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In memoriam: Darío Fernández, abogado del "Caso Almería"

Antonio Torres
Periodista

Darío Fernández Álvarez, fallecido ayer, nació en 1939 en la localidad almeriense de Santa Fe de Mondújar. En su casa cueva preparó el Caso Almería y recibió al periodista Antonio Ramos Espejo que escribió el primer libro sobre la muerte de tres inocentes en 1981 a manos de guardias civiles, que no la Guardia Civil. Era un hombre con una cultura profunda, desafiante con los poderosos, decepcionado de la “politización de la Justicia”, agnóstico y “practicante” de la defensa del medio ambiente y de la cultura anglosajona respecto al Derecho. Un estudioso permanente y contestatario de lo establecido. Universidades portuguesas, alemanas, inglesas y un viajero voz por todo el mundo, Machu Picchu, Selva Negra. Cualquier rincón de abandono, de basuras, o especulación urbanística, ahí estaba. Los Millares, estribaciones de Sierra Filabres. Antes de la pandemia, Bédar, Alhama, Gádor y su residencia de Huércal del Almería que le sirvió para caminar y caminar por el desierto de Tabernas.

Yolanda y Darío, en una foto reciente

Cada mañana temprano salía al campo, acompañado de su amor, Yolanda, Yoli, y su adorable perro “Paco” del que en alguna ocasión me escribió que les abría camino y le anunciaba si había algún desnivel o algo extraño. Por esa incesante actividad sica, su muerte, ayer en Torrecárdenas, nos partió el corazón a los que le respetábamos y admirábamos. Teníamos pensado, junto a Francisco Javier Mañas Morales, pasar un buen día en su refugio de Benecid (Fondón) y mostrarme sus conclusiones de algunos libros históricos que había conseguido en la biblioteca de Laujar sobre la Rebelión de los Moriscos y la convivencia de las Tres Culturas del Mediterráneo.

Su pareja, Yolanda, estaba desbordada y sin consuelo por la repentina desaparición. “Su debilidad, como sabes, eran los bronquios. El lunes por la tarde parecía que remontaba y este golpe es muy duro”. Tenían muchos proyectos y el compromiso medioambiental. En los últimos años , mis contactos con Darío Fernández eran a diario por las redes sociales. El último mensaje es de hace unos días. ¡Buen día! Más avanza la estancia aquí y más crece la compenetración con percepciones suaves y volátiles. No pido salidas salvo a pueblos contiguos y de paso. La gente es ESCANSALOSA en decibelios y en CONTENIDOS. Hoy tengo en mente un paseo liberador a Ugijar. Vamos a un café (Al Andalus) con terraza relajante. La última vez hablé con un par de gitanos cosas novedosas sobre su ´mundo´. Creo que el acercamiento es más integrador desde ellos al esquema dominante. Paso muchas horas en casa con la vista sobre libros. Veo que la ´explosión´ de la juventud agita al sentido común como una horda mongólica. Predigo que en el mes en curso el rostro de España pasará a . . . ¡LAMENTOS DE RETROCESO! Estos pueblos los ´siento´ DESVITALIZADOS, sin juventud y el campo tradicional abandonado a su suerte. Con esos mimbres, ¿qué cesta futura hacer? Gozad lo que os . . . LLEGUE”.

Darío Fernández, cuando era abogado defensor del Caso Almería

Le seguía produciendo “alteraciones de sueño, un trauma psicológico” cada vez que se acuerda de los tres cadáveres del Caso Almería a los que tenía fijados en su retina y por todo el desgaste emocional que sufrió. Entró en acción varios días después del 10 de mayo de 1981 y se encontró que el juez no había decretado orden de procesados ni detenciones y su trabajo con denuncias consiguió que hubiera un juez especial. El despacho del letrado Darío Fernández Álvarez era el punto de encuentro de todos los periodistas y enviados especiales que durante los primeros años siguieron el Caso Almería y siempre tenían las puertas abiertas de un profesional que en sus tiempos de estudiante en Granada le encantaba el periodismo.

Darío Fernández se sintió solo. recibió todo tipo de presiones y campañas de desprestigio durante el Caso Almería. “Sobre el peligro social de Almería, cuando comencé la abogacía, lo titulé La ciudad repartida”. “Me adelanté”, subrayó el abogado, “con intuición a plasmar en ese libro, sin pretensión de publicar, sobre los mentideros de una sociedad . . . ¡excluyente! Tomé prudentes distancias y en unión de un decálogo de mandamientos canalicé mi vida con proyección hacia el mundo. Media docena de apellidos imponían, con rencores mutuos, las pautas feudales del pueblo emigrante almeriense. Me salvó muy temprano Inglaterra y formé a tiempo mi activo aislado del medio, de ciertos medios y del común asfixiante. Hoy ya es historia y la distancia me sabe a trasparencia”, me dijo en su piso de Huércal de Almería, antes de mudarse a Fondón. Fernández rememoró: “Me jugué la vida. Todo fue una mentira bufa orquestada por la Guardia Civil. Hay que sobreponerse a ese trauma, estaba todo dirigido a la impunidad. El poder de la Guardia Civil, el circuito de jueces, fiscales, todo apuntaba a que fuese al archivo. Fue una lucha verdaderamente titánica. Hasta el punto que yo tuve que comprar una casa-cueva porque me pusieron explosivos en el coche, en casa y en la comunidad donde yo vivía, y ahí estuve recluido más de un año. Son impactos tremendos. Fue todo absolutamente consciente. Estuvieron trabajando a favor de la impunidad, hicieron como siete informes de autopsias distintas para hacerlos coincidir con la versión oficial. Me jugué la vida bien jugada. Fui enlazando cosas sin ninguna colaboración policial ni testifical, porque estaban amedrentados todos”.

Su consuelo: “el pueblo dictó su sentencia y la Guardia Civil estrenó su alba con jóvenes generaciones sin temores al ¡mando! Entretanto, te confieso: llevo como una losa el dulce calvario de sentirme el ¡CUARTO MUERTO… ASESINADO!”, me dijo el pasado 11 de marzo en una amplia y detallada entrevista para una próxima publicación. El abogado vio en 1987 resuelto favorablemente un expediente que le abrió el Colegio de Abogados de Almería, presidido por Monterreal Alemán en 1981 durante el inicio del Caso Almería. Darío Fernández Álvarez ha superado desafíos constantes a lo largo de su vida. La última pena de muerte dictada en España tenía como protagonista a un hombre, Juan Antonio Vázquez Díaz, acusado de robar en una caja de ahorros en el poniente almeriense. Salvó la vida del condenado y marcó un hito en la abogacía española que intentaba salir de la dictadura. En ese juicio, comenzó a tener reconocimiento fuera de las fronteras provinciales. Fue el abogado que defendió al mafioso buscado internacionalmente Bardellino, a familias gitanas en Martos cuando payos les incendiaron una treintena de viviendas. Otro caso que atrajo la atención fue ser uno de los primeros abogados en poner sobre la mesa los problemas de musulmanes en Ceuta y Melilla. Estuvo en la cárcel, debido a otros asuntos por orden de la jueza de Órgiva. (Granada) Pagó un precio de envidias entre colegas provincianos que no soportaban sus éxitos. Fue la pieza a batir por los algunos colegas y jueces. “Ahonda y harás periodismo de frontera. Un abrazo”, fue la conclusión de las últimas entrevistas.

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