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Almería desabrochada

Manuel León
Periodista

El pasado domingo, los turistas que paseaban por el centro histórico de Almería se sobresaltaban de ver una cola casi kilométrica de vehículos petrificados haciendo sonar el claxon. La caravana estabulada se alargaba desde la zona del Bahía de Palma hasta el Hospital Provincial. El motivo era que, debido a las obras en marcha que asedian la zona, el trenecito turístico, articulado como un gusano, había quedado embarrancado por el corte parcial de la calzada. Tardó media hora en deshacerse el entuerto y fue finalmente gracias a la pericia del auriga ferroviario que consiguió escabullirse por los márgenes como un Vinicius y continuar la ruta. 

Si uno se da estos días de cuaresma una vuelta por la zona de la Seo almeriense: calle Velázquez, los Duendes, Paseo de San Luis, Braulio Moreno, La Reina o Pedro Jover, comprobará cómo puede quedar atrapado como en una ratonera a menos que se descuide. Las obras cercan todos estos santos lugares, en carne viva desde hace semanas, entre cemento y palustre, entre adoquines  levantados y vallas metálicas. No parece que haya prisa por terminar. Si hubiera prisa verdadera, se doblarían turnos de trabajo, pero no se hace. El cielo puede esperar. La Plaza de Gómez Campana, antepasado de los Gómez Angulo, es un ecce homo desde hace más de un mes. No solo ocurre en el centro de la ciudad, también acaece en los barrios: en el Zapillo, en Los Molinos, en Oliveros, Altamira etc. Y  también en la mayoría de los pueblos de la provincia, desde Adra hasta Pulpí.  Y no es endémico de Almería, también aflora en Lugo y Formentera. 

No es nuevo: ya lo inventó Madariaga cuando fue presidente de la Diputación de Almería durante el Directorio de Primo de Rivera: "obras, obras y más obras", para acallar al proletariado. En esa época de los felices años 20, la Diputación de Almeria llegó a contar en el departamento de obras públicas con una brigada de 150 empleados entre capataces y obreros. La contrata de la Carretera de Garrucha a Los Gallardos, conocida como la Carretera del Hambre llegó a emplear a más de100 jornaleros.

Es amanecer un año electoral y ponerse nerviosos los gobernantes locales queriendo hacer a última hora, como los malos estudiantes, lo que no han hecho en cuatro años y todo a la vez, creyendo que si los almerienses vemos máquinas y albañiles en las calles nos ponemos cachondos y ya tienen el voto asegurado, cuando es todo lo contrario: el enfado de los vecinos del centro es tal que si mañana fuese 28M, la abstención quizá sería mayoritaria. Es el mantra cortoplacista concebido por Keynes en la Gran Depresión neoyorquina: “Alcalde Fiorello, haga usted agujeros en la calle y la economía empezará a fluir con los jornales del hambre, los obreros se comprarán zapatos nuevos y a usted le votarán”. 

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