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La Unión Europea a pesar de todo


Félix
de la Fuente Pascual

El desencanto frente a la integración europea es algo que viene ya de lejos. No debemos asombrarnos, por tanto,  ni debe cundir el desánimo por que un juez alemán se haya creído el árbitro supremo en la interpretación de la Euroorden al poner sus propias condiciones a la extradición de Puigdemont. Aunque estemos ante un tema que afecta directamente a la existencia misma de la UE, esta utopía que nace con el deseo de derribar fronteras y de superar nacionalismos y que después de 60 años se encuentra ahora con un resurgir peligroso del nacionalismo y de fronteras legales, esto no debe darnos pie para aflorar nuestro propio nacionalismo profundo.

Soltamos improperios contra la UE porque un juez no español o algún político europeo muestra simpatía por el independentismo catalán, cuando estamos viendo cómo hacen esto mismo otros políticos españoles o incluso cómo partidos políticos españoles llamados constitucionalistas  están colaborando  con partidos independentistas  (tripartito, Gobierno del País Vasco y un largo etcétera).

Tanto o más peligrosos  que los nacionalismos regionales son los nacionalismos estatales. Querer aplicar la Euroorden según el propio criterio y según las normas del propio país es un nacionalismo peligroso que amenaza con dinamitar los fundamentos de la construcción europea. Aplicar la legislación de la UE como a cada juez le parece bien y según la legislación nacional, es decir, que por encima de la legislación de la UE está la legislación nacional, es volver de nuevo a los nacionalismos, es levantar barreras entre los países y, por tanto, entre los ciudadanos; es olvidarnos de que a pesar de las deficiencias de la UE, ésta nos ha proporcionado a los europeos el más largo período de paz de los tiempos modernos, es olvidarnos de las muchas cosas buenas que nos ha aportado estar dentro de la UE.  Algo bueno debe de tener cuando tanto interés tienen Putin y Trump en destruirla. 

Sin embargo tenemos que reconocer que hay mucho nacionalismo en Europa. La simpatía que encuentra Puigdemont en Alemania o en Bélgica ni es casual ni es fruto de la pericia de los independentistas o de la impericia de los gobiernos españoles. Hay mucho independentismo regional, porque hay mucho nacionalismo de Estado. Y este nacionalismo de los Estados es lo que está  haciendo que Europa no funcione, que no pueda afrontar los grandes problemas sociales y que los ciudadanos se sientan desilusionados por la integración europea.

Hace ya mucho tiempo que los cuestiones importantes de Europa quedan fuera del control de las Instituciones de la UE (Parlamento Europeo, Comisión y Tribunal de Justicia), y se deciden  en el marco llamado intergubernamental, que no es el marco propio de la UE. Caminamos hacia una Europa de gobiernos y no de ciudadanos, hacia una confederación de Estados y  no hacia una Unión Europea.

Esperemos que los gobiernos se lleguen a poner de acuerdo sobre la aplicación de la Euroorden o, en caso contrario, tengan la suficiente modestia para recurrir al Tribunal de Justicia de la UE -de Luxemburgo- en una cuestión prejudicial, como se suele hacer en casos similares, para que el Tribunal decida cómo debe aplicarse la Euroorden. En las últimas décadas los gobiernos han venido poniendo trabajas tanto al Parlamento Europeo, como a la Comisión e incluso al Tribunal de Justicia, y todo esto con el consentimiento de los partidos nacionales. ¿Quién está impidiendo que la UE no funcione? No son los funcionarios de Bruselas.

Los nacionalismos regionales no desaparecerán mientras en Europa sigan primando los nacionalismos de Estado. A pesar de todo, no hay otro camino que la UE.

El nacionalismo de las regiones no desaparecerá mientras haya nacionalismos de Estado

Félix
de la Fuente

Corren días difíciles para la UE.  No se ha despertado aún del schok del Brexit y ahora la acechan nuevos problemas por parte de los países del Este. Por primera vez, está a punto de aplicarse el artículo 7 del tratado de la UE, es decir la privación a un Estado miembro de ciertos derechos que se deriven de los Tratados por haber violado los valores democráticos fundamentales, y en este caso concreto, por haberse violado el principio de separación de poderes por parte del gobierno de Polonia. 

Sin embargo y lamentablemente no es la primera vez que se da una violación de principios fundamentales e incluso de derechos fundamentales dentro de la UE. Basta con recordar la postura de algunos países de la UE respecto al problema de los refugiados o, sin ir más lejos, la imposibilidad o dificultad para participar en las votaciones del País Vasco que tenían las personas que habían salido de su casa huyendo de ETA, o el desprecio al derecho de los padres y de los niños a la educación en el idioma materno que se daba y se da en Cataluña y en otras regiones de España.
Si la UE se funda en los valores de la democracia y en el respeto a los derechos humanos, debe dotarse de medios para impedir la violación de estos principios
Si la UE se funda en los valores de la democracia y en el respeto a los derechos humanos, debe dotarse de medios para impedir la violación de estos principios. El hecho de que el artículo 7 del Tratado de la Unión Europea, que sería de aplicación es este caso, no se haya puesto en marcha nunca hasta ahora se debe en parte a lo difícil que resulta su aplicación. Para la simple constatación de que se están violando esos principios por parte de un Estado miembro se requiera la unanimidad de todos los Estados miembros. Basta, por tanto, que haya un solo Estado que no esté de acuerdo, y ya ni siquiera se puede hablar de la posibilidad de aplicar una sanción.

El Tratado de la UE, lo mismo que las Constituciones nacionales, deben ser de fácil aplicación, pero el freno de la unanimidad hace que  en muchos casos su aplicación sea imposible y, por tanto, el Tratado de la UE sea letra muerta. La unanimidad, por muy bonita que parezca esta palabra, es realmente algo antidemocrático en la mayoría de los casos, pues obliga a todos a someterse a la opinión de uno solo, que suele ser el menos democrático. La unanimidad es algo democrático,si se trata de una decisión libremente tomada, pero no cuando viene forzada por la amenaza de la parálisis.
Hay mucho nacionalismo aún en los Tratados de la UE, y el voto a la unanimidad es el ejemplo más claro de este nacionalismo
La unanimidad es el argumento de coacción que se guardan los Estados bajo la manga para defender sus intereses nacionales. Hay mucho nacionalismo aún en los Tratados de la UE, y el voto a la unanimidad es el ejemplo más claro de este nacionalismo. La UE, lo mismo que cualquier democracia, debe dotarse de medios adecuados para poder defender los valores democráticos en caso de violación.   Si resultare imposible aplicar sanciones a Polonia, a pesar de esta grave violación de uno de los principios más importante de la democracia, es que la UE no se ha liberado aún de los nacionalismos de los Estados.

Unión Europea: o es la unión de los ciudadanos o será un bodrio

Félix
de la Fuente Pascual

Hace una semana decía que la iniciativa ciudadana europea está muy lejos … de ser una auténtica participación de los ciudadanos. Tampoco se puede comparar con la iniciativa legislativa popular. En primer lugar, no es una iniciativa legislativa, sino una petición a la Comisión Europa para que presente al Parlamento Europeo una propuesta legislativa. El Reglamento (UE) nº 211/2011 del Parlamento europeo y del Consejo, de 16 de febrero de 2011 sobre la iniciativa ciudadana, por el que se regula esta iniciativa,  no dice, sin embargo, que la Comisión esté obligada a presentar la propuesta, ni tampoco en qué términos debe presentar la propuesta, y mucho menos que El Parlamento o el Consejo estén obligados a aceptarla. Por el contrario, la Comisión puede rechazar la petición (art. 225 del Tratado de funcionamiento de la UE).

La unión de los ciudadanos

No voy a decir que esta iniciativa no sirva para nada y que no signifique un paso, aunque sea de hormiga, hacia un mayor grado de democracia y de participación de los ciudadanos, pero dadas las dificultades para lograr las firmas necesarias  para esta iniciativa, dados los largos procesos y plazos hasta que la iniciativa llega al Legislativo, la no obligatoriedad tanto de la Comisión como del Parlamento Europeo y del Consejo para atender a esa petición, los muchos e importantes campos que quedan excluidos de esta petición, porque la Comisión no tiene competencia en ellos –seguridad, defensa y política exterior-; la importancia de este mecanismo es realmente mínima.

Si a nivel nacional, donde teóricamente el soberano es el pueble español, es decir los ciudadanos (Constitución Española), la iniciativa ciudadana juega un papel absolutamente irrelevante, ¿qué papel a jugar a nivel de la UE, donde la soberanía la tienen los Estados?

Es aquí donde reside el verdadero problema. Se pretende implicar al ciudadano en todo el proceso democrático de la Unión pero, por otro lado, ni los ciudadanos ni sus representantes a nivel europeo  –El Parlamento Europeo- tienen derecho de iniciativa para cambiar las Leyes europeas o los Tratados. Está muy bien que la Comisión Europea pida la opinión de los ciudadanos sobre esto, pero, si realmente busca la calidad democrática de la Unión, no necesita preguntar a nadie. Está muy clarito en los Tratados (y  desde su primera versión). Se trata de “una unión cada vez más estrecha de los ciudadanos de la Unión”, no de los Estados, ni de los partidos políticos (en realidad dice “pueblos”, pero toman esta palabra en el sentido de “ciudadanos”). Paralizar el proceso, buscar escusas, excluir al ciudadano es violar los tratados de la Unión.

Es curioso que a nivel de la UE no haya posibilidad de referéndum, que es donde más claramente se expresa la voluntad de los ciudadanos

Es curioso que a nivel de la UE no haya posibilidad de referéndum, que es donde más claramente se expresa la voluntad de los ciudadanosso que a nivel de la UE no haya posibilidad de referéndum, que es donde más claramente se expresa la voluntad de los ciudadanos. Un solo referéndum. No se pretende imitar a Suiza. Un solo referéndum en el que los ciudadanos podamos votar sobre las relaciones con nuestros representantes, en el que podamos expresar qué es lo que queremos y qué esperamos de ellos. Queremos saber si nos representan o representan a sus partidos. 

Actualmente, y no sólo a nivel europeo, los partidos políticos no sólo nos imponen nuestros representantes, sino incluso las condiciones -también las económicas- en que nos van a representar. De acuerdo, los partidos políticos son necesarios, y los parlamentarios deben tener libertad de acción, pero esto no quiere decir que tengamos que ser sus esclavos y que sean ellos los que nos impongan las condiciones para representarnos. 

Este es el verdadero cambio que necesitamos: una Europa de los ciudadanos, no una Europa de los partidos políticos, ni de los Estados.

La iniciativa ciudadana de la Unión Europea

Félix
de la Fuente Pascual

¿Estamos ante un Derecho de los ciudadanos o ante unas migajas que nos echan los políticos? Si queremos que los  ciudadanos  se interesen de verdad por la integración europea –pretender que se ilusionen son ya palabras mayores- lo primero que hay que hacer es decir la verdad. No podemos estar utilizando términos y conceptos  que se puedan prestar a confusión. No es lo mismo ciudadanía nacional que ciudadanía europea: como hemos visto con el Brexit, esta última nos la puede quitar cualquier Gobierno contra nuestra voluntad, sin que haya delito alguno de nuestra parte que lo justifique.

Tú puedes marcar el rumbo

Tampoco democracia tiene el mismo sentido a nivel nacional que a nivel de la UE, pues en ésta no hay una separación nítida de poderes –ni siquiera teórica-  entre el legislativo y el ejecutivo, ni el Consejo de Ministros, que es parte del Poder Legislativo a nivel de la UE, representa a todos los ciudadanos, pues solamente está compuesto por los partidos gobernantes, y éstos no han sido elegidos más que por una parte de la población.

En España, según la Constitución, la soberanía reside en el pueblo español. En la Unión Europa, las soberanos son los Estados, es decir, los Gobiernos

Tampoco el concepto de soberanía europea coincide con la soberanía a nivel  nacional. En España, según la Constitución, la soberanía reside en el pueblo español. En la Unión Europa, las soberanos son los Estados, es decir, los gobiernos.   No, esto no es pura teoría. Esto tiene graves consecuencias prácticas, pues el ciudadano se siente como un factor secundario, y no sólo porque la realidad no responda a una teoría democrática, sino porque la misma teoría deja ya mucho que desear desde el punto de vista democrático. El ciudadano europeo no se siente como sujeto de Derechos, sino como el niño a quien se le van haciendo regalos, por los que tiene que estar agradecido.

Y este es el caso de la iniciativa ciudadana europea, que tienen su nacimiento en el Tratado de Lisboa (es decir, tiene solo unos pocos años de existencia)  y ha dejado al descubierto sus grandes lagunas. Esta, según se lee en la fichas del Parlamento Europeo, es un importante instrumento de democracia participativa en la Unión que permite a un millón de ciudadanos de la Unión que residan en al menos una cuarta parte de los Estados miembros instar a la Comisión a presentar una propuesta de acto jurídico para aplicar los Tratados de la Unión.

La iniciativa ciudadana europea no es otra cosa que una petición a la Comisión Europa para que presente al Parlamento Europeo una propuesta legislativa

La iniciativa ciudadana europea está muy lejos, sin  embargo, de ser una auténtica participación de los ciudadanos. Tampoco se puede comparar con la iniciativa legislativa popular. En primer lugar, no es una iniciativa legislativa, sino una petición a la Comisión Europa para que presente al Parlamento Europeo una propuesta legislativa. El Parlamento Europeo no va a debatir lo que piden los ciudadanos, sino lo que proponga la comisión a raíz de la petición de los ciudadanos.

En segundo lugar, esta petición no va a dar lugar a un referéndum, como podría ser el caso en la iniciativa legislativa popular española. Además, está limitada a los asuntos en los que tiene competencia la Comisión. Esto quiere decir que en todos la asuntos en los que la Comisión ni tiene derecho de iniciativa, no hay posibilidad de iniciativa ciudadana. Por lo que quedan excluidos entre otros, campos tan importantes como los política exterior y los de seguridad y defensa.

La Comisión Europea se ha percatado de esto y pide la opinión de los ciudadanos para modificar  no sólo el reglamento que regula esta materia sino incluso los artículos de los Tratados en los que se funda la iniciativa ciudadana europea. “Nunca es tarde si la dicha es buena”, aunque esta dicha sea muy parca.

Hay otros aspectos preocupantes relacionados con este tema, también con la iniciativa legislativa popular, pero los dejo para la próxima semana.

En la UE la crisis está superada, pero en falso

Félix
de la Fuente Pascual

Con un desnivel de vida cada vez mayor entre los ciudadanos de los diversos países de la Unión, ¿podemos creernos que realmente hemos superado la crisis? Con un  porcentaje de población en riesgo de pobreza o exclusión social -23,1% en la eurozona según los últimos datos de Eurostat-, porcentaje que  sigue siendo superior  no sólo a los años que precedieron a la crisis, sino también a las cifras registradas durante la recesión, ¿podemos decir que hemos superado la crisis?

Evolución de PIB y salarios en España (Gráfico: La Opinión de Málaga)

Está bien despertar el optimismo, pero a los millones de trabajadores cuyo sueldo no les da suficiente para vivir ni a las personas en paro no  les sirven los gritos de optimismo. Puede ser que en algún país socialmente más avanzado que el nuestro tengan motivos para estar optimistas, pero en España y en otros muchos países, que son también parte de la UE, la situación no es nada halagüeña. Con un 17,5% de paro en España, ¿podemos decir que se ha superado la crisis?

El optimismo de la Comisión Europea y de ciertos políticos, lanzando las campanas al vuelo, no coincide con las cicatrices que estos diez años han dejado en amplias capas de la población

El optimismo de la Comisión Europea y de ciertos políticos, lanzando las campanas al vuelo, no coincide con las cicatrices que estos diez años han dejado en amplias capas de la población. De acuerdo que en ciertos aspectos la situación ha mejorado respecto a los inicios de la crisis, pero en otros muchos campos la situación sigue igual e incluso peor.

Y lo malo es que en estos diez años de crisis no hemos aprendido apenas nada. Se han tomado algunas medidas a nivel bancario, pero a nivel social y fiscal, eso que llamamos Bruselas, pero que en realidad son los grandes partidos políticos nacionales, sigue tan dormida como hace diez años. 

Tampoco se ha avanzado hacia la Unión, más bien se abrió la puerta a la disgregación de Gran Bretaña. Los grandes partidos políticos a nivel europeo, que deberían ponerse de acuerdo para hacer avanzar la integración, siguen más interesados en mantenerse en el poder o echar del mismo a los partidos opuestos que en el bien de los ciudadanos.

Ni se ha resuelto el problema del paro, ni tampoco el de la emigración ni el de la xenofobia, ni tampoco el problema de la deslocalización a otros países con mano de obra más barata, ni la deslocalización dentro de la UE puramente por motivos fiscales, y se ha retrocedido enormemente en el estado del bienestar. 

Y lo peor de todo es que no hay perspectivas de que la situación pueda mejorar considerablemente, pues nuestros partidos políticos no se han percatado aún de que el principal problema de Europa son ellos mismos. De siervos y representantes de los ciudadanos se han convertido en señores. Mientras ellos no cambien, la crisis seguirá tan viva como hace diez años.

“Son ustedes muy ridículos”

Félix
de la Fuente Pascual

➽ "Son ustedes muy ridículos". Con estas palabras políticamente incorrectas pero que espontáneamente salieron de su inconsciente el presidente de la Comisión, Juncker, puso el dedo en la llaga ante una realidad que afecta no sólo a los europarlamentarios sino a todos nuestros representantes políticos, ya sean europeos, nacionales o regionales. Estoy seguro de que la mayoría de 720 eurodiputados que estaban ausentes del hemiciclo en el momento en que el presidente de Malta rendía cuentas de su gestión tendrían una excusa con la que pretenderán justificar su ausencia. Incluso nos dirán que estaban haciendo algo más importante que escuchar las palabras de la persona que había estado representando a la UE durante el último semestre (Malta había estado representando a la UE durante el primer semestre del año). Esto es lo realmente preocupante. Los eurodiputados están cobrando un sueldo más que aceptable para que miren por los ciudadanos y traten de resolver los problemas de estos. Pero en lugar de estar en el hemiciclo, estaban, en el mejor de los  casos,  en reuniones de su propio partido, por no buscar otra  excusa. El desplazamiento a Estrasburgo o a Bruselas  de 750 diputados más los correspondientes funcionarios y asistentes supone unos cuantiosísimos gastos mensuales, que no se compaginan con la frivolidad con la que al parecer muchos políticos se toman estos desplazamientos.

Juncker

Pero esto mismo lo podemos aplicar a nivel nacional y autonómico. ¿Para qué elegimos a los parlamentarios, para que dicten leyes o para que se estén insultando constantemente ante las cámaras?  ¿Dónde está su lugar de trabajo, en el parlamento o en los estudios de la televisión? ¿Es necesario  que tengamos un número tan elevado de parlamentarios? ¿Tenemos que tener 19 leyes diferentes sobre cada uno de los temas que son competencia de las autonomías?  ¿Tiene que venir un chaval de 10 años a enseñarles a los diputados cómo se hace eso de ”copiar y pegar” con el ordenador? ¿Se han enterado acaso de que estamos en el siglo XXI y de que han cambiado radicalmente los sistemas de trabajo y que sin gastos de desplazamiento  y sin pérdida de tiempo se pueden solucionar desde casa o desde la oficina  la mayoría de los trámites?

Demasiado suaves han sido las palabras de Juncker. Me imagino los términos  que  cualquiera de nosotros habría empleado en dicha o semejante situación. “Sobra un tercio de los diputados”, eso es lo que nos dice Macron. Menos mal que hay un político en Europa que ha visto dónde está el problema y que, aunque sólo sea tímidamente, se atreve a buscar la solución ¿Qué porcentaje de parlamentarios tendría que desaparecer en España?

Europa en positivo

Félix
de la Fuente Pascual

Generalmente las  buenas noticias nunca son noticia.  Un ataque de bomba fallido dará materia para diez telediarios, que machaconamente nos estarán repitiendo la vida y milagros del agresor. Sesenta años de paz en nuestra Europa, tan acostumbrada a las guerras fratricidas, no merece siquiera una nota al pie de página. Por eso, tenemos que celebrar  que la Fundación Princesa de Asturias otorgara ayer el Premio Princesa de Asturias de la concordia 2017 a la Unión Europea. El jurado destaca el "modelo único de integración política supranacional" que representa esta Unión.

Premio Príncipe de Asturias

Es interesante que lo  tengan esto muy presente todos los políticos: los tradicionales, para que dejen de poner trabas al proceso integrador de los ciudadanos europeos, y los de nuevo cuño, para que no echen por tierra todo lo logrado hasta ahora, como si la auténtica democracia empezara con ellos.  Son muchas las críticas que se podrán hacer no tanto a la UE en sí ni a su proyecto, como  a los políticos que han tratado de desvirtuar el proyecto o de paralizarlo. Pero, aunque no tuviera en su haber otros logros la UE, el solo hecho de haber propiciado "el más largo periodo de paz de la Europa moderna", como ha resaltado el jurado, merece ya todo nuestro respeto y admiración, admiración que merecen también tantas personas que han dedicado su esfuerzo a este proyecto.

Valores como la libertad, los derechos humanos, la solidaridad, la democracia y la reconciliación “proyectan esperanza hacia el futuro

El reconocimiento que la UE muchas veces no encuentra entre los mismos ciudadanos europeos  se lo muestran los organismos e instituciones de todo el mundo. Recordemos que en 2012 recibió el premio Nobel de la Paz “por su contribución al avance de la paz, la reconciliación, la democracia y los derechos humanos en Europa”. Valores como la libertad, los derechos humanos, la solidaridad, la democracia y la reconciliación “proyectan esperanza hacia el futuro en tiempos de incertidumbre, proponiendo un ejemplo de progreso y de bienestar". Estos valores, que ahora vemos como algo evidente, no es algo caído del cielo sino en gran parte un logro de la UE.

Hace seis décadas los padres fundadores de la Unión sembraron la semilla de una Europa unida sobre las cenizas de una guerra devastadora. En el recorrido posterior se han forjado los lazos de una unión de pueblos que ha permitido embarcar a los europeos en un proyecto de paz, democracia y prosperidad. Hace treinta años España se sumó a esta aventura europea con entusiasmo y espíritu constructivo. Hoy es uno de los grandes protagonistas del proyecto europeo"; aseguran los presidentes de las tres grandes instituciones de la EU.

Estos días Portugal está sufriendo uno de los incendios más devastadores de su historia. Los españoles y la mayoría de los europeos lo estamos viviendo como si estuviera ocurriendo en nuestro propio país. Lo mismo ocurre cuando hay víctimas del terrorismo yihadista. Me gustaría que la prensa, en medio de esta tragedia de Portugal y de las muchas horas que dedican a los datos de este incendio resaltara la solidaridad de los bomberos españoles, franceses e italianos que están colaborando en este trabajo tan arriesgado. Nadie podrá devolverles a los portugueses los seres queridos y los bienes que han perdido, pero pueden contar con la solidaridad de todos los europeos y con las ayudas que les pueda prestar el Fondo de solidaridad de la Unión Europea.

Podremos ser de centro, de izquierda o de derechas, o incluso “antisistema”, pero lo que no podemos ser es “antieuropeos”, porque la UE, con todos sus defectos, es el símbolo de la solidaridad y de la concordia, y por  eso se merece el “Premio Princesa de Asturias”.

Nunca más una ciudadanía que me la puedan arrebatar

Félix
de la Fuente Pascual

Incluso los más acérrimos europeístas nos sentimos desencantados con la UE actual. Y sin embargo seguiremos luchando, porque no hay otra solución y porque, a pesar de todo y a pesar de los políticos actuales, la única forma de salvar la democracia y los valores de la sociedad europea, que tanto sudor y tiempo nos han costado conquistar -y que Europa ha conquistado también para el mundo-, es la Unión Política.

Para los próximos meses está previsto un debate en el Pleno de dicho Parlamento sobre “El impacto y las consecuencias del Brexit sobre los derechos adquiridos de los ciudadanos en la UE"

Si no me confundo y he sabido navegar por las difíciles aguas de la página web del Parlamento Europeo (y os aseguro que no es nada fácil), para los próximos meses está previsto un debate en el Pleno de dicho Parlamento sobre “El impacto y las consecuencias del Brexit sobre los derechos adquiridos de los ciudadanos en la UE".

No puedo adivinar en qué sentido se va a pronunciar, pero, en vista del informe que el propio Parlamento ha encargado a dos especialistas españoles en derecho constitucional, me temo lo peor. Hubiera deseado que ese informe estuviera ya a disposición del los ciudadanos, pues uno de los principios de que hace gala el Parlamento Europeo es “del derecho del ciudadanos a la información sobre la UE”, pero tendremos que esperar, y me limitaré a unas observaciones generales.

La poca información al respecto que he encontrado en Internet dice lo siguiente: “Ni libre circulación ni trabajo: los británicos "perderán" los derechos de la Unión Europea una vez que se haga efectivo el Brexit. Así de contundente es el Parlamento Europeo (PE), que advierte en su informe " de que esos derechos no deben considerarse "adquiridos" por los individuos y, por ello, se extinguirán una vez Reino Unido esté oficialmente fuera del club comunitario”.

La contundencia con que algunos declaran que los británicos han perdido todos la ciudadanía europea contrasta con las dudas que tiene el mismo Parlamento Europeo. Si no tuviera dudas, no habría encargado este informe.

¿Por qué insistir  de nuevo en este tema? Son muchas las razones para hacerlo y no quisiera que se me escapara ninguna: Porque no se trata de un tema puramente teórico, sino que afecta de manera trascendental a muchos ciudadanos, que, antes que británicos o que españoles o portugueses, son personas. Porque no quisiera que nos pasara a los españoles lo que les está pasando a los británicos, si un día España decidiera salir de la UE. Con los populismos y nacionalismos que se están fomentando y la poca convicción de nuestros políticos en defender la necesidad de Europa,  esto podría ocurrir en un día no muy lejano.

Porque el informe de estos especialistas en derecho constitucional –en ninguna parte he leído que sean especialistas en derecho de la UE- nos hablan de los derechos  de los ciudadanos de la UE, pero no hablan nunca de la ciudadanía europea, que es algo muy diferente y precisamente la fuente de todos los derechos relacionados con la UE.

Porque el Derecho de la UE no es Derecho internacional, sino supranacional,  es decir un derecho que está por encima y, por tanto, prima sobre los Derechos nacionales. Esto lo sabe cualquier estudiante de Derecho, y parece que nuestros políticos lo están olvidando. Si el Derecho de la UE le otorga a una persona el título de ciudadanía europea, ¿cómo es que un Derecho inferior, es decir un Derecho nacional, se lo puede quitar?

¿Puede el Parlamento Europeo quedarse impasible viendo cómo  a unos ciudadanos –a los británicos que votaron a favor de la permanencia- se los despoja contra su voluntad de la ciudadanía europea? ¿Es acaso necesario modificar los tratados de la UE para regular esta situación? Pues, ¿a qué se está esperando?

Si realmente fuera así, es decir que un Estado estuviera facultado para privar a sus ciudadanos –contra la voluntad de estos-  de la ciudadanía europea, sería más lógico, más sincero y menos fraudulento, suprimir de un plumazo de los tratados el concepto de Ciudadanía Europea. Ya está claro en los tratados que la ciudadanía europea no es una ciudadanía de primera división, pues depende de la ciudadanía nacional, pero es que con su actitud pasiva el Parlamento Europeo nos está diciendo que no tiene ningún in interés en defender a sus ciudadanos.

A los ciudadanos se nos podrá engañar una vez, pero no conseguirán tenernos eternamente engañados.  “Nunca más servir a señor que se me pueda morir”, dijo Francisco de Borja. Ante el féretro de Isabel de Portugal, mujer de Carlos V.  “Nunca más ilusionarme con una ciudadanía que me la puedan arrebatar”-

Luz en Europa

Félix
de la Fuente Pascual

Estas líneas van dirigidas en particular a todos los que están luchando por la integración europea. Merece la pena luchar. Europa se mueve.

A pesar de todo los ataques externos e internos al proyecto de integración Europea, la UE sigue viva y ha empezado a resurgir de sus cenizas, pero una  UE muy diferente a la que nos han venido vendiendo durante las últimas décadas. El triunfo de Macron en Francia, los movimientos de ciudadanos que están surgiendo por toda Europa (“Brimain in Spain”,  de los ciudadanos británicos residentes en España. “Pulse of Europe”, surgido en Alemania y que se está extendiendo ya por las principales ciudades españolas y que podríamos definir con la UE en positivo,  y “EU  I CAN”, otro movimiento internacional que trata de unir a todos los europeístas en activo, son sólo algunos ejemplos.   Estos tres movimientos coinciden en una cosa: han surgido espontáneamente promovidos por los ciudadanos, independientemente de los partidos políticos. El candidato favorito a la presidencia francesa, Macron, es el gran ejemplo de un movimiento europeísta ciudadano que sin partido político puede cambiar Francia y puede cambiar Europa. Hay otros muchos movimientos europeístas ya más antiguos, como “Juventudes Federalistas Europeas”, “Europeistas y Federalistas Europeos”, muy loables pero que no incluyo en este grupo,  porque no sé si son totalmente independientes de los partidos tradicionales. Si así fuera, habría cierta contradicción, porque lo primero que deberían hacer, sería tratar de cambiar a sus partidos.  Los partidos tradicionales, con su pasividad, su enchufismo, su corrupción y su despilfarro, son los que nos han vendido la idea de una Europa olvidada de sus ciudadanos. Además, éstos deberían haberse posicionado y haber denunciado por pasividad al Consejo de la UE ante el Tribunal de Justicia de Luxemburgo.

Es mucho lo que nos ha aportado la UE, muchos años de paz

Hay otros partidos abiertamente opuestos a la integración europea, y lo malo es que lo hacen en nombre del pueblo, como si las fronteras o los nacionalismos pudieran resolver mejor los problemas de los ciudadanos. Sabemos que son muchas las cosas que deben mejorar, pero sin una Unión Europea, tendríamos de nuevo enfrentados a los países europeos. Primero serían las guerras comerciales, y luego vendrían las verdaderas guerras de sangre.

Es mucho lo que nos ha aportado la UE, muchos años de paz. Y es mucho mayor el beneficio que habría podido aportar, si los partidos políticos no se hubieran hecho con el monopolio de Europa y de la política. Todos los monopolios son catastróficos, y el político aún más.

Estos movimientos europeístas no deben convertirse en un partido político, y si lo hacen, tiene que ser un partido radicalmente diferente, contrario a cualquier tipo de subvención y donde no busquen asiento los jóvenes que son incapaces de encontrarlo en el campo laboral. Un partido contrario al despilfarro  y que se base, en la medida de lo posible, en el voluntariado. Un partido transeuropeo, que no dependería, por tanto, de los partidos tradicionales y que implicaría a los ciudadanos de todos los países de la UE. Claro que esto último, que ya estaba aprobado por el Parlamento Europeo hace unos 20 años (informes Anastossopoulos y Rothley), lo tumbó el Consejo de la UE. ¿Por qué no lo denunció entonces el Parlamento Europeo? Los partidos tradicionales callaron.

Pero olvidemos, ni Le Pen, ni Podemos ni otros muchos partidos contrarios a la integración europea se van a quedar parados. Tampoco se quedarán parados Putin, que ha intentado jaquear la campaña de Macron, ni Trump ni Theresa May. Parados se van a quedar y siguen parados los partidos tradicionales, que parecen no haberse enterado de que ha pasado su hora y de que los ciudadanos europeos no queremos ningún tipo de fronteras, ni más guerras, ni más enfrentamientos ni entre países ni entre regiones. Queremos otra Europa.

Hay mucho camino por recorrer, pero vamos por la buena senda.

La Europa de los ciudadanos no está muerta

Félix
de la Fuente Pascual

Lo malo no es que Gran Bretaña se haya salido de la UE, ni es que los partidos “ultras” estén a punto de llegar al poder y que amenacen con abandonar el proyecto europeo. Lo malo es que los partidos que dicen defender la integración europea son mucho más “nacionalistas” que “europeístas” y no están convencidos de la necesidad de una unión política. Defienden una Europa de naciones, no de ciudadanos; una Europa económica, no social; una Europa egoísta, no solidaria; una Europa en la que poder ir colocando a todos sus subordinados y amigos. Defienden una Europa en la medida que favorece a su partido. Y esto se puede aplicar  tanto a los que se dicen de izquierdas como a los partidos de centro y de derechas. No están convencidos de lo que predican. Llevan 60 años dirigiendo la UE y lo único que han conseguido es desprestigiar al probablemente mayor proyecto integrador y solidario de los últimos siglos.

La Europa de los políticos puede ser que esté muerta, pero no la Europa de los ciudadanos

La figura de  Theresa May, la premier inglesa, abogando tímidamente por la permanencia de Gran Bretaña en la UE antes del Brexit y defendiendo después el Brexit con uñas y dientes la  ruptura total, podría ser la foto de muchos de nuestros políticos.  No necesitamos este tipo de defensores que hoy defienden una idea y mañana la contraria. “Qué tiempos aquellos en que uno de los máximos defensores de la Unión Política de Europa representaba al Partido Comunista en el Parlamento Europeo”. Me estoy refiriendo a Altiero Spinelli. Hubo un tiempo en que tanto los comunistas como los socialistas y los demócrata-cristianos estaban totalmente de acuerdo en la necesidad de una integración europea. Veían que este proyecto tenía mucho de solidaridad, algo que concuerda plenamente tanto con el verdadero comunismo como con el verdadero cristianismo y el verdadero socialismo. Quizás ahora no podamos aplicar a estos partidos el adjetivo “verdadero”.

Prisionero en la isla de Ventotene, donde se encontraba por oponerse al régimen fascista italiano, redactó Altiero Spinelli el famoso manifiesto “Por una Europa libre y unida. Proyecto de manifiesto”. Y lo hizo en papel de fumar para no ser descubierto. Era el año 1941. Entretanto, los europeos no hemos alcanzado la unidad y estamos a punto de perder  la poca libertad de que gozábamos. Estados Unidos, Rusia y China nos están imponiendo sus valores, su forma de vida y su capitalismo feroz y antidemocrático y están acabando con toda nuestra protección social.

"El ciudadano europeo se ha empezado organizar, pero sin querer saber nada de los partidos políticos, de los que se siente abandonado, si no traicionados"

El ciudadano europeo se ha cansado de esperar. Pasan veinte años, al menos, durante los cuales los partidos políticos están viendo impasibles  cómo se está desmontado el proyecto europeo. El ciudadano europeo se ha empezado organizar, pero sin querer saber nada de los partidos políticos, de los que se siente abandonado, si no traicionados. Listas alternativas a las de los partidos políticos para las elecciones al Parlamento Europeo, listas de personas defensoras de la Unión Política Europea, pertenecientes a los diversos países, que demuestren a los partidos tradicionales que no confiamos en ellos y que no son ellos los que nos tienen que proponer quiénes nos deben representar: este podría ser uno de los primeros pasos.

Lógicamente estas listas serán declaradas nulas, pero les habremos demostrado que somos muchos millones los que queremos la UNIÓN POLÍTICA. Porque aunque seamos muchos los que no queramos esta Europa, somos muchísimos más los que queremos otra Europa. Es hora de unir fuerzas: EU I CAN,  PULSE OF EUROPE y otros muchos movimientos están surgiendo por toda Europa. A estos deberían unirse también los ciudadanos de la UE residentes en el Reino Unido y los ciudadanos británicos que votaron a favor de la permanencia y están residiendo en países de la UE. La Europa de los políticos puede ser que esté muerta, pero no la Europa de los ciudadanos.

El ciudadano europeo, una máquina de votar

Félix
de la Fuente Pascual

Cada vez va siendo más claro y evidente: o los ciudadanos europeos, es decir los que nos sentimos europeos, reaccionamos y actuamos o el proyecto de integración europea se nos viene abajo, y con él tantos años de paz y de relativa prosperidad. Digo “relativa” porque esta prosperidad ni ha sido generalizada ni se ha repartido equitativamente.

Durante muchos años, los políticos europeos se han escudado en el pretexto de la unanimidad, es decir, en el pretexto de Gran Bretaña para justificar el parón en el proceso de integración europea: “se necesita unanimidad y los gobiernos de Gran Bretaña se oponen”. Esto ha resultado ser una mera excusa, pues ha pasado ya casi un año desde el referéndum de Gran Bretaña, y la UE sigue aún en punto muerto. 

El ciudadano europeo sigue desinformado

Entretanto, el ciudadano europeo sigue desinformado  y un día se encontrará ante hechos consumados, le gusten o no. A nuestros políticos ni siquiera se les pasa por la imaginación que son nuestros representantes, nuestros mandados, nuestros apoderados y no “nuestros amos y señores”. No les interesa tener unos ciudadanos informados, porque éstos les quitan protagonismo y, además, los pueden criticar. En esto coinciden todos los partidos políticos, ya sean de izquierdas, de derechas o de centro: en excluir al ciudadano. ¿Qué democracia es esta?  Cuando vamos a votar es como si fuéramos a comprar un coche y no tuviéramos más que una marca. Pocos son los que votan convencidos. Quizás sólo los afiliados a un partido. La mayoría votamos a los menos malos.  Votamos por miedo, no por convicción. Votamos a uno malo para que no salga elegido otro peor.

Si esto sucede a nivel nacional, a nivel europeo la desinformación, el desinterés se eleva al cubo. Los partidos se han hecho con el monopolio de la política, han desterrado al ciudadano de la esfera pública, y el resultado está ahí: populismos, xenofobia, nacionalismos de Estado, agonía del estado del bienestar.

Prescindiendo de los problemas internacionales a los que se enfrenta la UE,  hay dos asuntos especialmente graves a nivel europeo: La situación de los ciudadanos de la UE residentes en el Reino Unido y la situación de los ciudadanos británicos  -sobre todo de  los que no han votado a favor del Brexit- en otros países de Unión. En ambos casos  la solución no  debe suponer  algo negativo para estas personas, teniendo en cuenta, además, que muchas de ellas adoptaron la decisión de dejar su propio país, cuando no existía posibilidad de que un país abandonara la Unión. Aunque se trata de dos problemas diferentes, creo que se deben defender conjuntamente pues tienen las mismas connotaciones y  son más de un millón las personas afectadas, con lo cual la fuerza puede ser mucho mayor.

La UE no es una organización de carácter internacional en la que solamente pueden intervenir los Estados. Los ciudadanos de la UE son también sujetos de Derecho. Podemos y tenemos que defender nuestros derechos directamente, si los gobiernos no los defienden. Los derechos de las personas no pueden ser moneda de cambio para los acuerdos comerciales a que deberán llegar la UE y el Reino Unido. Y si no se llegara a un acuerdo de salida con el Reino Unido  -algo que no conviene a ninguna de las partes-  es la UE la que debe defender los derechos de sus ciudadanos. Son varias las posibles soluciones que se pueden dar a estos problemas, pero no podemos estar esperando pasivamente a que los políticos las propongan. Nos necesitan en el momento de las votaciones, pero luego les podemos hacer sombra. “En la tele no puede salir nadie más que ellos”. En realidad nos han tomado por una máquina de votar  sin corazón y sin sentimientos.

¿Defiende la UE a sus ciudadanos o somos moneda de cambio entre los gobiernos?

Félix
de la Fuente Pascual

Si ahora resulta que los ciudadanos españoles tenemos que pagar una multa diaria de 134.000 euros, porque durante 31 años los gobiernos españoles no han tenido tiempo de liberalizar el trabajo de los estibadores, estaremos pagando justos por pecadores. ¿Qué justicia es esta? Si los cientos de miles de españoles  y portugueses que están trabajando en el Reino Unido se ven afectados por las nuevas relaciones UE-Reino Unido, gracias a la feliz ocurrencia de  haber permitido en los tratados la posibilidad de salida incondicional y unilateral de un país, cuando antes una salida incondicional era no solo impensable sino también imposible, alguien les ha hecho una jugada. ¿Queremos que la Unión Europea sea un juego: “Ahora entro, ahora me voy”?

¿Defiende la UE a sus ciudadanos?

Si los miles de ciudadanos del peñón y del campo de Gibraltar empiezan a tener problemas por la decisión de un tercer país o del país colonizador, ¿realmente no puede hacer la UE nada por ellos? ¿Es sólo culpa del país colonizador? Si a los ciudadanos británicos que un día, cuando no existía la posibilidad de salida de la UE, decidieron trasladar su residencia en España o en otro país de la UE, se les ocasiona un perjuicio social y económico, no deberían ser ellos los que lo pagaran. Mientras el juego se está celebrando, es decir, mientras ellos quieren seguir viviendo en España, les cambian las  reglas del juego. Se trata de una ruptura de contrato, y no por parte de ellos.

En todos estos casos hay unos perjudicados que no son precisamente los culpables. Mientras los culpables se van de rositas, los perjudicados se ven desamparados por la Justicia. ¿Es tan ilógico lo que estoy diciendo? Pues esto mismo se lo intenté plantear a un eurodiputado, y éste ni siquiera me dejó hablar. Sí, uno de esos que deberían ser los representantes de los ciudadanos. Admito que la situación no es nada fácil, pero al menos hay que buscarla. Pero es que, además, no estoy culpando únicamente a Gran Bretaña del Brexit.

Prescindo de la gran responsabilidad que tiene el Parlamento Europeo  en la desilusión y el descontento que siente el ciudadano de la UE y que sentían muchos ciudadanos británicos, pero el hecho de haber admitido una salida unilateral y tan fácil de la UE es ir contra los Tratados, que piden ”una unión cada vez más estrecha entre los ciudadanos europeos”. Las instituciones de la UE, y en concreto el Parlamento europeo, han degradado los tratados y acuerdos de la UE convirtiéndolos en unos acuerdos puramente comerciales, en los que los gobiernos pueden entrar y salir cuando les parezca bien.  ¡Si al menos se hubiera consultado a todos los ciudadanos de la Unión!

Señores eurodiputados, si quieren que los ciudadanos sigamos sintiéndonos orgullosos del proyecto de Unión Europea, no conviertan la ciudadanía europea en una pantomima. ¿Me puede privar Francia a mí de la ciudadanía española? ¿Puede entonces Gran Bretaña privar a un ciudadano europeo de la ciudadanía europea? Me estoy refiriendo a los británicos a los que contra su  voluntad  se los quiere privar de  la ciudanía europea.

¿Tampoco hay forma de penalizar al gobierno español, o gobiernos españoles, sin penalizar a los ciudadanos no culpables? Los Tratados admiten penas para otros casos de incumplimiento. ¿Por qué no se pueden aplicar en éste?

Gracias, Europa

Félix de la Fuente Pascual
Secretario de Acción Política de CILUS

Supongo que los defensores de la integración europea no están muy contentos estos días. Estamos en trámites de divorcio con Gran Bretaña, y de un divorcio peleón. Una ruptura matrimonial no es algo muy agradable en sí, pero menos lo es un matrimonio mal avenido. Y esta es la pura realidad: Gran Bretaña nunca se llevó bien con la UE. No fue un matrimonio por amor, sino por interés, un matrimonio que –no es la primera vez que lo digo – nunca debería haberse celebrado.

Gracias, Europa

Por eso, este asunto debemos olvidarlo para  centrarnos en algo más positivo, en lo que ha significado y significa la UE para los países europeos  y, en especial, para nosotros los españoles. Y si somos sinceros, aunque todavía hay muchos errores e injusticias por corregir, tenemos que gritar bien alto Gracias, Europa por tantas cosas buenas:

Gracias, Europa, por habernos proporcionado 60 años de paz. Ha habido mucha sangre en España en estos últimos 60 años, es verdad, pero también en esto nos ha ayudado Europa, y no ha sido una guerra fratricida  a la que tan acostumbrados estamos los españoles. Gracias, Europa, por habernos ayudado a consolidar nuestra democracia, que aunque todavía deje mucho que desear, sin el control de Europa sería aún más débil. Gracias, Europa, por recordarnos constantemente que no puede haber discriminación por razón de la nacionalidad que uno tiene, lo cual se contradice con la discriminación que tenemos en España por razón de la regionalidad.

Gracias, Europa, por haber derribado fronteras, mientras otros intentan levantarlas

Gracias, Europa, por haber derribado fronteras, mientras otros intentan levantarlas. Gracias, Europa, porque muchos jóvenes españoles han podido encontrar en Europa el trabajo que buscaban  en España. Gracias, Europa, por haber contribuido y estar contribuyendo a que desaparezcan situaciones de injusticia, que nuestros gobernantes no se habían atrevido a abordar: cláusulas suelo, la estiba, energías renovables... Gracias Europa, por la defensa de los derechos humanos, aunque nos gustaría que el Parlamento Europeo se atreviera a tomarse más en serio la defensa de los derechos humanos dentro de los países de la Unión.

Gracias, Europa, por los sistemas de la seguridad social,  por el programa Erasmus, por el Euro, por los visados y controles desaparecidos. Gracias, Europa, por habernos hecho perder a los españoles el complejo de inferioridad y también el de superioridad. Gracias, Europa, por mostrarnos que hay caminos pacíficos para resolver los conflictos. Gracias, Europa, por haber hecho de la solidaridad, al menos teóricamente, uno de tus principios fundamentales. Gracias, en fin, por tantas cosas buenas que ahora vemos como normales pero que te las debemos a ti.

¿Quién ha triunfado en Holanda, Europa o el miedo?

Félix de la Fuente Pascual
Secretario de Acción Política de CILUS

La situación actual de Europa no es realmente muy optimista -tampoco la de España-,  pero una Europa xenófoba, una Europa nacionalista, una Europa con fronteras y con aranceles, una Europa de visados y de pasaporte, y, sobre todo, una Europa con sangre y guerras es todavía menos atractiva.  Pues esta Europa lúgubre, esta Europa del mediados  del siglo XX  es la que podía y puede aún venir. Los holandeses, un pueblo culto, se han dado cuenta de su responsabilidad y no se han dejado llevar ni por Trump ni por el Brexit. No se trataba de unas simples elecciones, sino de seguir adelante o de echar abajo todo lo logrado durante 60 años.  Aunque la amenaza está ahí, sin embargo ni los populismos  ni los partidos anti-Europa pueden -al menos hoy- cantar victoria.

Para muchos, el voto del miedo

Sin embargo el voto pro Europa es para muchos voto del miedo. No es el miedo que nos obliga a votar a un partido para que no salga elegido el otro partido que no queremos, como sucede normalmente en las elecciones nacionales. Es el miedo a que, si triunfan los partidos xenófobos y populistas,  la UE se nos venga abajo. No se trata de que triunfen unos partidos u otros. Se trata de todo o nada, de que la UE se mantenga o se nos hunda. Son  muchos los que piensan, incluso convencidos,  que la UE debe desaparecer, pero yo no quisiera que con el hundimiento de Europa se nos hundiera la democracia, no quisiera que con la caída de la UE pudieran prosperar los dictadores. Los que han nacido o se han criado dentro de esta realidad llamada UE y no han conocido la España anterior,  no pueden apreciar los grados de democracia y de solidaridad humana que nos ha supuesto a los españoles la entrada en la UE. Pero la rebeldía y la crítica no pueden llevarnos hasta el suicidio.

Votar por Europa no es darles una carta blanca a la Comisión Europa o al Consejo Europeo y mucho menos decirles “lo estáis haciendo fenomenalmente”

Votar por Europa no es darles una carta blanca a la Comisión Europa o al Consejo Europeo y mucho menos decirles “lo estáis haciendo fenomenalmente”. Los resultados de las elecciones en Los Países Bajos nos han demostrado que hay muchas personas desencantadas de Europa. Y es esto lo realmente preocupante. Algo se está haciendo mal en la UE,  cuando el descontento crece en países relativamente ricos y sin paro, como son Alemania, Francia, Holanda, y Austria.

No podemos estar votando eternamente guiados por el miedo

El triunfo de los partidos europeístas de Holanda es una noticia muy positiva para todos los que estamos convencidos de la necesidad de una Unión política de Europa. Pero no me gusta el triunfo del miedo ni una UE basada en el temor. No sé qué es lo que realmente ha triunfado en los Países Bajos si la idea de Europa o el miedo. Tampoco quiero unos Estados Unidos de Europa, si la mayoría de los ciudadanos nos se sienten atraídos e ilusionados por esta idea. Y no podemos estar votando eternamente guiados por el miedo. Quiero un voto de ilusión, un voto convencido. Para esto,  los políticos  tienen que presentarnos la Europa  en la que pensaban los fundadores de la UE, no la Europa actual. Tienen que presentarnos la Europa solidaria  y humana, no la Europa de los bancos y del capital.

Las próximas batallas -las citas electorales  en Francia y en Alemania- están todavía por ganar, y el miedo no es nunca la mejor arma.