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Almería debe hacérselo mirar

Manuel León
Redactor-Jefe de La Voz de Almería

Menos luces que sombras en este retrato de la sociedad y la economía almeriense del último lustro. A tenor del Informe Socioeconómico de 2011 de La Caixa, uno de los más rigurosos que se publican en España, Almería se mantiene como ‘madre de la vida padre’: funcionan bien los bares, se venden vehículos, aunque con altibajos, siguen llegando turistas, aunque más de Carrefour que de cenas vsrsallescas.

Con el reloj del tiempo en la mano, cuando se iniciaba este análisis, la provincia saludaba 2006 con la ley antitabaco, dando los fumadores las últimas caladas a los cigarrillos en bares y restaurantes; con el reto del AVE, las comunicaciones aéreas y la Autovía A-7 (en eso no hemos cambiado); y con la especulación inmobiliaria en torno al Toyo, Bahía de San Miguel o las zonas costeras del Levante en plena ebullición.

Pero se acabó la fiesta cuando parecía que no tenía fin, como en las grandes veladas sociales del Gran Gatsby en la orilla Oeste de Nueva York. Almería, ahora, con esta fotofinish en la mano solo ofrece grisura. No invita a soñar, por mucha dosis de optimismo voluntarista que se quiera añadir al enjuague bucal contra la hiel.

Lo más angustioso -no hace falta ser Galbraith para verlo- es la profunda fosa de paro: no hay otra provincia europea con un nivel de desempleo de tal calibre (35 % y más de un 40 % de paro juvenil). Solo se sostiene sin caer en las barricada por el proverbial gen latino del apego, por el valor de la familia, por las ‘mías mammas’ que con sus pensiones y pucheros ayudan a sus hijos en paro casi crónico.

Y no parece que sea cuestión de formación: Almería tiene ante sí la generación más preparada de su historia, con más titulos universitarios colgados en la pared, la que habla más idiomas, la que más ha viajado. Y sin embargo, la que menos empleo ofrece a esas legiones de alumnos que salen de las aulas a hacer cola en Altamira o en Hermanos Machado. Es dudoso que cualquier graduado, que obtuvo con prestancia un empleo en los 70 o en los 80, tuviera mayor nivel de preparación que los sanscoulottes actuales, matriculados en interminables másteres y postgrados, no por convencimiento sino como una huida hacia delante.

Murcia tuvo pinchazo inmobiliario, Málaga, Alicante y así toda España y Occidente entero. Pero ninguna otra tierra está sufriendo en sus carnes esa afrenta del 35% de gente que no hace nada porque no hay donde hacer.

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