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Sobre "Almería, plató de cine"

Miguel Ángel Blanco Martín
Periodista, Asociación de Escritores y Críticos Cinematográficos de Andalucía ASECAN)

La responsabilidad de que en España no haya una industria del cine consolidada es de la clase empresarial. En el caso de Almería el encuentro entre el paisaje y la imagen del cine ha producido una relación muy particular. Tal como está el panorama industrial del cine, habría que pensar que en Almería existe un modelo de testamento de lo que pudo haber sido. El libro de José Márquez Úbeda ‘Almería, plató de cine. Rodajes cinematográficos (1951-2008)’ (Instituto de Estudios Almerienses, Colección Historia, nº 31, Serie: Estudios, 2009) es un buen ejemplo para el reencuentro. Es un documento de consulta, donde se encierran los datos para cualquier historia particular del cine por estos lugares. Ahora ha surgido la segunda edición, que revisa, amplía y completa la documentación de la primera (1999). Y eso obliga a realizar recorridos por aquellas películas, cuando el cine era otra historia y tenía otro poder de seducción, por las circunstancias que trajeron hasta este rincón de una periferia marginal a los ‘locos’ de la cámara para los rodajes de películas. Cómo en medio del sub-desierto de Tabernas, de las dunas de Cabo de Gata, de la aridez de lugares recónditos de la sierra de los Filabres, por las calles y plazas de Almería, entre territorios al aire libre o entre lugares urbanos encerrados en cualquier pueblo o ciudad, se abría el espacio imaginario en que se transforma el cine cuando se incrusta en la gran pantalla. Y es que el cine pasa de la realidad a la ficción, de ser la ‘gran mentira’ de un rodaje a la fascinación, en cuestión de tiempos. Y este libro es una buena guía de acompañamiento para el regreso y la recuperación. Y para no olvidar.

El proceso seguido en estas décadas es significativo de lo que ha sido (es) la industria del cine: 327 películas rodadas en el período 1951-1991. Sin embargo, hasta 2008, en que concluye José Márquez su documentación, el número sólo ha ascendido a 411 películas, incluyendo series de televisión y telefilmes. Eso sí, en este desarrollo pasan casi todos los géneros: Oeste, aventuras, dramas, comedias, bélicas, históricas, policíacas, musicales, etc. Ni que decir tiene que el género del Oeste, con el añadido del Spaghetti-Western, acapara el mayor número de rodajes: 163 largometrajes, en el período 1951-1999.

La memoria de las gentes, periodística, de algún que otro ciudadano ensalzado al mito de ‘historiador local’ singular de los recuerdos, ha dominado el territorio de las anécdotas y cotilleos, para situar diversidad de momentos con los actores que se dejaron caer por esta periferia, entonces dejada de la mano de Dios (seguramente ni eso), por ejemplo, con Brigitte Bardot, Anthony Quinn, Henry Fonda, Harrison Ford, John Lennon, Clint Eastwood, que ostenta seguramente el principal liderazgo del ranking popular, al situar en el desierto almeriense el lanzamiento de su carrera al estrellato cinematográfico universal, sobre todo con ‘La muerte tenía un precio’, a las órdenes de Sergio Leone, por poner algunos nombres.

Muchas de esas películas pasaron a la historia, casi olvidadas por su mediocridad, aunque hicieron su papel de rellenar espacios con historias anodinas. En realidad todas las historias nacionales del cine están llenas de películas mediocres que pueden forjar la línea medular de una industria posible, a pesar de que la mayoría mantuvo un respaldo y reconocimiento popular innegable por parte del público anónimo. El paso del tiempo, de todas maneras, impone otra forma de mirar, revisa y ejecuta un reconocimiento más detallado para desvelar los entresijos misteriosos de la magia del cine, ese tiempo e interior que es inexplicable y que permanece profundamente incrustado, por ejemplo, en el alma de los ‘cinéfilos’. El choque entre el cine como industria y el cine como instrumento sociocultural viene de antiguo y está sin resolver. Es una guerra que nunca tuvo que haberse producido, pero ahí sigue.

Al margen o paralelamente, comparece el análisis, la reflexión sobre las circunstancias de aquel tiempo, que al final se fue diluyendo, sin que ninguna gran industria se consolidara. José Márquez alude a la picaresca, como de hecho se ha comentado como el principal argumento de peso, de que la posible industria del cine en Almería murió por la picaresca, aunque en realidad fue la crisis general y la falta de visión empresarial lo que puso el parte de defunción. Pesó mucho, pienso, la situación geográfica de Almería. Una provincia siempre al margen de otros territorios. A pesar de todo, el cine sobrevive.

La cultura del cine emerge con sus propias intenciones y caminos, al compás de otras crisis. Los grandes cambios tecnológicos han provocado una metamorfosis: en las salas y en los espectadores. Y por supuesto, en la propia visión creadora, en general.

En Almería, observando las cifras estadísticas se encuentran las salas cinematográficas en los centros comerciales, pequeñas salas en la capital y en los pueblos; permanece el Cine-Club Universitario; comparece recientemente un espacio de la Filmoteca de Andalucía; los Encuentros con directores de Cine, en pro del cine español han superado las cien citas; el ciclo de ‘Cine y Ferrocarril’ es una cita anual; es reciente (2009) el ciclo de ‘Cine y Derechos Humanos’ promovido por Amnistía Internacional, la difusión del cine por los pueblos es posible por la Junta de Andalucía o Diputación. Y está el Festival Internacional ‘Almería en Corto’ o el Nacional de Vídeos, junto a otras iniciativas como la semana de cortometrajes de El Ejido o el lanzamiento de la colección ‘Lagarto, libros de cine’, desde El Ejido, que coordina el cineasta almeriense Manuel Martín Cuenca.

A su manera, permanece, pues, el encuentro de ese momento especial del espectador ante la imagen, que nadie puede explicar sino sentir. Efectivamente, una cuestión de sensaciones frente a la imagen que nos cuenta su vida y provoca diferentes emociones. Es el enigma que permanece abierto y sin resolver, sin que todavía se le haya puesto el rigor correspondiente, salvo el intento, en cierto modo sugerido, que rodeó al lanzamiento de la marca ‘Almería, Tierra de Cine’.

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