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Dónde está el alcalde de Almería

Teleprensa
Editorial

La situación de la Policía Local de Almería, lejos de aplacarse según pasan los días, se acrecienta si cabe. Desde que el Grupo Socialista pusiera en alerta la escasez de efectivos con la que contaba el cuerpo para garantizar la seguridad en la capital, esto precisamente es lo menos grave que se ha dicho de todo un colectivo que está en el punto de mira. Según se desprende de la actividad que recogen las redes sociales, los policías están hartos de los políticos que dirigen sus designios sin un criterio que ponga por delante el interés general y, por supuesto, sin ningún conocimiento técnico por parte de quien toma las decisiones. Porque aquí parece claro que, al margen del currículum de los mandos, éstos toman las decisiones orquestados por un gobierno local en el que se echa de menos la figura del alcalde.

El alcalde de Almería, Luis Rogelio Rodríguez Comendador, parece más preocupado por viajar a Londres -para la supuesta promoción turística de la ciudad- y dejar que el ciudadano olvide que su esposa ha sido nombrada asesora de la Diputación que por dirigir la Casa Consistorial y poner un poco de orden en asuntos de tanto calado como equilibrar y encarrilar la situación de la Policía Local o solventar la marcha de Telvent y las consecuencias que de ello se deriven. Tal vez asentar su posición en el partido de cara a los comicios generales, donde aspira a ser senador, le tiene distraído, pero ese juego de cargos que trata de compatibilizar le están mermando a día de hoy capacidades para dar respuesta al ciudadano que le votó.

Lo cierto es que sobre la Policía Local de Almería se han deslizado acusaciones gravísimas que abarcan desde la forma en la que entrar al cuerpo hasta los sospechosos parentescos familiares detectados.

Pero hay más. Los cargos que se caen se amortizan, lo que da a entender el escaso valor que se tiene de los mismos, y ahora además sabemos que hay imputaciones sobre coacciones ni más ni menos que contra su máximo responsable a nivel técnico. Eso por no decir el uso y abuso que algunos políticos hacen de estos agentes para sus particulares asuntos, porque no se entiende que un alcalde tenga que llevar a varios escoltas cuando sale de cena por la noche o que a periodistas incómodos les multen por infringir normas que no existen. Lamentable.

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