimar su imagen y prestigio. No podemos olvidar que la Universidad significa especialización, enseñanza superior y no sólo desde el punto de vista técnico, académico o pedagógico sino también desde el puramente educativo. Sabemos que el Equipo de Gobierno está preocupado por este tema y así lo ha manifestado el propio Rector cuyos objetivos van dirigidos a formar personas íntegras que profundicen en los valores democráticos y sepan transmitirlos. Efectivamente, un universitario tiene que aportar conocimientos, savia nueva a la sociedad, aunque eso sólo es posible si se cuenta con unos buenos profesores, que más allá de la mera información, fomenten el espíritu crítico y hagan de la investigación su bandera. Tenemos que huir de la mediocridad para convertir el saber en sabiduría y en esto consiste la excelencia universitaria, como decía Platón: “Despertar los conocimientos dormidos en el alma”. Enseñar es educar e investigar a la vez. Un titulado superior lo tiene que demostrar porque su valía, sus éxitos y triunfos en la vida lo serán también de la Universidad que lo formó. En este sentido hago referencia al prestigio que se completa con la buena educación, con la observación de unas mínimas normas de decoro tanto en el vocabulario como en el aspecto interno y externo de cualquier alumno del Campus. En esto se basa también la excelencia, se trata de no caer en la vulgaridad, de apreciarse a uno mismo y a los demás, de tener en cuenta nuestra propia dignidad y respetar siempre el entorno en que nos encontramos.

Pienso que la comunidad universitaria se tiene que distinguir no sólo por el fondo sino también por la forma porque todo es importante y por eso nos llamamos animales racionales ya que, como decía el gran columnista Manuel Alcántara “ Las formas son lo que más nos diferencian de nuestros antepasados de Atapuerca”. Así pues, docencia y decencia son términos indisolubles, por tanto, tienen que ir siempre unidos.
Por otra parte, me gustaría hacer una última reflexión: como educador, mi trabajo consiste en formar personas ¡Qué responsabilidad tan grande, casi utópica! Muchas veces, tal vez debido a la masificación, el sistema educativo en vez de formar puede deformar porque corre el riesgo de confundir a los estudiantes con máquinas convirtiéndolos en seres anónimos y la Universidad tiene que intentar huir de la despersonalización cuidando a los discípulos, tratándolos, fomentando las tutorías pues “el cliente universitario” es un ser humano con sus problemas y necesidades. Hay alumnos que no saben ni cómo se llama su profesor y profesores casi autistas con los estudiantes. La intercomunicación, el diálogo es otra característica del animal racional y base de las relaciones sociales en el mundo de hoy. Hemos de procurar, en este sentido, no contentarnos sólo con cumplir el expediente limitándonos estrictamente a lo que se nos exige legalmente porque la labor de cualquier docente va mucho más lejos y el que no lo entienda así deberá encaminar sus esfuerzos en otra dirección.

Después de estas consideraciones, creo que no sería justo dejar de reconocer la labor de muchos profesionales que prestan sus servicios en la UAL, a los que deseo infundirles ánimo para que no decaigan y multipliquen sus esfuerzos en pro de la sociedad almeriense. El trabajo de los profesores debe ser reconocido y valorado siempre por los ciudadanos pero también tenemos que ser exigentes y, sin demagogias, hacer una crítica constructiva para mejorar la calidad de la enseñanza.
             GAUDEAMUS, IGITUR, IUVENES DUM SUMUS...

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