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Los sindicatos tras la huelga

Anyes Segura
 
Ríos de tinta nos esperan con miles de reflexiones en torno al supuesto éxito o fracaso de la huelga del 29-S; miles de experiencias de trabajadores que quisieron trabajar y no les dejaron, otros tanto que les dejaron y no querían, y muchas más experiencias de una fecha que pasará a la historia como la huelga general de la crisis económica de la etapa Zapatero.
 
Pero me temo que poco se dirá del futuro real de las cuestiones que han llevado a esta huelga, o de la situación de los propios sindicatos. Mucho se dirá en torno a esto, pero poco se creerá. Lo cierto es que después de lo ocurrido en la jornada de huelga, y después de la exhibición de músculo de las centrales sindicales en nuestro país, el éxito de éstas no es el fracaso del gobierno de Zapatero. Los sindicatos no tienen un pasado que nos hagan dudar de su presente, ni están construyendo su futuro en terreno ilegal. Más bien, están haciendo uso de su legítima responsabilidad democrática de convocar y llevar a término una huelga general por unos motivos concretos, si bien el gobierno no va a dar marcha atrás en sus argumentos económicos, aunque algunos de ellos sean, por supuesto, discutibles, y por lo tanto, objeto de debate, diálogo y negociación.
 
Porque debemos tener bien clara una máxima que Forges plasmó de forma magistral en su viñeta con respecto a la huelga: "yo voy, tú vas, él va, nosotros vamos, vosotros vais, ellos se forran". Ellos se forran y otros se frotan las manos, ya que el principal partido de la oposición hoy se encuentra rezando -rodilla hincada- para que la huelga no sea un éxito (y por lo tanto, los sindicatos caigan en el abismo de la falta de credibilidad) pero que suponga un duro revés al gobierno (y así poder seguir haciendo campaña electoral sólo con los resultados de las encuestas). Y es que el principal partido de la oposición tiene clara sus políticas anti-sindicales: quitar más de 2.000 liberados en la comunidad de Madrid y recortar las horas sindicales de los más de 280 comités de empresa son sus soluciones. Esto es, ni más ni menos, que perseguir a los sindicatos y hacer huelga contra la recuperación económica.
 
Y es que, a día de hoy, hay quien se ha propuesto convertirse en la Margaret Thatcher de Madrid, con el peligro que ello conlleva, pues recordemos que la dama de hierro (la de verdad) ha pasado a la historia por ser la responsable de "liberar a los trabajadores de la infinita servidumbre a que los tenían sometidos las mafias sindicales en el país donde se inventó el sindicalismo" (palabras textuales de su último discurso disponible en la red, en www.highbem.com) y de haber convertido el Reino Unido en el único país del mundo donde había más accionistas de grandes empresas que trabajadores sindicalizados. Ese no es el futuro que queremos para los representantes de los trabajadores en nuestro país. Puedo decir que mi afiliación política fue unida a la sindical, y así seguirá siendo.

29-S: huelga de funcionarios

Javier Salvador
Director de Teleprensa

Pero miren las fotos bien y quédense con las caras, porque la de mañana no es una huelga general normal, es una a la que acudirán sobre todo funcionarios y personal de las administraciones, y no todos porque hay muchos que no están dispuestos a perder un día de sueldo tal y como pintan las cosas.Hoy martes deberíamos parar los medios de comunicación, por eso de que el concepto de huelga general es tan antiguo que cuando se idean los calendarios aún se piensa que en prensa todo es papel. Pero que nadie se preocupe, que mañana hay periódicos, de hecho hoy se están haciendo y mientras unos toman la calle para manifestarse otros seguirán montando páginas, subiendo informaciones, haciendo cortes de radio o totales de televisión para que durante todo el día tengan una visión amplia de lo que se ha conseguido con la huelga general.

Esta huelga le está saliendo tan mal a los sindicatos, y no digo que no sea necesaria, que aún no sabemos si es contra el Gobierno, contra una reforma que ellos y patronal no fueron capaces de pactar o un complicado ejercicio de reafirmación del papel de los sindicatos de cara a la galería. Que nadie olvide que a día de hoy, el mayor perjudicado por la huelga general, puede ser precisamente el convocante.

Y sí, podrán parar Madrid, el transporte público y todo aquello que dependa de las administraciones, pero lo que no van a conseguir es parar el país.

Pararán las grandes empresas, ese diez por ciento largo del tejido económico, porque es allí donde los sindicatos tienen mayor presencia, pero la realidad española la forman un ochenta por ciento de empresas pequeñas o muy pequeñas, y esas no van a parar. Algunos bajarán las persianas conforme pasen los piquetes y volverán a subirlas una vez que doblen la esquina. Pocos son los que quieren parar, y menos aún los que quieren problemas. Nadie busca enfrentamientos, pero el de mañana no va a ser un día fácil y de ahí la necesidad de jugar limpio, respetando el derecho a la huelga, pero también el de quienes quieren trabajar o, por lo menos, no perder un día de sueldo. Y ahí es donde a muchos no le salen las cuentas, porque pierden más por un día de paro en el que no van a conseguir nada, que aquello que les han rebajado de su nómina al mes.

Un amigo me decía ayer que abrirá su tienda, en pleno Paseo de Almería, y que cuando se acerquen los piquetes hará que sus empleados les respondan si quieren o no ir a la huelga, pero mantiene que no dejará pasar a ninguno de ellos a su establecimiento hasta que no le digan dónde trabaja cada uno de ellos, si es sindicalista liberado o no lo es, -hay mucho más de 300 en Almería y ellos será el grueso de los piquetes-, porque no está dispuesto a que un tipo cualquiera con una banderola de plástico y que ni tan siquiera va a perder un día de sueldo le cierre a él su negocio.

En cierta medida uno de los problemas de mañana es, precisamente, la imperiosa necesidad de los sindicatos de hacer funcionar esta huelga, mientras por otro lado el sector más conservador de la sociedad, la derecha, la quiere hacer fracasar a toda costa para demostrar la debilidad del sistema sindical. Dos polos opuestos, que llegan muy calientes a la cita del 29S y que al más mínimo roce puede hacer saltar chispas y algún que otro empujón, porque mañana nadie va a parar a nadie a la fuerza, por ahí ya nadie pasa.
(Publicado en teleprensa.es)