No, no es un error. Almería se jugaba mucho el domingo y ganó. Venció porque el nacionalismo populista de Le Pen hubiese puesto en dificultades extraordinarias la estrategia europea de la industria agroalimentaria de la provincia. La ultraderecha francesa nunca ha ocultado su voluntad de reducir la visión globalista de la Unión Europea, acotando sus decisiones, cuando no subordinándolas, a la autonomía de los estados que la componen. Creen en Francia -la grandeur, siempre la grandeur- y desdeñan los principios supranacionales de los padres fundadores de la Unión.
Para los agricultores franceses los invernaderos almerienses siempre han sido un peligroso competidor al que combatieron con exhibida ferocidad destrozando sus productos y asaltando sus camiones antes de la entrada de España en la UE. Perpignan nunca fue para los almerienses un cine en el que ver películas prohibidas, fue hasta entonces una geografía hostil a nuestros intereses. Alguien duda que, si Marine Le Pen hubiese ganado, el apoyo mayoritario a su candidatura cosechado entre los productores de aquella y otras regiones no hubiera sido recompensado dificultando las estrategias comerciales, modernizadoras o estratégicas de sus competidores en los mercados o en la gestión- y reparto- de los fondos europeos?
El nacionalismo es un mal invento. Siempre lo fue. Por eso es positivo para la agricultura almeriense la derrota de Le Pen.
Almería ha llegado donde ha llegado por muchas razones, pero todas encontraron en la entrada en la entonces CEE su mayor aliado.
Conviene no olvidarlo ahora que muchos, desde la inconsciencia, no solo no acaban de verlo, sino que apoyan a aquellos que alientan con mayor o menor disimulo su pasión por el patriotismo de bandera y pandereta y su desdén por una Europa unida en la que el todo es más importante que las partes.
Y quien dude de la aportación de la UE a España en general y a Almería en particular, que saque la calculadora y comience a sumar. Es muy fácil.
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