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Ya lo dijo González Pons: ¡En Roquetas pueden!

Javier Salvador
Director de Teleprensa

Si ya lo dijo Esteban González Pons, vicesecretrario general del PP y consejero de la comunidad valenciana desde 2003 hasta 2007, es decir, la comunidad en la que el Caso Gürtel llegó a su máxima expresión. Y dijo exactamente aquello de que "lo que ha ocurrido en Egipto demuestra que el pueblo, cuando quiere, puede. En España el pueblo quiere un cambio…”

Y, bueno, dicho y hecho, ayer vimos todo una manifestación del pueblo en la que exige no ser pisoteado, ser dueño de su territorio y no pagar ellos los compromisos de un alcalde con promotores inmobiliarios a los que les dijo que Las Salinas de Roquetas de Mar sería el centro del nuevo gran boom urbanístico. La guinda del pastel que termina con los únicos metros de litoral que le quedan a Roquetas de Mar sin macrourbanizar.

Por primera vez en muchos años, cientos de vecinos de Roquetas de Mar salieron a la calle para decir que basta, que ya no aguantan más, y que mucho menos están dispuestos a que les echen de sus tierras, de las zonas de cultivo que hicieron grande al municipio y que el ayuntamiento quiere convertir a toda costa en urbano, justo cuando nadie es capaz de vender lo que ya está construido.

Los vecinos de Roquetas, agricultores de El Parador, no pueden creer lo que les está pasando. Convierten sus invernaderos en un estrambótico plan en el que hay de todo menos cordura. Quieren que dejen de cultivar, el que no lo ha hecho ya, para dar salida a una gran área turística cuando hay miles y miles de viviendas sin vender en el municipio y una Urbanización de Roquetas que difícilmente encuentra clientes para mantenerse.

Pero hay más, siendo ellos los dueños del suelo, los agricultores, resulta que en el reparto les ha tocado la peor parte.

Las grandes parcelas en primera línea, frente al mar, han ido a parar a manos de empresas que en algunos casos ya las han vendido a otras sociedades distintas. Pero la inversión en urbanización, en dotaciones de servicios generales, es algo que se reparten entre todo estés en primera línea o en el último anfiteatro de este circo que se ha montado.

Más de cuatrocientos vecinos le dijeron ayer a Gabriel Amat que no. Que escuche al pueblo, que se deje de ladrillos, de delirios y que ponga orden y cordura en una ciudad a la que ya no reconoce nadie.

Le pidieron que trabaje por el pueblo, pero para el pueblo, y que deje de ser el municipio de Andalucía en el que más viviendas desocupadas hay por kilómetro cuadrado. Que limpie la imagen que de Roquetas de Mar se ha dado en la prensa inglesa cuando hablan de esclavitud de los nuevos tiempos. Porque sí, hablan de Roquetas de Mar y de Níjar, consiguiendo quitarle a El Ejido el podio del pueblo o ciudad, que el tamaño no importa, que se llevaba todos los palos por una inmigración mal regulada. Ya no, ahora son Roquetas de Mar y Níjar los ejemplos que toman por ahí fuera.

Sí, cuando el pueblo quiere puede, y si quieren las cosas se le pueden poner muy feas al alcalde y presidente del Partido Popular en Almería, y no creo que esa sea la imagen que quiere dejar en sus últimos años de actividad política, porque al final no le van a recordar por el Teatro Auditorio, sino por Las Salinas, los acantilados de Aguadulce y todas esas cosas que tienen que ver con el ladrillo. Pero también por no ocuparse del tomate y el pimiento, que es donde realmente debió centrar esfuerzos desde el principio, pero para ayudarles a ser mejores y más eficientes garantizando estructuras económicas duraderas y no convertir su territorio en algo que ellos mismos no quieren.

Las revueltas de Pons van a surgir, pero allí donde deben estar, preguntando a sus alcaldes qué han hecho por ellos para paliar la crisis, el desempleo y el cierre de negocios, porque todos son políticos y todos son corresponsables.

En Roquetas muchos ya saben a qué se han dedicado en su ayuntamiento, concretamente a intentar sacar a toda prisa la bolsa de suelo de Las Salinas, pero el pueblo ha hablado y lo quiere parar. Y ya lo decía Pons: si el pueblo quiere, el pueblo puede.

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