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La restauración del convento almeriense de Las Puras

Antonio Gil Albarracín
Doctor en Historia

La reciente aparición del libro del arquitecto Eduardo Blanes Arrufat sobre el trabajo que ha desarrollado con oficio aprendido y sensibilidad acreditada entre los años 1987 y 2005 para la restauración del convento de la Purísima Concepción de Almería, que desde el año 1515 ha estado ocupado por una comunidad concepcionista, salvo escasos momentos aciagos de nuestro pasado, nos permite reflexionar sobre los trabajos de restauración llevados a cabo en Almería en las últimas décadas.

Convento de Las Puras (Foto: Almería is Different) 

Edificio ocupado por una comunidad de clausura, ha mantenido históricamente limitado el acceso al mismo, excepto a la iglesia, que siempre ha permitido el acceso a los fieles, por lo que su auténtico descubrimiento ha supuesto el indudable hallazgo de una extraordinaria arquitectura del siglo XVI que, sin duda, enriquece la imagen histórica de una ciudad tan destruida por actuaciones excesivas, a menudo sin sentido. 

En la provincia de Almería se han adoptado decisiones contra nuestro patrimonio guiadas por la frivolidad, que a menudo han supuesto atentados bárbaros, casi siempre aprobados y financiados por las autoridades que tenían la obligación de impedirlos. Se han aislado en rotondas de carreteras mausoleos romanos o se han destruido los recubrimientos que habían preservado su arquitectura durante cerca de dos milenios, desencadenando procesos de desmoronamiento prácticamente irreversibles.

Se han acometido costosas restauraciones sin tener conocimiento de los edificios sobre los que se intervenía, por falta de estudios históricos competentes, a pesar de su declaración de Monumento o Bien de Interés Cultural, abusando inconscientemente de una imaginación que probablemente habría sido de mayor provecho en otros destinos. Actuaciones que se han agravado estúpidamente en las últimas décadas con el empleo casi constante del costosísimo acero corten para desgraciar sin piedad ni conocimiento murallas y castillos.  

Frente a actuaciones tan disparatadas, que están desgraciando buena parte de nuestro patrimonio, Eduardo Blanes Arrufat ha realizado durante su trayectoria profesional excelentes restauraciones en Almería como la de la mezquita almohade, desde hace siglos ermita de Jesús Nazareno, de Fiñana o el templo parroquial de Santiago de Vélez Blanco, entre otras.

Otra de esas actuaciones, la más importante de todas, por su volumen y emplazamiento, es la del convento de las Puras, como popularmente se conoce, fundado por Teresa Enríquez, con el legado de su esposo Gutierre de Cárdenas, que hace años cumplió medio milenio del establecimiento de su comunidad. Sobre los solares de unas casas entregadas al aristócrata se erigió un edificio que con el paso del tiempo reuniría los estilos gótico, renacimiento, mudéjar y barroco, a los que se añadiría el neogótico en el siglo XIX. 

La convivencia de dichos estilos, adaptados a las necesidades de un conjunto conventual, se fue realizando con armonía y coherencia. No obstante, diversas actuaciones inadecuadas, realizadas durante el siglo XX, habían acelerado el deterioro impuesto por el paso del tiempo y la falta de un mantenimiento adecuado. 

El desmantelamiento de las citadas intervenciones fue uno de los primeros objetivos de la nueva intervención con el fin de restaurar el respecto al monumento y a su historia, que ha sido la máxima siempre presente en la actuación que comentamos en el convento de la Puras, como popularmente se conoce, recuperando las soluciones adoptadas durante el pasado y aplicando las medidas técnicas, a menudo complejas, que aseguraran su futuro, sin que su empleo significara un protagonismo que siempre se ha reservado para el monumento. 

El trabajo de restauración que relaciona el libro citado, que complementa el texto con excelentes ilustraciones, es un testimonio de oficio y conocimiento arquitectónico que acredita que la recuperación y puesta en valor de edificios históricos puede alcanzar cotas de excelencia, no exentas de humildad y modestia del arquitecto, que evita un protagonismo inconveniente, para darle la prioridad al respeto y a la recuperación del valor de la obra en la que se ha intervenido.

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