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Flamencos

Jose Fernández
Periodista

El Comité Intergubernamental de Patrimonio Inmaterial de la Humanidad de la Unesco, integrado por 24 miembros, ha decidido en Nairobi (Kenia) que el flamenco es ya oficialmente Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. Arsa y ole, qué pedazo de alegría. Daría algo por escuchar la valoración que de tan singular noticia podría hacer, si estuviera felizmente vivo, el inolvidable Beni de Cádiz, que imagino que propondría inmediatamente declarar a la guasa como patrimonio inmaterial de la bahía. Y es que ya me dirán ustedes si existe justificación para todo ese despliegue de emociones, palmas y arranques que está mereciendo esta decisión entre los sectores más pluscuamperfectos de la oficialidad andaluza, que no sé si está reaccionando así empujada por el pellizco folclórico, por el sentido escénico o por la necesidad de justificar más airosamente el dinerito invertido en pasear la reivindicación en plan caravana de amigos. Ustedes disculpen, pero ¿acaso necesita la guitarra de Tomatito o la voz de Miguel Poveda bendiciones nairobescas o consagraciones orgánicas?

A lo mejor soy un tipo raro, pero tengo que confesar que lo que decida o puedan decidir los miembros de un comité internacional sobre lo que debe o no debe ser patrimonio de la humanidad me resulta absolutamente indiferente. Me va a seguir gustando el flamenco exactamente igual que antes de la decisión de estos señores. Yo ya tengo mi propio y valioso catálogo de patrimonios inmateriales que hacen que la vida sea un tiempo digno de ser vivido. Y ahí entran, además de algunas músicas y paisajes, una mirada, una sonrisa y una voz que, al menos para mí, no necesitan de más refrendo que el hacerme sentir gozosamente  vivo. Porque lo verdaderamente inmaterial es el sustrato que justifica el sueldo de un montón de altos cargos de unas Naciones Unidas que se van a Nairobi a hacer palmas mientras que en muchas partes del mundo se están produciendo tragedias humanitarias que son como un quejío desgarrado que no encuentra eco en ningún lado.

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