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Las gacelas y La Hoya


Encarnación González
Asociación Chanca Pescadería A Mucha Honra

⏩ Está muy claro que para que la conozca la sociedad actual almeriense (la Hoya) no han sido suficientes los 141 años transcurridos desde que se estrenara esta finca con su nuevo riego, el que le llegó desde el Cauce de San Indalecio, allá por el año 1877, cuando el propietario y directivo de la empresa, D. Juan de Olmos, la mostraba orgulloso a la prensa y amigos de entonces, detallando sus infraestructuras de riego aportadas desde los pueblos de Húercal y  Benahadux, a través de viaductos y canales, al mismo corazón de la ciudad de Almería (incluida la Molineta) y que finalizaba en su finca de labor, la de Chamberí o también llamada Hoya Nueva, bajo la Alcazaba. Conserva aún una cantera, pozo, casas de labriego, bolaños, Jardín árabe…


Subastada a su muerte, y pasados unos años, la finca ligaría con el tiempo su suerte a la de la Estación de Fitopatología creada en Almería por R. O. en 1929. Eran tiempos de la exportación de Uva de Embarque y de afrontar el veto americano por la temida plaga “mosca mediterránea” que afectaba a los abundantes parrales.

Es entonces cuando aparece en Almería la figura de D. Manuel Mendizábal Villalba, su principal valedor. Un ingeniero agrónomo destinado a este centro desde la capital, Madrid, allá por 1932, antes de la guerra. Personaje inquieto, muy activo y bien situado políticamente al acabar la guerra (no en vano había sido espía para la Red Hataca almeriense, a favor del alzamiento y hasta fue encarcelado durante la guerra civil), en base a su trabajo para este organismo agrario, declarado por él mismo en la Causa General de Almería.

Nombrado por el nuevo gobierno de forma inmediata delegado provincial de Agricultura -a la que siempre estará ligado- fue presidente de la Diputación 4 años, de 1940 a 1944, y primer director del reconvertido Instituto de Aclimatación de Almería, en 1947, con nuevo e importante edificio en la calle General Segura, Paseo y Arapiles (en pie y cerrado en la actualidad).


El organismo, ya dependiente del CESIC (Centro Superior de Investigaciones Científicas), se hace con la finca completa de la Hoya (Nueva y Vieja, la Muralla de Jayram las divide) entre 1950 y 1955, para sembrados experimentales agrícolas. Cuando se toma la decisión, impulsada por ADENA tras un congreso europeo, de traer la especie amenazada Gacela Mohor, a la península, desde el Sahara español (en 1971 y no tras la Marcha Verde de 1975), es Mendizábal quien ofrece la finca del Instituto, en la Hoya, para acoger, de forma confidencial, sin publicidad (por si fracasaba el intento) la llegada de las primeras gacelas que cuidaba en un cercado un militar español en El Aiún, el comandante Estalayo, que las entregó a regañadientes.

Son D. Antonio Cano Egea y su hija Mar Cano (ya ambos desaparecidos) quienes se encargan de su cuidado constante y seguimiento hasta su primera reproducción en cautividad. El éxito de la gesta provoca que en 1975 se renombre la finca como Parque de Rescate Sahariano o Estación Experimental de Zonas Áridas (EZZA), su nombre actual. De la cual ambos, padre e hija, fueron directores en su época.

No es un parque zoológico (ni lo ha sido nunca) sino que era un centro de investigación sobre esta gacela y se enviaban ejemplares a distintos parques de Europa y Norteamérica, además de al continente origen, el africano. Se consideró un éxito a nivel científico mundial a pesar de ser la finca un terreno tan acotado para el hábitat de estos animales salvajes. Pero en la actualidad, poco o casi nada se investiga allí, al disponer el CESIC de un gran edificio moderno en La Cañada, campus de la Universidad de Almería.

Más bien al contrario, los ejemplares de gacela que quedan, junto a una colonia de arruis (especie de bóvido caprinae africana), adormecen afectados de todos los problemas de espacio del entorno, fronterizo con la numerosa población de la zona de Chamberí o las Pedrizas o la Joya, en la Chanca Pescadería. Y las invasiones de depredadores, como zorros o contagios de cabras comunes, tan cercanas, debían tomar la decisión de trasladarlos a otra zona desértica más amplia y más libre para correr.

Ocupa un espacio privilegiado del entorno de la Alcazaba, al Este, Norte y Oeste, que impide precisamente que pueda ser rodeada a pie o en coche y que se realicen excavaciones arqueológicas en una zona segura del hallazgo de restos, ya que fue muy poblada en época califal y de taifa, según aseguran historiadores como Leopoldo Torres Balbás y el Padre Tapia.

Esa sería la razón de que en el año 1989, el entonces alcalde, Santiago Martínez Cabrejas, de acuerdo con el CSIC, anunciara su traslado inminente (en un año), a una zona del Alquián, el Acebuche. ABC así lo anunciaba el 19/9/89.

Nunca se llevó a cabo. Pero llegó otra promesa o proyecto para recuperar la finca para la ciudad. En 2007, el alcalde Rodriguez-Comendador firmaba un convenio a 50 años con el CESIC para ceder la Hoya Vieja (la parte de finca de la muralla de Jayram hacia el sur), con la idea de convertirla en un gran parque urbano a tiempo de 6 años, que ya caducó en 2013 sin haberse realizado. Antes al contrario, se quejan el mismo CESIC y diferentes colectivos y particulares de que la Hoya es un cuasi vertedero o aparcamiento, sin mejora urbanística alguna.

CONCLUSIONES:

La clase política de la capital almeriense en sus diferentes Administraciones (incluidos funcionarios de la Junta andaluza) han aplicado y aplican la frase muletilla de “mejor no tocarlo”, liberándose así tan fácilmente de su responsabilidad para con su puesto en funciones: lograr rescatar este espacio histórico tan importante para la Alcazaba y entorno céntrico de la ciudad, y ponerlo al servicio de propios y turistas. No sirve de nada aplicar la “técnica del avestruz” y que pase el tiempo o temporal mediático.

Hay un principio en Patrimonio: no se defiende lo que no se conoce. Por eso comenzaba la que escribe que han pasado suficientes años (y siglos) para que la gente de a pie pueda rodear su Alcazaba, sin fronteras como el portón cerrado de la Muralla de Jayram que la atraviesa, que no nos hace sólo retroceder, sino que nos invita a ni tan siquiera adentrarnos en la Hoya. Y que por la parte oeste, a poniente, es una barrera más al barrio de la Chanca.

Trasladar a las especies y abrir la Finca no provocaría más asientos o vertederos ilegales ni vandalismo, al contrario, la haría transitada y visible. Al menos, es lo que manifiestan tantas personas que acuden a las “rutas circulares” que desde el Cerro de San Cristóbal hasta Chamberí, entre peñascos, visionan la cara norte de la Alcazaba, la más bella y desconocida. 

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