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La desaladora del Bajo Almanzora

Guillermo Mirón
Periodista

¿Es posible pasar de la vergüenza a la esperanza en cuestión de minutos? Parece que sí. Eso es lo que sucedió en La Moncloa este miércoles durante el Consejo de Ministros celebrado y en el que se aprobó el inicio de la tramitación necesaria para la reparación y puesta en marcha de la desaladora del Bajo Almanzora situada en Villaricos (Cuevas del Almanzora).

Esta infraestructura vio la luz años atrás como parte imprescindible para la prosperidad del sector agrícola del Levante y el Almanzora. Fue en el año 2008 cuando comenzó a dar los casi veinte hectómetros cúbicos que se esperaban de ella desde su inauguración. Duró cuatro años.

Las trágicas inundaciones acaecidas en 2012 la dejaron inservible, aunque esto no solo se explica con las fuertes lluvias. Para ello fue imprescindible construir esta instalación en medio de una rambla con alto riesgo de inundación. Casi 100 millones de euros terminó costando levantar esta infraestructura ahí. En un espacio que, más temprano que tarde, el agua acabaría reclamando como suyo.
 

Desde aquel entonces ha llovido mucho y lo que queda de desaladora ha sido testigo pasivo de nuevas venidas de agua y de todo lo que ocurría a su alrededor durante los nueve años siguientes. Eso es. Rindió durante cuatro años y ya acumula nueve sin poder ofrecer una gota de agua a un campo que se sigue muriendo de sed.

Con este historial, no es de extrañar que los regantes de la zona no tardasen en apodarla como “la desaladora de la vergüenza”. Ese ha sido el sobrenombre con el que se han referido a ella una y otra vez. Igual buscando ver si caía la breva y, a algún responsable político, se le pegaba lo de la “vergüenza”. No hubo suerte... hasta este martes, cuando ese Consejo de Ministros cambió en unas horas lo que nadie ha querido cambiar en nueve años. Suena casi ofensivo si no fuera por lo positivo de la noticia. 

La desaladora de la vergüenza ha pasado a ser la de la esperanza (eso sí, a largo plazo con unas obras estimadas en cuatro años) y se une así a los avances aún insuficientes para pelear el agua del Trasvase Tajo-Segura.

Lo cierto es que con estos avances no es exagerado afirmar que algo está cambiando. Y no precisamente porque tras varios gobiernos de diferente signo, a los responsables públicos les haya caído en que este 20 de julio era un buen día para aprobar esos casi 20 millones de euros para su reparación.

Su predisposición y por supuesto la aprobación del real decreto es una medalla que nadie les quitará. Cierto. Pero cuesta imaginar que esto hubiera llegado a ocurrir si no llega a ser por una nueva lección de las gentes del campo levantino. Entidades como Feral o Aguas del Almanzora y que no se han cansado de reivindicar desde hace años la reparación de la desaladora y las condiciones del campo en general.

Lo han hecho con palabras y declaraciones, como suele ser habitual, pero también con acciones. Esas a la que es tan poco dada la sociedad almeriense pero que, cuando se suceden con la intensidad necesaria, por norma general suelen recibir a cambio la respuesta deseada. Conviene recordar que ya en 2016 se produjo una concentración de regantes junto a la desaladora que, a día de hoy, sigue inutilizable.

El siguiente reto según han valorado los regantes es el de acelerar los plazos y reducir esos cuatro años de espera hasta su nueva puesta en marcha. Pero será ya otra batalla que pelear junto a la del Tajo-Segura y el Trasvase del Negratín. La de la “desaladora de la vergüenza” ya es, salvo contratiempo mayúsculo, agua pasada.

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