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Luz en Europa

Félix
de la Fuente Pascual

Estas líneas van dirigidas en particular a todos los que están luchando por la integración europea. Merece la pena luchar. Europa se mueve.

A pesar de todo los ataques externos e internos al proyecto de integración Europea, la UE sigue viva y ha empezado a resurgir de sus cenizas, pero una  UE muy diferente a la que nos han venido vendiendo durante las últimas décadas. El triunfo de Macron en Francia, los movimientos de ciudadanos que están surgiendo por toda Europa (“Brimain in Spain”,  de los ciudadanos británicos residentes en España. “Pulse of Europe”, surgido en Alemania y que se está extendiendo ya por las principales ciudades españolas y que podríamos definir con la UE en positivo,  y “EU  I CAN”, otro movimiento internacional que trata de unir a todos los europeístas en activo, son sólo algunos ejemplos.   Estos tres movimientos coinciden en una cosa: han surgido espontáneamente promovidos por los ciudadanos, independientemente de los partidos políticos. El candidato favorito a la presidencia francesa, Macron, es el gran ejemplo de un movimiento europeísta ciudadano que sin partido político puede cambiar Francia y puede cambiar Europa. Hay otros muchos movimientos europeístas ya más antiguos, como “Juventudes Federalistas Europeas”, “Europeistas y Federalistas Europeos”, muy loables pero que no incluyo en este grupo,  porque no sé si son totalmente independientes de los partidos tradicionales. Si así fuera, habría cierta contradicción, porque lo primero que deberían hacer, sería tratar de cambiar a sus partidos.  Los partidos tradicionales, con su pasividad, su enchufismo, su corrupción y su despilfarro, son los que nos han vendido la idea de una Europa olvidada de sus ciudadanos. Además, éstos deberían haberse posicionado y haber denunciado por pasividad al Consejo de la UE ante el Tribunal de Justicia de Luxemburgo.

Es mucho lo que nos ha aportado la UE, muchos años de paz

Hay otros partidos abiertamente opuestos a la integración europea, y lo malo es que lo hacen en nombre del pueblo, como si las fronteras o los nacionalismos pudieran resolver mejor los problemas de los ciudadanos. Sabemos que son muchas las cosas que deben mejorar, pero sin una Unión Europea, tendríamos de nuevo enfrentados a los países europeos. Primero serían las guerras comerciales, y luego vendrían las verdaderas guerras de sangre.

Es mucho lo que nos ha aportado la UE, muchos años de paz. Y es mucho mayor el beneficio que habría podido aportar, si los partidos políticos no se hubieran hecho con el monopolio de Europa y de la política. Todos los monopolios son catastróficos, y el político aún más.

Estos movimientos europeístas no deben convertirse en un partido político, y si lo hacen, tiene que ser un partido radicalmente diferente, contrario a cualquier tipo de subvención y donde no busquen asiento los jóvenes que son incapaces de encontrarlo en el campo laboral. Un partido contrario al despilfarro  y que se base, en la medida de lo posible, en el voluntariado. Un partido transeuropeo, que no dependería, por tanto, de los partidos tradicionales y que implicaría a los ciudadanos de todos los países de la UE. Claro que esto último, que ya estaba aprobado por el Parlamento Europeo hace unos 20 años (informes Anastossopoulos y Rothley), lo tumbó el Consejo de la UE. ¿Por qué no lo denunció entonces el Parlamento Europeo? Los partidos tradicionales callaron.

Pero olvidemos, ni Le Pen, ni Podemos ni otros muchos partidos contrarios a la integración europea se van a quedar parados. Tampoco se quedarán parados Putin, que ha intentado jaquear la campaña de Macron, ni Trump ni Theresa May. Parados se van a quedar y siguen parados los partidos tradicionales, que parecen no haberse enterado de que ha pasado su hora y de que los ciudadanos europeos no queremos ningún tipo de fronteras, ni más guerras, ni más enfrentamientos ni entre países ni entre regiones. Queremos otra Europa.

Hay mucho camino por recorrer, pero vamos por la buena senda.