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García Ferré, el socio de la infancia


Silvina Lamazares
Clarín

Tenía en la mirada la tristeza de la guerra. Y, en sus manos, un don que trascendió el papel, que coqueteó con la magia, que encendió la imaginación de muchos. Manuel García Ferré, el hombre que murió ayer a la madrugada tras una operación de corazón, creó personajes sin edad y para todas las edades. Apenas se conoció la noticia de su muerte, las redes sociales se poblaron de mensajes de padres, hijos y abuelos que testimoniaron cómo su arte matizó sus infancias. O sus vidas. Y ese recorrido transversal por varias generaciones no es frecuente en un solo artista. Él, de la mano de Larguirucho, de Hijitus, de Anteojito y Antifaz y de una animada -en más de un sentido- galería de criaturas delineadas, invitó ayer a hacer un paso obligado por las baldosas de la niñez. Esas en las que él se escondía detrás de sus ‘buenos muchachos’.

García Ferré, con su hija Diana
Porque aún los supuestos malos de su catálogo, como Neurus o Pucho, tenían una dosis de bondad. “Nadie muere ni hace mucho daño en mis historias… Ya vi demasiado en la vida”, decía García Ferré, nacido hace 83 años en Almería, de donde se fue empujado por el horror de la Guerra Civil Española. “He visto correr tanta sangre, que decidí, como pude, sembrar bondad”, repetía en sus entrevistas a la hora de explicar sus comienzos en la animación.

Si bien ya no iba tantas horas como hasta hace unos años, su oficina -en Corrientes y Uruguay- era algo así como “mi lugar en el mundo”. Ahí andaba, por estos días, pergeñando su nueva película, sobre La gallina Turuleca, creación de los hermanos Aragón (Gaby, Fofó y Miliki). Acababa de volver de España, donde tuvo reuniones por la financiación del filme que, por ahora, quedará en carpeta.

Siempre protegido por alguna de sus boinas, casi un sello en su vestimenta, solía comentar que “rara vez salgo sin un cuadernito o libretita en el bolsillo. Lo que veo, lo que pasa, lo que escucho… Todo me sirve para construir personajes. Todos tienen algo que alguna vez pispeé por ahí. O sentí, ni más ni menos”. Como el linyerita Pi-Pío, su primer personaje (debutó oficialmente en el ‘52, en las páginas de la revista infantil Billiken), que, según decía, “representa lo que yo sentía, perdido en la gran Buenos Aires. Llegué aquí con 17 años, me instalé en Congreso y caminaba mucho por el barrio, con más carencias que otra cosa. Pero siempre con ganas de aprender. Yo soy un autodidacta, por eso sé que la experiencia es la madre de la ciencia”.

Una vez que consiguió trabajo (en una agencia de publicidad) y que logró terminar el secundario en un colegio nocturno, se anotó en Arquitectura, carrera que dejó en tercer año: “De ese mundo aprendí, entre otras cosas, la convicción de las rectas y la amabilidad de las curvas”. Sus frases, dichas con ese condimento español de raíz que no se diluye con los años, podrían articular un Diccionario Ferré. Nunca declamadas, siempre expresadas al correr de una charla amable.

Además del cuerpo -y el alma- que les dibujó a sus personajes, entre sus muchos logros profesionales se destacan la edición de Anteojito (casi un River-Boca de la época, junto a Billiken), varios programas de TV (como Hijitus, la primera serie de dibujos animados de la Argentina), el lanzamiento de una enciclopedia para niños y adolescentes (El libro gordo de Petete) y la publicación de revistas como Muy interesante y Ser padres hoy. Como realizador cinematográfico, estrenó Mil intentos y un invento, La aventuras de Hijitus, Petete y Trapito, Ico, el caballito valiente, Corazón, las aventuras de Pantriste y Soledad y Larguirucho. Entre sus filmes, Manuelita -basado en el personaje de María Elena Walsh- se destacó por haber sido el más taquillero del ‘99 (y haber sido el más convocante del cine argentino de los últimos 20 años) y por quedar como precandidata al Oscar del 2000.

Padre de tres hijos (Irene, Diana y Carlos), fue declarado ciudadano ilustre de la ciudad de Buenos Aires, la misma que lo recibió cuando huía de su tierra, con esa mirada triste que, curiosamente, le permitió “observar y dibujar” para transmitir alegría.

1 comentario:

  1. Anónimo2/4/13 00:34

    De verdad que no han estado, pero sí era la ilusión de mi vida, que información más importanteeeee, menos mal que todos los días veo esta página, bueno, ya me puedo ir a dormir con tranquilidad, la información más veraz a tu alcance. Ohhhhhhhhhhhhhhhhhh, que noticia más importante, entre Bisbal y la susodicha noticia, me puedo ir a dormir y soñar......gracias Emilio, sin ti, nada sería igual.

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