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El ciudadano europeo, una máquina de votar

Félix
de la Fuente Pascual

Cada vez va siendo más claro y evidente: o los ciudadanos europeos, es decir los que nos sentimos europeos, reaccionamos y actuamos o el proyecto de integración europea se nos viene abajo, y con él tantos años de paz y de relativa prosperidad. Digo “relativa” porque esta prosperidad ni ha sido generalizada ni se ha repartido equitativamente.

Durante muchos años, los políticos europeos se han escudado en el pretexto de la unanimidad, es decir, en el pretexto de Gran Bretaña para justificar el parón en el proceso de integración europea: “se necesita unanimidad y los gobiernos de Gran Bretaña se oponen”. Esto ha resultado ser una mera excusa, pues ha pasado ya casi un año desde el referéndum de Gran Bretaña, y la UE sigue aún en punto muerto. 

El ciudadano europeo sigue desinformado

Entretanto, el ciudadano europeo sigue desinformado  y un día se encontrará ante hechos consumados, le gusten o no. A nuestros políticos ni siquiera se les pasa por la imaginación que son nuestros representantes, nuestros mandados, nuestros apoderados y no “nuestros amos y señores”. No les interesa tener unos ciudadanos informados, porque éstos les quitan protagonismo y, además, los pueden criticar. En esto coinciden todos los partidos políticos, ya sean de izquierdas, de derechas o de centro: en excluir al ciudadano. ¿Qué democracia es esta?  Cuando vamos a votar es como si fuéramos a comprar un coche y no tuviéramos más que una marca. Pocos son los que votan convencidos. Quizás sólo los afiliados a un partido. La mayoría votamos a los menos malos.  Votamos por miedo, no por convicción. Votamos a uno malo para que no salga elegido otro peor.

Si esto sucede a nivel nacional, a nivel europeo la desinformación, el desinterés se eleva al cubo. Los partidos se han hecho con el monopolio de la política, han desterrado al ciudadano de la esfera pública, y el resultado está ahí: populismos, xenofobia, nacionalismos de Estado, agonía del estado del bienestar.

Prescindiendo de los problemas internacionales a los que se enfrenta la UE,  hay dos asuntos especialmente graves a nivel europeo: La situación de los ciudadanos de la UE residentes en el Reino Unido y la situación de los ciudadanos británicos  -sobre todo de  los que no han votado a favor del Brexit- en otros países de Unión. En ambos casos  la solución no  debe suponer  algo negativo para estas personas, teniendo en cuenta, además, que muchas de ellas adoptaron la decisión de dejar su propio país, cuando no existía posibilidad de que un país abandonara la Unión. Aunque se trata de dos problemas diferentes, creo que se deben defender conjuntamente pues tienen las mismas connotaciones y  son más de un millón las personas afectadas, con lo cual la fuerza puede ser mucho mayor.

La UE no es una organización de carácter internacional en la que solamente pueden intervenir los Estados. Los ciudadanos de la UE son también sujetos de Derecho. Podemos y tenemos que defender nuestros derechos directamente, si los gobiernos no los defienden. Los derechos de las personas no pueden ser moneda de cambio para los acuerdos comerciales a que deberán llegar la UE y el Reino Unido. Y si no se llegara a un acuerdo de salida con el Reino Unido  -algo que no conviene a ninguna de las partes-  es la UE la que debe defender los derechos de sus ciudadanos. Son varias las posibles soluciones que se pueden dar a estos problemas, pero no podemos estar esperando pasivamente a que los políticos las propongan. Nos necesitan en el momento de las votaciones, pero luego les podemos hacer sombra. “En la tele no puede salir nadie más que ellos”. En realidad nos han tomado por una máquina de votar  sin corazón y sin sentimientos.