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Provocación en lonchas

José Fernández
Periodista

Se multiplican estos días en los medios las columnas -por lo general airadas- a raíz de la noticia de la denuncia interpuesta por la familia de un estudiante de credo musulmán, menor de edad, contra un profesor de un instituto de La Línea que explicó en clase que el frío de Trevélez, al curar los numerosos jamones que allí se producen, constituía un elemento más de la economía local. La mayoría de escritos acaban convertidos en una especie de arenga gastronómica sobre los ricos perniles y la prevalencia de su poder nutricional en el santoral proteínico español. Pero como eso ya está escrito y yo ya he acreditado durante años mi indeclinable pasión por los productos del porcino, no hablaré de eso.

Me limitaré a preguntarme qué tiene de extraño que en la España actual una familia musulmana denuncie a un profesor por hablar del jamón en clase. Lo raro es que no haya salido ya a la palestra algún colectivo perroflautil de esos que han hecho del papafritismo su bandera, defendiendo la alianza de civilizaciones y renegando de la prepotencia castrante de los profesores fascistoides. Incluso habrá que dar gracias a que algún imán no haya dictado una fatwa (que naturalmente habrían apoyado estos cagabandurrias) contra el infiel que se atreve a provocar a un pobre magrebí con la mención de tan impuro alimento. ¿Qué quieren? Tenemos justo lo que tenemos que tener después de años de gobierno y gestión prescriptiva de un conjunto de iluminados que pensaron que solemnizar la bobada era una forma de progresismo.

Acabaremos comprando el jamón clandestinamente para evitar que su impúdica exhibición provoque soponcios éticos. Al tiempo.

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