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Qué se celebra, que me opongo

Antonio Felipe Rubio
Periodista

Con motivo del XL aniversario de las primeras elecciones democráticas, todos los de cierta edad hicimos recordatorio de esos vertiginosos momentos que daban paso a algo que la perversión del lenguaje intentó normalizar en el seno de una dictadura. Y es que Franco, como cualquier dictadura de derechas o de izquierdas, frivolizó con la democracia asignándole el apellido de orgánica. Es decir, sistémica; o estás en este modelo de democracia orgánica o ya sabes que puedes tener problemas de convivencia. Algo parecido a la dictadura del proletariado; otro sistema de dictadura con diversos y variados paralelismos con la dictadura de derechas liberticida. Es curioso que los comunistas añoren a los dictadores más fascistas arrogándose la dictadura, aunque maticen del pueblo/proletariado.

Han pasado 40 años...

La democracia orgánica, por aquello de dar la sensación de otorgar al pueblo un atisbo de libertad, era una dictadura con falsas pretensiones que, como me explicó con atinada y certera metáfora mi recordado y extraordinario profesor de Ciencias Naturales, era una ficción fisiológica en colisión con la causa neuronal. Y esto requiere una explicación.

El cuerpo humano es un organismo que se rige por la dictadura del cerebro. Nuestro organismo dispone de músculos de células lisas y estriadas. Los músculos de células estriadas, a excepción de las del corazón, son de activación voluntaria. Los músculos de células lisas son de activación involuntaria. El problema es que cuando contrarías la voluntad de la democracia orgánica de ese cerebro dictatorial con ensoñaciones libertarias… te terminas meando en la cama o, en el mejor de los casos, con poluciones nocturnas. Y así son las dictaduras orgánicas o sistémicas. No hay órgano individual que vaya por libre sin permiso del gran ordenador cerebral que todo lo domina, hasta en sueños.

Han pasado 40 años, y aquellos momentos vividos con cierta ilusión por el cambio han venido a derivar en una decepcionante involución o regreso a un pasado infructuosamente superado con la Transición. Mi jovial militancia en el PSP de Tierno me facilitó contactar con una variada fauna política. Lo divertido era ver a falangistas de Hedilla y de Fernández Cuesta que se llevaban al matar; incipientes socialistas, que venían de la Falange, y aprovecharon el aluvión andalucista para hacer carrera en el nuevo socialismo al que se subieron con Fernández Viagas… y hasta la fecha (modelo de supervivencia donde los haya); y, por supuesto, la siempre seductora estética comunista que, dicho sea de paso, suponía una alternativa más productiva -a efectos de afectivos conocimientos- que los bailes de salón patrocinados por el jesuita padre Vivas.

Algo ha cambiado la cosa en la estética de la izquierda radical. Antes, el enemigo de la democracia era Franco y el fascismo de acompañamiento. Ahora el enemigo sigue siendo la otra media España que piensa diferente, aun con plenas convicciones democráticas. El aniversario no ha servido para celebrar el éxito de la democracia en feliz convivencia con una transición que superó una irracional e improductiva revancha. Ahora, el aniversario es el reinicio de la Guerra Civil mediática, confrontante, insultante, zafia… y tus muertos, mis muertos y ¡sus muertos!

Con el paso del tiempo añoro esa bisoñez de inteligencia democrática que hizo pueblo, Estado Nación y País. Hoy, la inteligencia democrática evolucionada ya no tiene ni puñetera idea de lo que es España. Por tanto, no se equivoquen, se ha celebrado el aniversario de las primeras elecciones. Celebrar la democracia en plena convivencia está aún a cierta distancia; y no hay buenos y próximos augurios.