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Gustavo Petro, un proyecto socialdemócrata para Colombia

Manuel Zaguirre
Exsecretario General de USO

Estar en vivo para que no me lo cuenten. A lo largo de mi vida militante he procurado siempre, cuando ello ha sido posible, claro, estar cerca o dentro de grandes acontecimientos socio-políticos para vivirlos y que no tuvieran que explicármelos:

Gustavo Petro, presidente de Colombia / Wikipedia

A mediados del 78 estuve en varias manifestaciones por la liberación de Aldo Moro, secuestrado hasta la muerte por unas siniestras “brigadas rojas”; eran manifestaciones convocadas día a día en todos los rincones de Italia por el Partido Comunista, el mítico PCI, mientras el partido del líder secuestrado y asesinado, la Democracia Cristiana, templaba gaitas y silencios cómplices.

Estuve en Gdansk, en Agosto del 80, en el primer congreso de Solidarnosc, que eligió presidente a Lech Walesa, pero tuvo que disputar la elección con otros dos candidatos, algo que jamás recogieron los grandes medios de comunicación; allí entendí que, al modo de un Barça cualquiera, el sindicato polaco Solidaridad era mucho pero mucho más que un sindicato, y que en una longitud de onda histórica muy corta se dibujaba el colapso de la Unión Soviética.

En Noviembre del 89, en Caracas, en el Congreso de la Confederación Mundial del Trabajo (CMT), fui presidente de la comisión de resoluciones especiales que debía abordar, entre otras cuestiones, la vorágine de levantamientos populares que se estaban produciendo en los países llamados comunistas del Este de Europa; cada día había acontecimientos nuevos en nuevos países y había que rehacer los textos que irían al plenario; tuvimos a Walesa de invitado especial, práctico presidente in pectore de la Polonia nueva, y tal vez por ello no muy soportable en la distancia corta.

Estuve, estuvimos, en las grandes euromanifestaciones convocadas por la CES (Confederación Europea de Sindicatos), que lideraba el mejor secretario general que ha tenido, nuestro Emilio Gabaglio,  por la Europa Social y Solidaria, en Bruselas, Niza, Luxemburgo, Oporto, Eslovenia, Paris; dándose la paradoja de que las columnas de la USO, sin ser aún  miembro de pleno derecho de la CES, eran más numerosas que las de CCOO, UGT o ELA, que sí lo eran; sin duda que era más cómodo el avión que aquellos autobuses económicos que acogían durante horas y horas a centenares de militantes de la USO.

Estuve en Nicaragua, en el 79, apenas unos días después de que triunfara la revolución sandinista y el tirano Somoza abandonara el país con una estela de muerte y corrupción sin precedentes contra aquel sufrido pueblo, y ya me hice una idea de que el espíritu democrático, libertario y justiciero de aquella revolución podía degenerar en un dogmatismo totalitario hasta llegar al engendro represivo y corrupto que controla Ortega y su señora.

Activos y comprometidos con el FORO SOCIAL MUNDIAL, un clamor alternativo contra el neoliberalismo, en Porto Alegre, con Lula algún año, Bombay, Nairobi, Florencia …

Estuvimos con Fernando Lugo camino de la presidencia del Paraguay que por primera vez en su Historia elegía en clave progresista, y en su toma de posesión, en la que pude compartir un cuarto de hora con Joseph Stiglitz, Nobel de Economía, para entender mejor la naturaleza y riesgos que entraña este capitalismo financierista y globalizado.

Con el inicio de este siglo, acompañamos la victoria del Frente Ámplio de Uruguay -socialistas, comunistas, democristianos- y la toma de posesión presidencial  del Doctor Tabaré Vázquez y luego de Pepe Mujica, tras más de cuatro décadas de construir esa victoria desde una plataforma modélica de pluralismo, respeto y lealtad de sus miembros.

También con el inicio del siglo, pude vivir intensamente el proceso de Unidad Sindical Internacional entre la CIOSL (Confederación Internacional de Organizaciones Sindicales Libres), la CMT (Confederación Mundial del Trabajo) y diversas confederaciones sindicales nacionales independientes. Proceso que culminó en el Congreso de Viena de Noviembre 2006 con la constitución de la CSI (Confederación Sindical Internacional), que agrupa a más de 180 millones de trabajadores organizados en la práctica totalidad de países de la Tierra, salvo en aquellos sometidos a dictaduras que prohíben y reprimen la libertad sindical; pude vivir intensamente el proceso unitario y los congresos constituyentes también en los distintos continentes -América Latina, África, Ásia/Pacífico- durante 2007 y 2008.

Más recientemente, con MORENA (Movimiento de Regeneración Nacional)  y con el Presidente López Obrador en el origen de un nuevo Mexico para la paz, la justicia y la inclusión social … por citar algunos casos de vivencias directas en acontecimientos de alcance.

Y ahora vamos con Colombia, porque han pasado y están pasando allí muchas cosas importantes en muy poco tiempo, tales como la elección de un presidente progresista por primera vez en su Historia y con un volumen de votos sin precedentes. Debía estar allí a principios del pasado Agosto, con ocasión de la toma de posesión del presidente electo, Gustavo Petro. No pudo ser entonces por razones personales. Lo ha sido ahora, a mediados de Octubre, y creo que ha sido mucho mejor para ver la realidad con una cierta perspectiva, la que dan más de dos meses de gobierno del Presidente Petro. 

Colombia: Mucho más que cien años de injusticia y bloqueo social. Una breve descripción de la Colombia social y humana a la que llega por amplio mandato popular Gustavo Petro al frente de una coalición progresista, el Pacto Histórico “Colombia Puede”:

…. Una renta per cápita de 6.131 dólares anuales.

…. Dato estadístico absolutamente engañoso, pues de sus 50 millones de habitantes algo más de la mitad se ve obligada a sobrevivir con ingresos diarios de 3 o 4 dólares.

….. En torno al 60% de la población activa  “trabaja” en la economía informal, sin apenas posibilidad alguna de ahorro o cobertura social; un 35%  lo hace en los sectores formales de la industria, los servicios o las administraciones públicas, y el 5% en el sector cooperativo formal.

…. El salario mínimo en Colombia se sitúa ligeramente por encima de los 200 euros mensuales, lo percibe una parte notable de los trabajadores formales y es casi una utopía para quienes malviven en las mil actividades de la economía informal.

…. La tasa de paro es del 11%, otro espejismo estadístico en ese océano de precariedad, informalidad y exclusión social.

…. El subsidio por desempleo es de unos 40 euros mensuales, lo pueden percibir quienes acrediten haber perdido su empleo formal y por el tiempo que duren los fondos en las cajas de compensación, periodo más bien corto como pueden imaginarse. Es por ello que cuando estalló la pandemia del covid 19 durante el 2020 y 2021 la masacre social de despidos, muerte, hambre, desesperación, fue de tal magnitud que provocó el estallido social, y su alto coste de represión y muerte, que precedió y provocó el cambio político de 2022.

…. La pensión media-alta en el sector formal se corresponde con el salario mínimo; en el sector informal existen subsidios ínfimos, dispersos y alcanzan a un número muy limitado de beneficiarios.

…. Para las dos terceras partes largas de la población colombiana no ha funcionado nunca el “ascensor social”. La desigualdad es extrema, endémica, estructural, como ocurre en el conjunto de América Latina.

…. Pese a esa fisonomía social, Colombia es uno de los grandes países de América Latina, con una enorme potencialidad derivada de su territorio, su ubicación geopolítica, una población joven, recursos naturales, primer país productor de cocaína del mundo, un producto hoy ilegal y que, tal vez por eso, es el sector de negocio más lucrativo, pero engrasado con violencia, muerte y blanqueo de flujos financieros fabulosos, aunque Colombia sólo recibe la primera parte de esos “beneficios”. 

Petro y el gobierno progresista no cayeron del cielo. Ni mucho menos. Son el resultado de décadas de injusticia, subdesarrollo y exclusión, violencia estructural y endémica, bipartidismo estéril -conservadores, liberales- que con matices diferenciales expresan el dominio oligárquico de la vida colombiana en todos los ámbitos y la secular exclusión en ella de amplias mayorías populares, campesinas, afrodescendientes, indígenas, clase obrera urbana, con especial impacto sobre mujeres, jóvenes y capas más vulnerables como niños y ancianos.

Ese paisaje insoportable de injusticia extrema y violencia se agudiza de tal modo con la pandemia sanitaria que el Estado colombiano, gobernado por la extrema derecha del partido conservador, y presidido por un tal Duque, no tiene más respuesta ni propuesta que la represión que alimenta, a su vez, un estallido social sin precedentes en la Colombia contemporánea.

Es al calor de esas grandes movilizaciones y de la indignación por la respuesta represiva y las víctimas mortales que caen en ellas, que se gesta en las calles, las escuelas y universidades, las barriadas, el ancho mundo de la informalidad, en los sectores más dinámicos y resueltos, un movimiento político-electoral de amplia base progresista, el Pacto Histórico “Colombia Puede”, cuya constitución formal es a mediados de 2021.

El Pacto lo componen: Colombia Humana, el partido de Petro, Unión Patriótica/Partido Comunista, Polo Democrático, Movimiento Alternativo Indígena y Social, Partido del Trabajo de Colombia, Unidad Democrática y Todos Somos Colombia, una mixtura de partidos y organizaciones sociales sin experiencia de gobierno nacional, pero con trayectoria en alcaldías importantes y administraciones departamentales, además del mundo sindical, de los derechos humanos, las luchas pacifistas y ecologistas.

Como es el caso de Gustavo Petro, que dirigió brillantemente la alcaldía de Bogotá, ejerció cargos representativos en su región natal, el Valle del Cauca, y fue decisivo en el proceso de disolución del M-19, la guerrilla romántica y justicialista en la que militó muy joven. O de Francía Márquez, un emblema de las luchas de la comunidad afrodescendientes contra el racismo, por el acceso al trabajo y a la tierra y la defensa medioambiental contra la minería y la industrialización salvaje.

La fórmula Gustavo Petro/Francia Márquez se hace con la victoria en las elecciones presidenciales de 29 de Mayo 2022. En la segunda vuelta del 19 de Junio, Petro/Francia se enfrentan a un payaso siniestro, Rodolfo Hernández,  que intenta emular a Trump. El resultado sitúa a Petro y a Francia como la fórmula presidencial más votada en la Historia de Colombia -casi 12 millones de votos- y eleva a la gobernación nacional, también por primera vez, a la izquierda política y social. La Colombia de los nadies se echó a las calles primero y a las urnas después y, lógicamente, provocó un hermoso cambio político. Intuyeron sabiamente que, con Petro y Márquez, ahora o nunca.

El cambio histórico-político se produce en Colombia de forma brillante e indiscutible en cuanto a su limpieza democrática. Un acontecimiento histórico que impacta para bien más allá de los límites de Colombia. Encarar ahora un proceso de progreso y equidad social -el cambio político para el cambio social- es ineludible, tanto como incierta la velocidad y profundidad del proceso social, que arranca de muy abajo y debe enfrentar a unos poderes económicos y empresariales, y a sus terminales mediáticas y políticas, oligárquicos, reaccionarios y que fundan su hegemonía y patrimonios en el sometimiento y atraso de una buena parte de la población y del atraso y estancamiento de la nación.

En todo caso, mi primera impresión sobre el terreno es que no será fácil, y me gustaría pensar que será inevitable a medio plazo en beneficio de una Colombia y una América Latina más justa y humana. 

Un programa legislativo socialdemócrata para que sea realizable. Un “izquierdista”, europeo y de salón, lo primero que haría al tomar contacto con la realidad colombiana sería poner el grito en el cielo porque el programa del Pacto Histórico es moderado en exceso. No importa; estos sectores necesitan que la izquierda real, reformista y transformadora a la vez, fracase siempre para llevar ellos su estéril razón.

En efecto, respetando todas las opiniones, el programa de Petro y del Pacto es de mínimos si se le mira desde países con democracias y economías más avanzadas, pero deviene casi revolucionario respecto a una Colombia en la que la marginación, la precariedad y la exclusión social es el pan nuestro de cada día para un segmento que, como mínimo, es la mitad de la población. Y es en Colombia que el programa ha de ser posible y realizable, no hay que olvidarlo. Como no hay que olvidar, porque hacerlo entraña serios de fracaso, que Petro y el Pacto deben gobernar para la inmensa mayoría de esos 50 millones de habitantes, no sólo para quienes les dieron el voto presidencial, limpiamente mayoritario, pero no así para las cámaras parlamentarias.

El programa tiene tres ejes:

--- La paz total y para todos, que se dice pronto en un país que ha sufrido guerras civiles larvadas o expresas desde siempre.

--- La transformación de la economía colombiana en una economía verde, nada más lógico, rentable y duradero en un país bendecido por la Naturaleza y sus mejores recursos.

--- La implantación de la justicia social a todos los niveles, en todos los estratos sociales y en todas las direcciones; se dice y se escribe bastante más fácil de lo que va a costar hacerlo en un país fundado en la desigualdad extrema. 

El programa del cambio echa a andar sin demoras. En efecto, llama la atención que a menos de tres meses de la victoria presidencial están muy avanzados los proyectos legislativos que emanan de los tres ejes a los que acabo de referirme, entrando unos y en camino de entrar otros en el Congreso Nacional -Senado y Cámara de Representantes- para su tramitación. Comento muy someramente lo más destacado de dichos proyectos legislativos y/o actuaciones gubernamentales:

--- Paz: El gobierno de Petro inició enseguida las negociaciones con el ELN (ejército de liberación nacional), la única guerrila de signo izquierdista aún activa. La sede de las negociaciones es Caracas, las delegaciones se han reconocido mutuamente y España es uno de los países llamados a mediar y engrasar el proceso.

--- Es probable que haya conversaciones con los grupos criminales de carácter paramilitar pero no hay la menor constancia pública de ellas. Lo mismo debe estar sucediendo con los cárteles más potentes de la droga. Petro utiliza en todo momento el concepto de “paz total” para enfatizar que no es sólo con el ELN. Es lógico pensar que en los tres casos, muy en especial en el de los paramilitares y los cárteles, paz y futuro legal  de la droga, sean la clave de cualquier negociación o acuerdo.

--- Economía verde: No hay proyectos legislativos aún muy significativos, es demasiado pronto, pero los esbozos de reforma agraria y defensa medioambiental en zonas extractivas muy significadas, apuntan en esa dirección. Creo yo.

--- Justicia social:

Reforma laboral, con especial acento en la libertad sindical según la OIT, la negociación colectiva, la erradicación de los falsos autónomos y falsos “cooperativistas”, con voluntad de ensanchar lo más posible el marco regulatorio de derechos al campo infinito de la informalidad, etc.

Salario Mínimo, se propone un aumento en torno al 13%, que supondría algo más de 200 euros mensuales.

Pensiones, vital su extensión e importe en un país donde el concepto mismo de pensionista suena a privilegio de pobre dada la informalidad y debilidad de las estructuras públicas de protección social.

Ley de Igualdad, una gran novedad de urgencia máxima teniendo en cuenta que son las mujeres en proporciones enormes las mayores víctimas de la desigualdad, la informalidad, la exclusión de indígenas y comunidad afrodescendiente, violencia y abusos, etc.

Reforma Fiscal, piedra angular, en Colombia como en España, Europa, y todas partes, de un país moderno, vertebrado socialmente, justo y próspero. El proyecto gubernamental no es en exceso ambicioso; apuesta por aliviar y corregir los grandes déficits fiscales y las tasas de evasión e impago en un país en el que las mayorías que desean pagar impuestos no pueden hacerlo y las minorías que sí pueden pagarlos o no quieren o lo hacen en forma injusta respecto a la cuantía de sus ingresos, beneficios y patrimonios.

Pese a la tibieza de la batería de reformas hay que ver la dureza de las reacciones de los poderes económicos y empresariales contra ellas. Parece que tuvieran un guión universal que les lleva a decir lo mismo en todas partes: Cualquier reforma por limitada que sea provoca inflación,  desempleo y recesión,  palabras mágicas; lo que les importará a ellos y a sus ingresos de privilegio que suban los precios o la tasa de paro formal. El proceso de cambio no será fácil porque las castas minoritarias que ostentan el poder real -económico, financiero, de la tierra- saben que su acumulación es resultado directo de un océano de bajos salarios, privación de derechos y precaria subsistencia de una buena parte de la población. Pero no hay más remedio; se puede y se debe abrir espacios progresivamente de bienestar, integración y progreso social para esas capas hoy excluidas en gran medida del panorama económico y nacional, incluso. Es el futuro de conjunto de Colombia, como nación y como Estado central en el concierto latinoamericano, lo que se ve lastrado por el egoísmo, estéril e injusto, de dicha minoría oligárquica.

Sorprende e indigna comprobar, además, que los voceros de esa minoría, los llamados medios de comunicación de masas, se comportan ante el cambio político y social que se está produciendo en Colombia de un modo objetivamente delincuencial. He comprobado por mí mismo el silencio, desprecio, hostilidad o descalificaciones de gran calado de dichos medios hacia el Presidente Petro y sus propuestas reformistas que, en última instancia, no buscan otra cosa que ser coherentes con el objetivo de una Colombia humana que es, por cierto, el nombre de su partido. Actuaciones mediáticas bochornosas que en cualquier país básicamente democrático serían objeto de querellas judiciales admitidas a trámite por delitos de desinformación o manipulación masivas.

En el plano político, la oposición no es todavía tan estridente por dos razones: 1) Los partidos tradicionales, Conservador y Liberal, dos caras de una misma moneda pero con matices diferenciales no desdeñables, forma parte del Bloque del Gobierno en las cámaras, y tienen algún miembro en él, incluso, por efecto de unas normas  legales y unas conveniencias políticas y logísticas, 2) Colombia es una República presidencialista, como tantas otras en las Américas; quiere decir que el Parlamento se las tiene que ver con el Presidente y viceversa, es decir, consenso y equilibrio. El Pacto Histórico que lidera Petro es minoritario en las dos cámaras, por ello Petro busca acuerdos con los dos grandes partidos -perdedores en las presidenciales pero no en las legislativas- y éstos se avienen porque la  oposición  pura y dura da mucho frío, sobre todo a partidos y políticos que llevan siendo gobierno desde tiempos inmemoriales.

La oposición pura y dura tiene una ínfima representación en las cámaras; se trata de Uribe, un personaje siniestro en toda la extensión de la palabra y eso en Colombia es mucha extensión. Ese sutil status de ser gobierno de momento y oposición cuando convenga no creo que dure mucho. Por lógica, según avance el proceso de debate y refrendo, o no, de la batería reformista, los partidos ajenos al Pacto Histórico enseñarán los dientes. De hecho, estando yo allí, Gaviria, líder del Partido Liberal, ya dejó dicho que la reforma fiscal hay que suavizarla. Pero, bueno, el Presidente Petro también tiene dientes, constitucionales, e imagino que tácticamente hinchará en alguna medida los proyectos legislativos para luego tener un margen de negociación con sus “socios” liberales y conservadores. En fin, se verá.

Por supuesto, las fuerzas oscuras de la muerte asesinan a activistas sociales en la Colombia profunda. El ELN asesinó a dos decenas de jóvenes guardias;  vino a decir que fue poco menos que mala suerte. Es la contribución al proceso de “paz para todos” de esos pesos muertos que hay en todo proceso histórico de importancia. 

Colombia, primer productor del mundo de hoja de coca, tiene derecho a los beneficios de ese negocio.

Voy a decir con claridad lo que pienso desde hace mucho tiempo sobre este complejísimo pero decisivo tema  para Colombia y para América Latina en su conjunto. Lo haré  consciente de que no hay solución alternativa fácil a este escenario de muerte y flujos financieros fabulosos e incontrolados que provoca la droga desde hace más de medio siglo.

En el discurso, ya histórico, que pronunció el Presidente Petro ante la Asamblea General de la ONU, a principios de Octubre, denunció ante las naciones de la Tierra allí reunidas, que la llamada “guerra contra los estupefacientes” que declaró el Presidente de EEUU, Nixon, el mentiroso que fue expulsado de la presidencia por eso, era algo ya agotado por inútil e hipócrita, pues las mafiaseran cada más ricas y poderosas, mejor armadas y, en algunos países, plantaban cara al Estado y constituían “estados narcos” dentro de él, y los flujos financieros, tan fabulosos como ignotos dado el carácter ilegal y oscuro del mercado y el negocio de la droga, son blanqueados en respetables bancos que se corresponden con los mayores consumidores de la droga: EEUU, España, Panamá, Suiza, etc. A los países productores y de tránsito camino de los países consumidores -Colombia, Mexico- les queda un reguero de muerte, de miseria y de mafias que desafían y desestabilizan al Estado y a sus estructuras judiciales, policiales, militares, financieras.

Ante este fracaso histórico, con un saldo tan duro para unos y de beneficios tan pingües para otros, el Presidente Petro no se quedó sólo en la valentía de denunciarlo ante la Asamblea de Naciones Unidas, sino que con la autoridad que le da presidir el primer productor de la Tierra sin cosechar por ello beneficio fiscal o financiero alguno, abrió la puerta y el debate sobre la necesidad de un nuevo horizonte histórico para la droga que definió con un eufemismo , “abolir la prohibición”, porque no puede ser hoy más explícito pero que todo buen entendedor entendió: Hay que blanquear fiscal y financieramente el mercado y el negocio de la droga, de la cocaína para ser más precisos, de manera que sus beneficios legales y legítimos lleguen a través de los Estados a las poblaciones de los países productores, de tránsito y a los consumidores. Legalizar y blanquear la droga es el modo radical de cortarle la cabeza a la serpiente y derivar al desarrollo social de las poblaciones más empobrecidas unos flujos que hoy disfrutan en exclusiva mafias y cárteles cada vez más potentes y bancos y circuitos financieros  cada vez más opacos y con menos escrúpulos.

No quiero extenderme más sobre este escabroso tema. Solo quería enfatizar la idea que expresó Petro en la ONU y la valentía con la que la expresó. Al hacerlo, recuerdo las declaraciones de un tipo de alto nivel a un medio colombiano estando yo allí: “la sociedad colombiana no está preparada ni social ni moralmente para la legalización de la cocaína …”  Un monumento a la hipocresía porque es muy probable que el tipo la consuma con cuchara y su fortuna algo tenga que ver con la producción, tráfico y consumo de estupefacientes. Mal pensado que es uno.

Por supuesto que el Estado colombiano está preparado para intervenir y fiscalizar la producción, certificar las calidades, garantizar los controles sanitarios, promover las campañas disuasorias contra el consumo, equilibrar la demanda y los costes con una fortísima carga fiscal, etc. Ahí están el tabaco y el alcohol para probar que no estamos ante un reto utópico sino ante una voluntad política e histórica de que quien quiera consumir droga -como alcohol o tabaco- lo haga con garantías de transparencia y sabiendo que sobre ella pesa, lógicamente, un gravamen fiscal muy potente y, obviamente, serios riesgos para la salud.

Ya sé que Colombia sola no puede afrontar el reto pero es justo y necesario que sea su Presidente quien abra un debate urgente  e ineludible: Perdida la guerra contra la droga, pasemos a otra dimensión: Que los Estados implicados capitalicen vía fiscal unos beneficios colosales que hasta ahora han capitalizado unos pocos vía muerte y fraude. 

El Movimiento Sindical colombiano ante los retos del cambio político y social. Las tres centrales sindicales más importantes de Colombia -CUT, CGT y CTC- apoyaron y saludaron la victoria del Pacto Histórico y de Petro en forma positiva pero con desigual intensidad con arreglo a sus diversas inspiraciones y situaciones internas. En todo caso, el rol y responsabilidad del sindicalismo colombiano en esta hora histórica es de alto voltaje; que decidan asumirlo o no, o en qué medida, sólo de cada uno de ellos depende.

La CUT, la más fuerte, representativa y organizada, y con una orientación progresista e izquierdista conocida, me pareció  que tiene una posición más firme y lúcida ante el cambio que representa Petro. La amplia mayoría de su conducción sabe que esta presidencia, este gobierno y este programa reformista es a lo máximo a lo que puede llegarse en esta hora y apuestan sin reservas a conservarlo y a lograr el cumplimiento del mismo.

La CUT está afiliada a la CSA-CSI y cuenta, lógicamente, con movilizar la enorme potencia de esa Internacional Sindical unitaria a favor del proceso de cambio en Colombia.

La CGT, de inspiración más moderada, tiene una conducción que apoyó a Petro pero cabría decir que con limitada convicción dada su situación interna. Su actual presidente, Percy Oyola Palomá, es un compañero progresista sin reservas y tiene el respaldo mayoritario de la central. Pero hay una fracción interna en torno a la marca “amigos de julio roberto”, en referencia a Julio Roberto Gómez, anterior presidente fallecido el pasado año a causa del covid y de orientación ideológica más bien conservadora. Dicha fracción es una rémora, un peso vivo que lastra la fuerza con la que la CGT pueda expresar su apoyo al cambio político y social en Colombia. Dicha fracción, y ello es especialmente grave, tiene manejos sobre el patrimonio material de la CGT que muy probablemente dirimirá la justicia colombiana. La CGT, además, abandonó la CSA-CSI hace unos años a causa de un conato irrelevante de escisión que promovió su anterior presidente. Este dato, desafortunadamente, la aísla por completo en el escenario latinoamericano e internacional en un momento en el que más apremiante es la presencia y la voz del sindicalismo progresista e internacionalista.

La CTC, la más antigua de Colombia, tiene una inspiración histórica próxima al liberalismo, al Partido Liberal, podríamos decir el más social de los dos polos del endémico bipartidismo colombiano. En Septiembre pasado, un congreso que no pareció modélico precisamente, aupó a la presidencia a un dirigente y diputado del Partido Conservador, el polo más derechista del bipartidismo. El cambio en la presidencia de la CTC me parece que ha sido digerido sin apenas resistencia hacia el exterior -gobierno, las otras centrales, internacional- pero en el interior ha dejado víctimas y daños colaterales, dado el difícil  congreso al que me referí, cuya cuantía humana, sindical y organizativa desconozco, al igual que desconozco como encauzarán su malestar y desafecto. Pero están ahí. No hay que ser Nostradamus para adivinar que, a corto y medio plazo, este nuevo paisaje de conducción en la CTC no será el más comprometido con Petro y su programa de cambio y reforma social. Sólo deseo equivocarme.

Más allá de interioridades, con su inevitable dosis especulativa, quiero destacar algunas cosas que son datos objetivos:

--- Las tres centrales generales más dos centrales  de jubilados y pensionistas, que constituyen el Comando nacional unitario, elaboraron la Agenda Laboral en Septiembre 2022, poco después de echar a andar el gobierno de Petro, que contiene las posiciones y reivindicaciones prioritarias del Sindicalismo colombiano en las materias clave del proyecto de cambio: salario mínimo, reforma fiscal, pensiones, reforma laboral, sector informal, etc. La Agenda Laboral fue entregada a la ministra de trabajo, Gloria Inés Ramírez, militante comunista de la UP/PC, y es verificable que el gobierno tiene en cuenta dicha Agenda a la hora de definir los proyectos legislativos.

--- Es público y notorio que el Movimiento Sindical, cara al exterior, junto o por separado, no pierde ocasión de resaltar su compromiso con el proyecto y el gobierno progresista, y los desacuerdos se expresan con sumo cuidado y evitando frases gordas y estridencias.

--- Abundando en lo anterior, parece seguro que el próximo 15 de Noviembre se va a realizar una gran Marcha sindical y popular de apoyo al Presidente Petro, a su gobierno y al programa de reformas, como contrapeso inequívoco al acoso de las derechas económicas, mediáticas y empresariales. La Marcha se produciría justo tres años después de la de Noviembre de 2019 con la que dió comienzo el proceso ascendente de movilización que culminó con la conquista democrática de la Presidencia y el gobierno de la República tres años después.

No quiero soslayar una cuestión que me parece importante y sobre la que percibí un dulce malestar de parte de los compañeros sindicalistas; dulce pero malestar: El Presidente Petro no ha recibido aún al  Movimiento Sindical y van casi tres meses ejerciendo el gobierno. No creo que sea algo deliberado ni, mucho menos, una actitud de rechazo. Ocurre que Petro confía plenamente en su ministra de trabajo que es la que mantiene una relación fluida con las centrales, y que él no viene de una izquierda obrerista, comunista o socialista, y considera que un trabajador colombiano urbano y formal tiene mejores condiciones que uno informal o un campesino o afrodescendiente excluidos. Vamos, creo yo. No obstante, eso se resuelve fácil organizando una cumbre intensa y extensa entre el Presidente y el Movimiento Sindical. Lo que haga falta menos la incomunicación y la descoordinación que les impida a ambos abordar la agenda estratégica de forma conjunta y con la autonomía recíproca para pensar, dialogar, acordar y actuar juntos …  Es mucho lo que hay en juego. 

Algunas claves para el inmediato futuro: Aprovechar la ola progresista para avanzar. Lo que sigue, para concluir, son opiniones y valoraciones mías que sólo a mí comprometen. Son algunas líneas de perspectiva que yo sugiero tras lo visto y hablado en Colombia con interlocutores diversos y a la vista del paisaje socio-político en América Latina y las Américas en su conjunto:

…. El proceso de cambio político se inició en Mayo 2022 con la victoria en las presidenciales. Pero, siendo importante, es sólo el inicio y debe continuar. En la actualidad, entre la superestructura presidencial y estatal y la base social sujeto del cambio político y social, no hay espacios de poder y vertebración  institucional intermedios. Ellos son los municipios y departamentos, espacios de proximidad por excelencia donde se acreditan y verifican por parte de las capas populares los cambios, o la falta de ellos, a ras de tierra. Municipios y departamentos que deben renovar su composición en las Elecciones de mediados de 2023. Este es el segundo gran asalto para el Pacto Histórico y para Petro, y hay que ganar espacios de poder y representación popular de cercanía para que avance el proceso de cambio y éste no corra riesgo de quedarse colgado del techo sin anclajes sólidos en el suelo socio-político. Y no será fácil, y por ello creo que urge meterse con la preparación de dichas Elecciones desde ya mismo. Creo que Petro y el Pacto deben figurar expresamente, junto a las marcas locales que las identifiquen, en las candidaturas municipales y departamentales. Creo que se deben ensayar mecanismos de elección de los candidatos y candidatas más destacadas a través de primarias abiertas -un ensayo y un tanteo de las elecciones reales- Y todo ello para evitar los grandes riesgos de fragmentación y fulanismo que van implícitos en elecciones municipales; riesgos que se agudizan al ser el Pacto Histórico en sí mismo una gran coalición. Riesgos de fragmentación también derivados del peso que los grupos de poder, legales o no, tienen en municipios y departamentos … Creo sinceramente que la continuidad del proceso de cambio o su bloqueo pasa por avances y victorias del Pacto Histórico “Colombia Puede” en ciudades y departamentos        significativas.

…. En estos momentos, tras la victoria de Lula en Brasil hace unas horas, el conjunto de las Américas, de Alaska a Tierra de Fuego, están dirigidas en su gran mayoría por gobiernos progresistas más o menos homólogos al de Colombia. Esto es un valor añadido y una gran oportunidad para el proceso de cambio en Colombia a condición de que la política regional e internacional de ésta se alinee en posiciones de izquierda democrática y reformista sin la menor concesión o tentación a populismo alguno. En tal sentido, el enérgico rechazo de Petro a la pretensión de extradición hecha por el impresentable vicepresidente venezolano, Diosdado Cabello, es una señal inequívoca de esa política internacional seria y responsable, la cual incluye, cómo no, el restablecimiento de relaciones diplomáticas entre Colombia y Venezuela, pero sin revoltijos ideológicos con un régimen que, de no cambiar, va a acabar gobernando sobre un país sin habitantes.

…. Los retos de justicia social y fiscal, de redistribución e inclusión, de progreso y equidad para las mayorías, que está enfrentando Colombia, son exactamente los mismos que enfrenta el conjunto de las clases trabajadoras y populares de América Latina. Compartir los retos debe imponer compartir esfuerzos, energías, programas, solidaridades, sueños y construcciones de futuro en común. Por ello me parece especialmente importante el mensaje del Presidente Lula, recién electo por tercera vez, al Presidente Petro, invitándole a retomar y profundizar el viejo sueño de la integración latinoamericana. Sueño del que participé desde muy joven y en el que sigo creyendo porque tengo la certeza de que ningún país latinoamericano por separado tiene futuro ni lo tiene el conjunto de América Latina sin una integración progresiva y solidaria.

…. La Unión Europea, sin la cual ningún país miembro pintaríamos nada en la escena internacional, tiene también la oportunidad y la responsabilidad histórica de retomar las negociaciones con las áreas de integración subregionales en América Latina y el Caribe en la perspectiva de una integración superior. Ello impone a la UE y a los gobiernos latinoamericanos incluir en las negociaciones y acuerdos bilaterales la dimensión social y de respeto a los derechos humanos de los mismos. Las relaciones eurolatinoamericanas no pueden basarse en el mero mercantilismo sin alma y ventajista para el socio más fuerte. Esto vale también para definir la relación entre los potentes socios del Norte -EEUU y Canadá- y América Latina, sobre la que no cabe una mirada prepotente como un mercado dependiente y fácil, sino como un socio estable, integrado y próspero, porque esa América Latina aporta a su vez estabilidad democrática y progreso a una Europa y a unos EEUU y Canadá que no escapan a los riesgos de incertidumbre económica, déficit de cohesión social e involución democrática con el ascenso del fascismo.

Es por todo ello, y permítanme la licencia, que  me llenó de orgullo que el primer mandatario extranjero que vino a la Colombia surgida de las urnas en Mayo de 2022 fuera el compañero Pedro Sánchez, Presidente del Gobierno progresista de España,  uno de los líderes más prestigiosos y creíbles en la Unión Europea y, muy  probablemente, futuro Presidente de la Internacional Socialista. Misión fraternal a Colombia desde España y la Europa unida que tuvo lugar en Agosto de 2022, apenas unos días después de la toma de posesión de Gustavo Petro y Francia Márquez al frente de los destinos de Colombia. 

Colombia/España, Octubre de 2022.

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