El Partido Popular ha instalado en Andalucía una peligrosa costumbre: gobernar prescindiendo de la verdad. El caso de los cribados de cáncer de mama es quizá el ejemplo más doloroso. Durante semanas se aseguró que el sistema había funcionado en Almería, que todo estaba bajo control, pero la realidad ha acabado por imponerse tras reconocer la propia Junta que diez mujeres en la provincia no fueron informadas de que debían repetirse las pruebas. Nadie ha dimitido ni tampoco ha pedido disculpas por ello.
¿Cuánto cuesta mentir en política? No parece que mucho. Lo hemos visto en Madrid con los 7.291 fallecidos en las residencias durante la pandemia o con el reciente caso de la pareja de Ayuso, donde un bulo ha tenido más peso que la verdad. ¿Por qué? Porque -según el PP- mentir no es ilegal.
Bajo esa premisa, la barra libre de la mentira ya corre como la pólvora entre las filas populares. En Andalucía, Moreno Bonilla presume de una inversión sanitaria histórica, a pesar de que los hechos lo desmienten. Si estamos peor que nunca, resulta imposible creer que ese dinero haya reforzado realmente el sistema público. ¿En qué se ha empleado entonces?
En Valencia, Mazón no ha tenido reparo en cambiar su versión sobre lo que hizo o no hizo el fatídico día de la dana para esquivar su responsabilidad. Lo mismo que Feijóo, que afirmó haber estado informado en tiempo real por el presidente de la Generalitat y nunca ha querido aclarar nada más, pese a las evidentes contradicciones de su relato. Los dirigentes del Partido Popular creen que una mentira repetida lo suficiente termina calando.
De ahí ese desprecio por la verdad, que explica también que la calumnia y el insulto se hayan convertido en sus nuevas armas políticas, en una suerte de carrera con Vox por comprobar quién es capaz de embarrarlo todo un poco más. Mentir no debería salir gratis. No puede salir gratis cuando hablamos de salud, de una catástrofe o cuando se utiliza para destruir al adversario político.
Entre otras cosas porque la mentira convertida en práctica institucional erosiona la confianza de la ciudadanía y degrada gravemente la democracia. En cualquier caso, quizá la pregunta que debamos hacernos no es por qué el Partido Popular miente por sistema, sino por qué cree que puede hacerlo impunemente.

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