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José Torres, el alcalde más longevo de España

Juan Antonio Cortés
Periodista

Eran las ocho de la tarde del sábado 25 de noviembre. 1978. ETA mata en Amorebieta (Vizcaya) a un taxista. Su nombre, Elías Elexpe Astondoa. Una hija, Edurne, escucha dos disparos. Al caserío familiar Zubieta Barri comienzan a llegar familiares y las fuerzas de seguridad. Entre los presentes, un almeriense: José Torres, guardia civil, alcalde de Chercos -el más longevo de España- desde 1995. “Cada día me despedía de mi mujer”, nos dice el regidor filabreño, que el 23 de julio cumplía 97 años.

José Torres, de 97 años, es el alcalde más longevo de España / Loa

-Lo pasó mal. Los años del plomo.

-Los dos peores años de mi vida. Instruimos diligencias por cinco asesinatos. He visto masa encefálica en la pared de una casa, he pisado sangre de víctimas etarras. Por eso, cuando veo que el presidente del Gobierno se abraza con Bildu, me pongo enfermo.

Han pasado 44 años de su estancia en Amorebieta y de aquel intento de atentado cuando, “por un milagro”, el coche que conducía tras un partido de fútbol cambió su rumbo en una carretera secundaria segundos antes de que ETA activara su plan, pero de aquel joven que en 1949 ingresaba en el Instituto Armado -solo unos días después de acabar el servicio militar- queda aún el testimonio efusivo de una vida intensa. 

Cuando nació en el verano de aquel Chercos de 1925, sus padres eran agricultores y marmolistas, gentes sufridoras, pegadas al terruño. Allí, en aquel pueblo de 14 kilómetros cuadrados en el que “no hay un solo centímetro sin árboles”, rodeado de ramblas, canteras y barrancos, avanzó la infancia de un joven al que la mili le cambió la vida. 

Su primer destino fue Lérida, Los Pirineos, y en años sucesivos pasó por Gerona, Sevilla, Purchena, Bilbao, Albacete y Almería, entre una larga lista de cuarteles. No quería, pero también le llegó la jubilación. Era el momento de volver.  

-¿Cómo se le ocurrió entrar en política? 

-Yo tenía piso en Almería y estábamos viviendo en la capital cuando hace 28 años un grupo de amigos me convence para encabezar una candidatura con el PP. El ser humano se acuerda siempre de dónde nació.

Tenía 69 años y los tiempos líquidos de Bauman estaban por llegar. José Torres empieza a gobernar un pueblo con “mucha deuda” y su casa de planta baja de la calle central de Chercos se convierte en el segundo ayuntamiento. En pocos años, la vieja capilla se transforma en una iglesia, los vecinos se acostumbran a leer libros en una biblioteca que creció con donaciones solicitadas por el propio alcalde, estrenan un teatro-cine, inauguran un club de mayores y un tanatorio, construyen casas para jóvenes y y diseñan un polígono industrial para garantizar el crecimiento del municipio.  

-Usted no cobra, dicen. 

-Ni un solo céntimo en 28 años. Cuando tenemos reuniones, los cafés y las comidas con los visitantes se pagan de mi bolsillo. Así que de vez en cuando me cuesta el dinero. Pero no estoy dispuesto a que un pobre jubilado que cobra 500 euros de pensión le pague 2.000 euros a su alcalde. 

En tres décadas no ha subido ni tasas ni impuestos y, a día de hoy, Chercos tiene un superávit de 700.000 euros. “En el cementerio se cobran los nichos al mismo precio de hace un cuarto de siglo y aquí se paga por el agua 23 euros cada seis meses”, recalca José Torres, para quien la diferencia entre el político municipal y el autonómico y nacional radica en el siguiente axioma: 

-En los pueblos, es el alcalde el que sirve a la gente. En la alta política, es la gente la que sirve al dirigente.

Para Torres, eso que ahora llaman lucha contra la despoblación solo será viable si se sostiene la natalidad y se dan servicios concretos que hagan atractivo quedarse en un entorno rural. Por eso, desde hace 25 años, el de Chercos es de los pocos ayuntamientos de España que ayuda con becas a las familias con estudiantes.  

-Las becas las da la JJAA y el Estado, alcalde... 

-El otro día vino una madre con su hija recién nacida. La cogí en brazos y le dimos 500 euros. Eso, por inscribirse. Damos 1.200 euros a los diez estudiantes universitarios que hay en el pueblo, 600 euros a los alumnos de instituto y 200 a los que que asisten a Primaria e Infantil. Porque Chercos tiene escuela. Y dos maestros. Y el número de pequeños, aunque crece poco, crece algo. “Tenemos todos los servicios para vivir con comodidad. El término municipal es un sanatorio”, señala, sonriente.  

-¿Alguna queja…?

-Sí, apunta. 

La JJAA tiene ya en trámites el anteproyecto para hacer un desvío en la carretera actual que limita Chercos con Macael. “Llevo 20 años luchando, pero Medio Ambiente ha puesto pegas siempre porque se van a perder siete u ocho pinitos”. Por esa vía circulan a diario coches que van camino de las canteras del mármol y autobuses con niños que estudian ESO y Bachillerato en Macael. “Es una pista de hielo”, martillea el alcalde.  

-La obra será muy costosa, ¿no…?

-Qué va, si quieren es una obra fácil, pero aquí vale más un pino que la vida de un ser humano. 

José Torres no tiene claro si alcanzará los cien años como alcalde, pero dice que no lo descarta. 

-No es el momento. Ni si, ni no…

Arriba, en Chercos Viejo, vieja alquería, por donde Piedra Labrá. Abajo, en el Chercos llano y blanco que nació en la posguerra para esquivar el barranco abrupto. Y en El Soto. Y en Los Cubillas. Y en la Boquera del Secano. Y en Las Paletas. De los rincones de Chercos, de sus eras y grabados y torres y valles y cerros, brota un lienzo verde y ocre en el que el caminante aún puede aspirar a perderse. A encontrarse, vamos.  

-A ver si llega usted al siglo como alcalde…

-Si hay algo, se enterará. 

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