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La guajira volvió a triunfar

Carmen
K. Salmerón

A las nueve de la noche del primer sábado de abril tuvo lugar uno de los encuentros flamencos más esperados del año: la gala Flamencos por La Guajira, en el quinto aniversario de la asociación cultural situada a los pies de la Alcazaba almeriense. La Guajira ha pintado de muchos colores el panorama cultural: música, jam sessions, teatro, exposiciones de fotos, talleres didácticos y los fantásticos miércoles flamencos. La Guajira alimenta con nutrientes de extraordinario valor la curiosidad e inquietud de la ciudad del taranto. Ha pasado a ser, más allá de un lugar de reunión, de conciertos, el vientre en el que se han gestado grupos como los inigualables y altamente recomendados “Milonga Flamenca”.

La Guajira alimenta con nutrientes de extraordinario valor la curiosidad e inquietud de la ciudad del taranto

Y los tempranos, que habitan la ciudad del taranto, saben agradecer la mano que los alimenta. Una hora antes del inicio del concierto empezaba a arremolinarse el público en la explanada del Auditorium, frente al mar, hablando del cartel que estaba a punto de saborearse. Con puntualidad religiosa empezó la gala, que duraría algo más de dos horas.

Todas las galas cuentan con un conductor, más o menos avezado, más o menos atractivo, más o menos de moda. El elegido para la ocasión fue el excelente actor granadino afincado en Almería, de dicción impoluta, Jesús Herrera. Bocados de clásicos, bocados de poesía, bocados de sketches cómicos, incluso bocados de recitales, acompañado del pianista Alfonso Aroca (miembro del cuadro del flautista cordobés Sergio de Lope): La que diga que no miente, que diga que no respira, letra de Pepe Marchena, muy cantada por soleares y por otro granadino universal: Enrique Morente.

El cómico demostró un amplio bagaje en su carrera. Sobrado en recursos supo integrar la emoción de un niño imitando el pitido enfebrecido de un silbato (niño que resultó ser hijo de una afamada cantante almeriense); niño que también le proporcionó mucho juego a lo largo de la gala. La encargada de abrir el espectáculo fue la joven bailaora almeriense afincada en Madrid, alumna de María Pagés, Nuria Martínez. Se hizo acompañar por un cuadro espectacular, que goza de excelente salud y prestigio tanto en las tierras almerienses como fuera de ellas: el cante de Rocío Zamora y Cristo Heredia, y el toque bien sobrado de compás de José Bellido.

En honor a la tierra de Pedro el Morato, Nuria empieza bailando por tarantos, un baile recogido, sentimental, sobrio, casi dramático en sus llamadas, desplantes, escobillas y escorzos, recordándonos a Carmen Amaya y en su momento más contemporáneo, a la granadina Alba Heredia. “El taranto de Almería nació de la oscuridad (…) buscando la luz del día”, que cantó Rocío Zamora.

De tarantos, casi zambra, vira el cante y el baile por tangos. Continuó el cuadro y baile de la granadina Conchi Maya, un torbellino de energía y guiños a las bailaoras antiguas, a las bailaoras viejas formadas en la fiesta, lejos de la academia y a su visceralidad, al recurso del mandil como metáfora incluso del capote. El cante por soleá de Antonio el Genial le puso alas en los volantes :

“la noche del barro cayó
la noche del barro
y en vez de ‘salí‘ desnuda
salió ‘vestía’ de blanco
y en vez de ‘salí‘ desnuda
salió ‘vestía’ de raso”
letra que tanto ha popularizado otra Morente, Estrella.

Después de la Maya, la gala propició un giro. Hubiera sido el momento de un interludio, de comentar en el bar junto a una tapa y a un refrigerio lo que allí estaba pasando, de visitar el cuarto de baño e incluso salir a la calle a echar un pitillo. El flamenco no es un género para disfrutar a palo seco, parte importante de su concepto está asociado al buen arte de comer y beber.

Continuó pues otra clase de espectáculo, la presentación del álbum A night in Utrera, último trabajo de Sergio de Lope, sin duda continuador del camino abierto por Jorge Pardo. En buena ley conviene alabar la calidad de los músicos, el empaque, la unión y estrechísimo compás. Flamenco y jondura. Flamenco y loops. Cabe destacar su joven vocalista, el cantaor que sampleaba a los micrófonos, Matías Lópes El Mati, o la invocación a Morente y Sonic Youth.

También cabe destacar el baile de Cristina Ribera, que vuelve a la revolución de Carmen Amaya o Sara Baras (décadas después), abandonando lunares y volantes en pro del traje masculino. Y el fin de fiestas, por bulerías, levantó al público en una fuerte ovación acompasada. ¡Hasta el conductor de la gala se echó un cantecillo y una patadilla, con más ganas que otra cosa!

Triunfó. El concepto de La Guajira triunfó. Cabe animar desde estas líneas al público para hacerse socio y disfrutar de lo que allí se encuentra; no es fácil ni económico mantener un local con semejante abanico opcional y semejantes vistas a una de las alcazabas más grandes y antiguas de Europa, la de Almería (a ver si la Junta de Andalucía toma nota y la recompone antes de que acabe cayéndose a cachos). Vaya un ole por La Guajira y por los flamencos.