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Palomares quiere pasar página

Iván Gómez
Redactor-Jefe de Diario de Almería

Recepción de la Embajada de Estados Unidos en la madrileña calle Serrano. “Buenos días, soy Jesús Caicedo, tengo cita con el embajador”. La recepcionista comprueba el registro de entradas y visitas y le responde: “Llega usted temprano”. El alcalde del pueblo más radioactivo de España no se lo piensa y le replica: “¿Temprano? Llego casi 50 años tarde”.

La pedanía de Palomares espera ansiosa la decisión definitiva de la Administración Obama desde que a finales de febrero de 2011 se produjera la visita de un equipo interagencias de expertos norteamericanos a la zona cero contaminada por el impacto contra el suelo de dos proyectiles termonucleares a consecuencia de la colisión de dos aeronaves de las Fuerzas Aéreas de Estados Unidos, un bombardero B-52 y un avión nodriza KC-135 procedente de Morón de la Frontera, durante una maniobra de repostaje en vuelo en la mañana del 17 de enero de 1966.

El baño de Fraga
Casi medio siglo después sus dos mil habitantes están más que hartos de que una zona que podría ser conocida por sus lechugas, sandías y paradisiacas playas sólo sea retratada en el imaginario colectivo por las imágenes de las bombas que cayeron y el baño en blanco y negro que meses después se diera el entonces ministro de Turismo, Manuel Fraga.

Y el incombustible Caicedo, el que su amigo el periodista Carlos Herrera propusiera como el mejor relevo para Aznar, está a punto de completar su cuarta legislatura en busca de una solución definitiva para la limpieza de 41 hectáreas contaminadas por el plutonio, uranio y americio. Esta misma semana, el 3 de julio, se han cumplido quince años desde que tomara posesión como primer edil cuevano, al igual que ocurriera con su escudero, el alcalde de la pedanía, Juan José Pérez, e iniciara una persistente lucha contra los molinos de viento ‘yankis’ que habían conseguido que durante décadas, con el amparo del régimen franquista, reinara el silencio y las bombas fueran tabú dentro y fuera de la provincia.

Nada más llegar se rompió la tregua y no ha habido día en el que no hayan trabajado para que el gigante americano complete los trabajos de remediación realizados en meses posteriores a la catástrofe, en los que invirtieron más de 80 millones de dólares de la época retirando casi 5.000 bidones con 1.400 toneladas de tierra y restos vegetales que transportaron al centro de Savannah River Facility en Carolina del Sur. En la operación conocida como Flecha Rota (Broken Arrow), consistente en localizar los proyectiles perdidos y después descontaminar la zona afectada de 25.000 metros cuadrados de suelo, participaron más de 740 personas, de las que 600 pertenecían al ejército de Estados Unidos, y se emplearon casi 100 vehículos, más de 20 máquinas pesadas y 33 navíos.

Sin embargo, según los estudios realizados por el Centro de Investigaciones Energéticas, Medioambientales y Tecnológicas (Ciemat), en la pedanía de Cuevas queda aún medio kilo de plutonio radioactivo y 50.000 metros cúbicos de tierra contaminada que se tendrán que llevar lo antes posible. A pesar de la desidia de las administraciones han conseguido dar pasosimportantes en los últimos años como que el Gobierno español incluyera el Plan de Rehabilitación de Palomares en la agenda de asuntos bilaterales junto a los acuerdos de cooperación militar (marines en Morón y destructores de la OTAN en Rota) y la lucha contra la piratería digital. En la reunión mantenida a mediados de junio, la consejera de Asuntos Políticos de la Embajada, Amy Tacho, les anunció que en los próximos meses llegará la decisión última de su Gobierno, que está pendiente de un informe de varios de sus departamentos, y que posiblemente sería el embajador, James Costos, el que se lo comunicara en una próxima reunión.

Es ahora o nunca porque la coyuntura política acompaña. Las elecciones presidenciales y legislativas de 2012 impidieron que se fijara un calendario de actuaciones tras el acuerdo alcanzado ese mismo año por el ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel García-Margallo, y la secretaria de Estado norteamericana, Hillary Clinton. Caicedo, también diputado nacional del PP al que el Ejecutivo de Rajoy ha dado carta libre para negociar y renegociar, reconoce que algunos senadores llegaron a utilizar el asunto en campaña porque en Estados Unidos temen que si se llevan la tierra contaminada les lloverían reclamaciones radioactivas desde otros países en los que sucedieron tragedias similares generando un serio problema de opinión pública.

Las bombas, en el museo
Eso sí, no han dudado en exhibir las bombas recuperadas en Almería en el Museo Atómico Nacional de Albuquerque (Nuevo México) porque fue el segundo supuesto más grave de detonación accidental, por detrás del de la base aérea Thule en 1968, por el grave riesgo de crear un conflicto nuclear en plena Guerra Fría de los Estados Unidos y la antigua URSS. Allí luce la que no sufrió daño alguno al abrirse el paracaídas y también la que cayó al mar y recuperó el minisubmarino Alvin de la US Navy a cinco millas de la costa gracias a las indicaciones de un pescador local vecino de Águilas llamado Francisco Simó, ‘Paco el de la bomba’ desde entonces.

En Cuevas tienen claro, como reitera su alcalde, que “el que rompe paga y se lleva los tiestos”. No aceptarán ninguna otra solución que no pase por la extracción y transporte de los residuos remanentes a Estados Unidos para su almacenamiento definitivo y la restauración ambiental (relleno de terrenos y comprobación radiológica) argumentada sobre el terreno por el director del Ciemat, Cayetano López, al equipo de la Administración Obama que visitó nuestro país hace ya tres años, encabezado por el director del Departamento de Energía Glenn Podonsky.

Los trabajos implican una inversión estimada de 30 millones de euros, si bien la financiación nunca ha sido problema para los americanos. Sólo han mostrado reticencias, cada vez menores, a la transferencia de la basura radioactiva. De hecho, entre las aportaciones técnicas que realizaron tras su visita a Almería está la de crear plantas para el tratamiento de la tierra en las que compactar los residuos contaminados para reducir el volumen a exportar desde los 50.000 a 6.000 metros cúbicos.

El Ciemat, como organismo científico de referencia en España en investigación radiológica, ha venido efectuando una supervisión continua de las personas y del medioambiente en la zona de Palomares mediante un acuerdo con Estados Unidos entre los años 1966 y 2009. A partir de ese año, ha seguido en solitario, con el aporte económico del Gobierno, controlando anualmente el estado de salud y la posible contaminación interna de 150 vecinos, lo que supone 1.077 personas sobre las que se han realizado 5.029 exámenes médicos y de dosimetría interna por bioeliminación (orina excretada en 24 horas).

Los resultados de los análisis no han mostrado ninguna prueba fehaciente para sospechar una morbilidad específicamente inducida por las radiaciones ionizantes al no detectarse ningún problema en un 95% de casos y ningún caso mortal en una población longeva. En cuanto a la seguridad de los productos de la zona, desde 1967 se han controlado más de 3.500 muestras y realizado más de 5.000 análisis.

La estimación de dosis anuales por ingestión entre 1995 y 2010 es muy inferior al límite establecido en la reglamentación sobre protección sanitaria. Además, el ente público dependiente del Ministerio de Economía y Competitividad, dispone de una Unidad de Recuperación de Terrenos Radiológicamente Contaminados con una estación meteorológica en el paraje cuevano de Puerto Blanco que presenta datos de manera instantánea en función de la velocidad, dirección del viento, temperatura, humedad relativa, presión ambiental y radiación global. Han analizado 660 hectáreas, con 320 sondeos a diferentes profundidades (entre medio y cinco metros) de los que 41 permitieron encontrar contaminación residual significativa.

Después de más de treinta años de colaboración norteamericana con la financiación parcial de las actividades de vigilancia a través de acuerdos por los que se ejecutó el Proyecto Indalo y el Plan de Investigación Energética y Medioambiental en Materia de Vigilancia Radiológica (PIEM-VR), el Ciemat presentó en mayo de 2010 el Plan de Rehabilitación de Palomares para retirar los terrenos contaminados. Meses después fue aprobado por el pleno del Consejo de Seguridad Nuclear (CSN) incluyendo, entre otras propuestas, la extracción de tierras, expedición y transporte de los residuos, restauración ambiental y control radiológico final.

Un proyecto que desde hace años está en manos del Departamento de Energía de los Estados Unidos a la espera de una respuesta definitiva en los próximos meses. Si bien fue en 2009 cuando el Gobierno de Zapatero exigió al de Obama que pagasen la descontaminación de los suelos afectados, el desbloqueo a una inminente actuación en Palomares no llegó hasta julio de 2010 con una reunión en Washington entre el secretario de Defensa de la Administración Obama y el Ministerio de Asuntos Exteriores, trascendiendo por primera vez el ámbito técnico. En febrero de 2011 se produjo la visita de los expertos norteamericanos y en octubre se realizaron vía epistolar una serie de aportaciones técnicas al plan propuesto en uno y otro sentido. Desde entonces, se han repetido los contactos a nivel diplomático, pero las máximas autoridades del Consejo de Seguridad Nacional de Estados Unidos no se han atrevido a fijar un calendario de actuaciones.

El Comité Asesor para la Información y Participación Pública del CSN ha presentado recientemente el monográfico Palomares 1966-2013, en el camino de la normalización radiológica en el que deja constancia de que hasta la fecha no se ha mostrado la existencia de morbilidad inducida y no hay ninguna evidencia de patologías causadas a raíz del accidente. En este sentido, desde el Ciemat argumentan que no existe riesgo al estar la zona acotada y el acceso restringido, sobre todo tras la expropiación forzosa en 2007 de 30 hectáreas adicionales que se incorporaron a las diez iniciales de la zona cero al encontrar más plutonio, uranio y americio del esperado.

No obstante, en todo momento han planteado que “existiría peligro” si se remueve la tierra porque la contaminación está en el subsuelo. De hecho, en el Congreso y Senado hay actas parlamentarias en las que se recogen indicaciones del CSN para pedir que se tomen medidas con urgencia. Los estudios epidemiológicos sobre mortalidad y morbilidad del doctor Pedro Antonio Martínez Pinilla demuestran que el riesgo relativo bruto de exposición a la radiación en Palomares de 4.15 mientras que en otra población de la provincia no sobrepasaría el 1. Los niveles de plutonio y americio detectados en el plancton de la costa cuevana son cinco veces superiores a los encontrados en otras muestras del Mediterráneo, según un estudio comparativo realizado por la Universitat Autónoma de Barcelona, si bien siguen dentro de los márgenes de seguridad de la Agencia Internacional de la Energía Atómica.

En base a otros informes, los ecologistas aseguran que en Palomares existe más radioactividad que en algunas zonas de Chernobil y la población no es ajena a lo que cada cierto tiempo se publica. Jesús Caicedo y su pueblo entienden que ha llegado el momento de terminar con una pesadilla de medio siglo, la de una historia de la que nunca quisieron ser protagonistas. “El plutonio se degenera y no queremos conocer las consecuencias. No se puede estar estudiando toda la vida, en algún momento habrá que terminar la carrera”, argumenta. “Que se lleven lo que es suyo”, explica el alcalde pedáneo, Juan José Pérez, quien razona que, además, las zonas exacta en la que se concentra el plutonio y su nivel de radiación están perfectamente delimitadas gracias al estudio tridimensional de los terrenos realizado por el Ciemat en los últimos años.

El siguiente paso será, como reconoce el propio Caicedo, la creación de un Parque de las Civilizaciones y sus Tecnologías con el que aprovechar el potencial turístico y divulgativo (entre la comunidad científica y académica) de la historia de las bombas nucleares. Pero antes de empezar ese capítulo, habrá que cerrar el de la descontaminación. Palomares quiere pasar página.

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