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Rajoy y Andalucía

Pedro Tena 
Libertad Digital 

Ya sabemos que el mundo es imponente, que Europa es gigantesca y que incluso una porción de tierra así como España puede ser inabarcable para ojos incapaces de mirar viendo. En las alturas de las decisiones que machacan o alegran la vida de millones de ciudadanos, uno puede olvidarse de los orígenes, pero todo cuento tiene su busilis. Y el intríngulis de la narración de Rajoy es que para ganar como ganó en las elecciones generales hubo antes que tener al PSOE andaluz cogido por los pendientes reales, faena meritoria realizada por el diestro Arenas, que empeñó gran parte de su vida en ello, con un final que sólo mereció la división de opiniones y el silencio del respetable. Pero nadie en sano juicio de estratega electoral duda por un momento de que fueron las subidas del PP en Andalucía, muy especialmente, las que posibilitaron los triunfos del PP en las generales. Sí, sí, hay otros factores, pero ese no es baladí. El caso es que en estos momentos el PP andaluz no está en sus mejores días, y eso está propiciando la algarabía del adversario principal (porque el PP, como se sabe, sólo tiene adversarios por todas partes). 

Ahora va y se topa con una encuesta del IESA, un centro andaluz del CSIC desde el principio ligado a la Junta de Andalucía y sus dineros y levantado por Manuel Pérez Yruela en Córdoba, que lo dirigió nada menos que entre 1991 y 2009. Yruela estuvo casado con la exministra Carmen Calvo y fue portavoz del primer Gobierno Griñán, además de presidente de una de las ciento y una empresas públicas de la Junta. Hay quien cree, incluso de buena fe, que este ente es políticamente neutral, pero en el pasado sus encuestas eran conocidas por la Junta mucho antes que por cualquier otro, como es perfectamente demostrable. Nada de lo que ha ocurrido en Andalucía desde 1979 ha sido neutral, y mucho menos casual. En esta encuesta el PP andaluz sale muy malparado pero el PSOE no mejora, siendo IU la gran beneficiada. ¿Algo sectario sin más? No. Las cosas pueden deformarse pero hasta cierto punto. (Por ejemplo, la victoria de Arenas pudo amplificarse anticipadamente para dar miedo y movilizar a los electores socialistas, pero la victoria de Arenas existía). La encuesta es real y, aunque beneficie al PSOE y a su Gobierno de coalición, no cabe duda de que lo que revela está en el ambiente. Tras el resultado obtenido por Javier Arenas, una victoria-derrota, el PP nacional, contra lo fraguado y ejecutado en el PP vasco, quiso dar una lección al perdedor y lo quitó de un plumazo, visto y no visto. Pero ya dijimos entonces que aquello era un error y que, aunque ciertamente Arenas debía terminar su etapa andaluza, debía hacerlo como se ha hecho siempre: sin heridas graves ni muertos en las cunetas y sumando sin restar. O no pudo, o no quiso, o no le dejaron, y se impuso una transición a la fuerza con Juan Ignacio Zoido de comodín, a pesar de conocer todo el mundo que su decisión era ser alcalde de Sevilla. Esta situación provisional, en medio de una riada de medidas antipáticas para la ciudadanía, hacía previsible que el PP sufriera las consecuencias, especialmente en la Andalucía donde le había costado 20 años despegar.

El problema es que Andalucía aporta más de ocho millones de habitantes a la nación española y más de seis millones de electores al tablero electoral nacional, de los que dos millones fueron al PP en las pasadas elecciones generales, aupando a Rajoy. Nada más intuirse el camino de las primeras medidas del Gobierno popular, cuatro meses después, de esos dos millones hubo 400.000 deserciones, que dejaron a Arenas fuera de combate a pesar de su histórica victoria. ¿Es razonable pensar que meses después, con la que ha ido cayendo sin explicaciones inteligibles desde el Gobierno Rajoy y con la propaganda inmisericorde del Gobierno PSOE-IU, el PP haya caído más en intención de voto? Completamente razonable. Decir otra cosa es ridículo porque la verdad es testaruda y esta verdad tiene un elemento clarificador: el PSOE no sube, como no subió en las elecciones autonómicas, sino que es el PP el que bajó entonces y baja ahora. Si va a seguir hundiéndose o no, dependerá de muchos factores, uno de ellos, desde luego, es la atención que Mariano Rajoy preste al patio andaluz, cuya única esperanza de cambio en los próximos años está en que alguna vez gane las elecciones un Gobierno del Partido Popular.

Si van ser cuatro o van a ser cuarenta, dependerá de cómo el PP nacional reaccione ante este aviso, el segundo que recibe en pocos meses. Si hay un tercero y la cosa se vuelve a los corrales, ¿a dónde habrá ido la esperanza y el sacrificio personal de tanta gente de bien que luchó contra un régimen, ayudando, muchos, ojo, de paso, al PP? De bien nacido es ser agradecido, claro que eso es algo que el PP andaluz, no digamos ya el nacional, parece no comprender. Si el mundo es imponente, Europa gigantesca y España bien grande desde la amplia visión del Rajoy victorioso, olvidar Andalucía es síntoma de miopía.

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