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La herencia de la crisis: el reto del empleo

David Uclés
Director del Instituto de Estudios de Fundación Cajamar
 
2010 ya es parte de la historia. También de la económica. En dicho año España abandonó la recesión, se puso en duda su solvencia en los mercados financieros internacionales y su cifra de parados siguió escalando nuevos máximos de manera inexorable. En el mundo, los países emergentes y en vías de desarrollo seguían su carrera de crecimiento acelerado, mientras los estados desarrollados se comportaban como verdaderos enfermos de anemia. Asimismo, algunas de las reglas del juego económico actual comenzaron a ponerse en entredicho, como el mantenimiento de los tipos de cambio de algunas monedas asiáticas infravalorados para fomentar sus exportaciones, o como la nueva escalada de los precios de los alimentos, más pronunciada incluso que la de 2009.
 
En la provincia de Almería el año tuvo un perfil muy similar al del país, también durante ese ejercicio abandonamos la recesión (aunque bastante después que el conjunto del país) y también aquí el crecimiento del paro se vio ralentizado. Sin embargo, el fuerte crecimiento de esta variable es probablemente el peor problema que nos ha dejado como herencia la crisis. En los dos últimos años, Almería ha generado 63.000 parados, pasando de 37.000 en diciembre de 2007 a 100.000 en diciembre de 2010. No obstante, la mayor parte de esa cifra corresponde al funesto 2009, ya que en el último año “sólo” se añadieron a la nómina de desempleados 10.000 personas. La mayoría de la destrucción se ha concentrado en la construcción, donde han desaparecido más de 45 mil empleos, aunque la profundidad de la crisis ha terminado afectando a todos los sectores. Bueno, a casi todos. En la agricultura ha sido el único sector en el que, según la EPA, se ha creado empleo. Sobre todo durante 2010. Y ello ha provocado que un número creciente de desempleados de la construcción hayan mudado sus intereses profesionales hacia el sector primario.
 
Este comportamiento del mercado de trabajo es el reflejo de lo que ha sucedido a nivel económico. Como ya ocurriera en la anterior recesión económica, la del año 93, el agro almeriense actuó como colchón de seguridad y evitó que la provincia llegara a presentar tasas de crecimiento negativas. En esta ocasión, sin embargo, el retroceso del PIB ha sido tan intenso y las condiciones de la agricultura han variado tanto, que no ha podido evitar el desastre a pesar de haber resistido. En los 90, la entrada en vigor del Acta Única permitió el acceso sin restricciones de nuestras producciones a los mercados europeos, propiciando la expansión de la superficie, la producción y las exportaciones. Pero, en 2009, la situación era sustancialmente diferente. La fase expansiva de la producción hacía tiempo que se había dejado atrás, otros productores participan ahora también de los privilegios de la venta en los ricos mercados europeos y la capacidad de absorción de esos mismos mercados se ha visto muy limitada por el alcance de sus propias crisis. Como ya se ha comentado en otras ocasiones, el mercado de nuestros productos agrarios se encuentra maduro. Por lo tanto, no podemos esperar del agro que nos saque del problema. Al menos no podrá hacerlo solo.
 
El nudo que estamos comenzando a deshacer entre 2010 y 2011 es el de encontrar actividades que nos permitan volver a la senda del crecimiento y de la creación de empleo. Sabemos que la construcción (al menos la residencial) no va a estar en condiciones de aportar a esa misión, ya que la sobreproducción de la época de bonanza aún debe ser digerida. Por otro lado, los servicios han sido el segundo sector en el que menos ha impactado la crisis, por lo que puede estar en condiciones de incorporarse al crecimiento a corto plazo.
 
Sin embargo, dado que una parte sustancial de nuestro crecimiento de los últimos años ha provenido de sectores intensivos en la utilización de mano de obra poco cualificada, nuestra oferta de trabajo ha estado sesgándose en esa dirección. Al mismo tiempo, nos encontramos en un entorno de costes laborales elevados, en el que la competitividad debe buscarse por vías distintas a las del empleo barato. En nuestro lado del mundo, el éxito económico proviene principalmente de las ideas y de los productos y servicios intensivos en conocimiento, tecnología y alto valor añadido.
 
El panorama no es precisamente favorable, pero en el activo de la provincia podemos contabilizar una sociedad dinámica, acostumbrada a los retos, que ha acumulado un importante nivel de riqueza y que ahora cuenta con una universidad de la que han salido ya varias promociones de titulados cuyos conocimientos y capacidades pueden ser la clave de nuestro desarrollo futuro.

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