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Indiferencia o compromiso: tú decides

José Luis Sánchez Teruel
Secretario de Infraestructuras del PSOE
 
Cuando las personas nos relacionamos, compartimos maneras de vivir y de pensar, principios, necesidades comunes, retos, metas o proyectos de todo tipo que nos llevan a hacer cosas juntos con el fin de encontrar respuestas a lo que buscamos o de lograr aquello que nos hayamos propuesto.

Que nos vaya bien como empresarios o trabajadores, que el comercio del barrio tenga futuro y no se resienta por unas obras, que tengamos zonas verdes y parques infantiles para nuestros niños, que la costas o el paisaje no sean destrozados por la especulación urbanística, que desaparezca la competencia desleal en el sector en el que trabajamos o que ni una mujer más sea víctima de la violencia machista, son sólo algunos ejemplos de necesidades y deseos comunes. Y estos ejemplos, entre muchos otros, cobran verdaderamente importancia cuando se convierten en un motivo que nos une y que deja a un lado al "yo" para darle el protagonismo al "nosotros". Es entonces cuando nace el compromiso social.

Nos comprometemos con aquello a lo que pertenecemos o de lo que nos sentimos parte y empleamos nuestro tiempo y energías en las causas en las que creemos o que consideramos importantes. Pertenecer a un colectivo social (abogados, agricultores, economistas, camareros, estudiantes, amas de casa, etc.), estar afiliado a un partido político, aspirar a vivir en nuestro pueblo o ciudad para desarrollar allí nuestro proyecto de vida, identificarnos con los problemas del barrio, participar en las actividades de la asociación de la que somos miembros, contribuir al desarrollo de proyectos que dan cohesión social y territorial a nuestra región o país (infraestructuras, servicios socio-sanitarios, educación…) o contribuir a la realización de iniciativas de futuro para nuestra tierra (el PITA, la Universidad, la internacionalización de nuestros sectores productivos) son sentimientos y deseos compartidos que nos unen a través de un hilo invisible que nos conduce a involucrarnos, a comprometernos y a actuar socialmente.

La indiferencia social ha sido el gran descubrimiento de los que nos han llevado a esta crisis, de quienes llevan tiempo empleándose a fondo para que sea la sociedad la que pague los platos rotos de sus abusos. Es el caldo de cultivo que han utilizado en cualquier ámbito de la vida para obtener beneficios, ventajas o dividendos socialmente injustos y es la fórmula mágica que nos siguen inyectando para salir indemnes de la encrucijada en la que nos encontramos y tomar las mejores posiciones de cara al futuro.

Esta indiferencia pretenden que se instale en nuestro día a día con el fin de que no le demos la menor importancia a actitudes y comportamientos que van contra el interés general de los ciudadanos. Es el caso de asuntos concretos como la especulación urbanística y de otros muchos que pasan bastante más desapercibidos, por su menor trascendencia económica, pero que a veces son más graves por su tremendo daño social.

La sociedad actual necesita, ahora más que nunca, compromiso social -en la política y en la economía-; ciudadanía activa capaz de combatir a un capitalismo salvaje que aspira a convertirlo todo, incluida la política, en una mercancía que se puede comprar o vender. A los ciudadanos nos pertenece el poder para decidir el futuro de la sociedad en que vivimos, no debemos permitir que nada ni nadie, nos impida que lo ejerzamos.

La indiferencia es la carcoma que destroza las relaciones que nos unen para trabajar en favor del interés general. La indiferencia es la que hace a nuestra sociedad vulnerable, débil y fácil de engañar. La indiferencia es la que apaga las voces de los ciudadanos que son indispensables para el progreso de nuestro pueblo o ciudad. Por el contrario, una ciudadanía comprometida tiene la suficiente fuerza como para dejar de bailar al ritmo de la música que pretendan imponerle, puede poner a cada uno en su sitio y conquistar su futuro.

Una ciudadanía activa es la mejor medicina para combatir a los especuladores de la economía y de la política que tratan de impedir que exista el compromiso social; un compromiso que nos salvaguarda del apetito insaciable de quienes anteponen el "yo" al "nosotros". Lo bueno de esta situación es que en democracia, entre indiferencia o compromiso social cada uno decide.

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