Cuando, hace 130 años, el cine irrumpió en
Almería en una noche lluviosa de noviembre, iluminó la vida de los almerienses.
Aquel primer parpadeo en el Teatro Novedades fue una fascinación desconocida.
Tres años después, cuando dejó de ser rareza, en las entrañas de la ciudad
comenzó a germinar el deseo de contar lo propio.
Fue entonces cuando Victoriano Lucas, el
primer realizador almeriense -hoy tan injustamente olvidado-, se atrevió a
narrar con imágenes y a fijar en el celuloide la historia de una ciudad que
cambiaba y desarrollaba su vida social. Aquellas cintas viajaban de familia en
familia y a veces se perdían o acababan arrinconadas. Lucas, quizá por su
formación de artista, entendió la cámara y aprendió a posicionarla con una
mirada pausada, buscando el plano adecuado y la iluminación que la luz de
Almería le regalaba. En aquellas grabaciones recogió muchas miradas del latir
de la ciudad, con sus códigos diversos y una narrativa contraria a la actual.
Esas imágenes, probablemente dispersas aún en maletas y baúles, siguen siendo
una memoria por recuperar.
El destino fue hilándose y, desde aquella
fría noche de noviembre, Almería firmó un pacto con la luz y la sombra; una
promesa que culminaría décadas después, cuando la ciudad se convirtió en
escenario donde David Lean rodó algunas de las más hermosas odiseas del cine y
Anthony Mann situó a la provincia en el mapa internacional. Junto a los
pioneros del spaghetti western, trajeron la ambición de las grandes
producciones de Hollywood y del cine de prestigio. Aquellos directores no
buscaban un mero paisaje, sino la misma alma con la que Victoriano Lucas filmó
la ciudad: la luz. Una luz intensa, sin filtros, que esculpe las aristas del
paisaje y otorga a la piel de los actores un dramatismo irrepetible.
Por esa herencia y esa forma de mirar, Almería terminó convirtiéndose cada noviembre en destino cinematográfico, cuando regresa el Festival Internacional de Cine y la ciudad revive a Victoriano Lucas, reconoce a quienes llegaron después y homenajea a quienes siguen ampliando aquel primer gesto de asombro en el Teatro Novedades, una tarde fría de 1896. Desde entonces, Almería vive -más que nunca- atravesada por el cine.

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