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Si no fuese porque dan miedo

Antonio Felipe Rubio
Periodista

Jamás pude adivinar la zafiedad que incorporaba el discurso de los nuevos tiempos con el que algunos partidos emergentes intentaron ilusionar a las masas para, como cualquier otra ideología totalitaria, descubrir enseguida la vacuidad perniciosa del mensaje que aglutina a una casta (castuza) hacia a una finalidad tan prosaica, traicionera y contraria a sus postulados iniciales: hacen lo mismo que los demás, con mayor deterioro general y descarado desparpajo ante la corrupción propia. Y su limitada filosofía es que que el Sol sale todas las mañanas para todos; pero viene la derecha y el liberalismo, y te lo nubla.

Amancio Ortega

La impostura de esa zafiedad alcanza niveles estratosféricos con reacciones tan incompresibles como las reiteradas críticas hacia empresarios de éxito que se han prodigado en esfuerzo, innovación, internacionalización, prestigio… y puestos de trabajo, pago de impuestos, inversiones y, en general, indudable generación de riqueza.

En Almería, la donación de Amancio Ortega es de tres unidades avanzadas de radioterapia que alcanzan una inversión superior a los cuatro millones de euros

Amancio Ortega (Inditex) ha sido de nuevo diana de las críticas de estos envidiosos irredentos que se atomizan en federaciones de asociaciones para denostar la donación de 320 millones de euros para la sanidad pública consistente en la entrega de decenas de aceleradores lineales de alta generación para un mejor y certero tratamiento del cáncer. En Almería, la donación es de tres unidades avanzadas de radioterapia que alcanzan una inversión superior a los cuatro millones de euros. En Andalucía, el SAS recibirá equipamiento por importe de cuarenta millones de euros.

Podemos, Esquerra (Rufián con chaqueta de Zara en la entrevista con Risto Mejide) y otros adminículos de los nuevos tiempos plantean la donación de Amancio Ortega como una limosna insultante para el Estado que, según estos semovientes, tiene suficientes recursos para realizar una sanidad adecuada con los impuestos que se recaudan. Y añaden, “lo que hay que hacer es obligar a pagar más impuestos a Amancio Ortega (…) y así lograremos, con mayores impuestos a los que más tienen mejor sanidad pública y… bla, bla, bla”. Magnífico discurso para desertificar productivas iniciativas empresariales que -ahora, no sé después- contribuyen en territorio nacional. Ya saben, Hugo Chávez ensalzando la sanidad venezolana, y tratándose en la “boyante, revolucionaria y avanzada sanidad cubana”.

La Junta de Andalucía presenta nuevos formularios para solicitar plaza en el segundo ciclo de Educación Infantil y, donde pedía el nombre de los padres, ahora pone “nombre de la persona guardadora”

La instilación de esta toxicidad social es contagiosa. Como todo movimiento totalitario, precisa de simbología identitaria. La estigmatización mediante la simbología se extiende en la perversión del lenguaje, historia y costumbres hasta llegar a la perplejidad y el histrión. Basten algunos ejemplos de esta misma semana:

-Para afrontar problemas tan serios como la amenaza terrorista en base y radicalidad islamista contamos con colegas periodistas de marcado sesgo progresista tal que afirmar sobre la carnicería en Londres que “la Policía había asesinado a los terroristas”. Ana Pastor (La Sexta) dixit.
  
-La Junta de Andalucía presenta nuevos formularios para solicitar plaza en el segundo ciclo de Educación Infantil y, donde pedía el nombre de los padres, ahora pone “nombre de la persona guardadora”; y aclara (datos de las personas que ostentan la guarda y custodia del alumno). O sea, ya no hay padres de alumnos, hay guardadores de niños, niñas y niñes. En clara contradicción de esta izquierda ideológica, hace unos días Irene Montero (Podemos) afeaba a Toni Cantó (C´s) por hablar de “guarderías y no, como es lo correcto, de escuelas infantiles”.

-La meona de la Gran Vía (una tipa se despatarró meándose en el centro de Murcia, y terminó como cargo de confianza en el Ayuntamiento de Barcelona) en Madrid, el partido de esta meona urbana prohíbe el despatarre a los machistas huevones que dejan correr el aire por la entrepierna al sentarse en el transporte púbico; perdón, público. Si no fuese porque dan miedo, es para mearse.