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Entrega de un maletín con dinero

Miguel Ángel Blanco Martín
Periodista

Hace ya unos cuantos años, en Almería, con la crisis en el horizonte y con el desarrollismo de la construcción todavía en alza, un empresario de la construcción llamó a un amigo para que le acompañara discretamente a la entrega de un maletín. El empresario no quería ir solo y por eso pidió a su amigo que le acompañara para que fuera testigo. El maletín estaba lleno de dinero destinado a un alcalde de la provincia para “agradecerle” sus favores urbanísticos, por llamarlo de alguna manera.

Los dos protagonistas de esta historia no fueron al ayuntamiento, cosa que extrañó al acompañante, que comentó al empresario: “Por aquí no se va al Ayuntamiento”. El constructor le respondió, más o menos: “No te preocupes, vamos a otro sitio y no hagas preguntas”. Lo dos personajes llegaron a un edificio, aparentemente un almacén agrícola. Entraron, llegaron a una habitación, donde una secretaria sentada en una mesa les atendió. “¿Qué desean?” Respuesta del empresario: “Venimos a ver al alcalde, me está esperando”.

El maletín
La secretaria comunicó por un interfono la visita al alcalde. Y tras la respuesta la secretaria les dijo: “Ya pueden pasar”. El amigo acompañante se dio cuenta que el empresario pasaba al extraño despacho de un alcalde en un almacén, pero ya sin el maletín, que había entregado a la secretaria.

El alcalde les recibió con una gran cordialidad. Durante quince minutos, más o menos, el alcalde y el constructor hablaron amigablemente de la familia, “¿cómo está tu mujer? ¿Y tus hijos?”; también hablaron del tiempo, de deportes, que si el Almería iba regular, que si el Real Madrid o el Barcelona, la liga, la Champions y cosas por el estilo.

Después sonó el interfono y la secretaria algo dijo al alcalde y este dio por terminada la visita; eso sí, con toda cordialidad, “a ver si quedamos un día para comer”, “cuando quieras”, “ya hablamos por teléfono la semana que viene”. El alcalde y el constructor se dieron un abrazo, y el alcalde saludó al amigo acompañante con un apretón de manos. Los dos visitantes salieron del despacho, se despidieron de la secretaria y abandonaron el almacén. Eso sí, ya sin el maletín.

Unos años después, el amigo acompañante del empresario, que también es amigo mío, me contó esta historia, pero que no escribiera nada en el periódico. Me comentó que nunca llegó a enterarse de cuánto dinero había en el maletín. Él pensaba que la secretaria de confianza del alcalde contó el dinero del maletín y por el interfono le dijo al alcalde que todo estaba correcto. Fue el momento en que el alcalde dio por terminada la visita.

Ha pasado tiempo de aquella historia que me contaron. Y ahora cuando he decidido convertir aquella confidencia en un artículo, guardando por supuesto la identidad de sus protagonistas, mi amigo me asegura que  no es verdad, que más o menos se lo inventó para explicar cómo se podía entregar una maleta con dinero, pero en plan hipotético.

Le recordé que cuando me lo contó me aseguró, con todo detalle, que así habían sucedido los hechos de los que él fue testigo. Pero ahora, erre que erre, que no, que no es verdad, y niega la historia de la entrega a un alcalde del maletín con dinero mientras sonríe. ¿Realidad o ficción? ¿Ustedes qué creen?

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