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El PSOE, socialista y obrero

Emilio Ruiz
www.emilioruiz.es

El PSOE es un partido socialista y obrero no solo por denominación, sino también por definición ideológica. Lo dicen claramente sus estatutos: “El Partido Socialista Obrero Español es una organización política de la clase trabajadora y de los hombres y mujeres que luchan contra todo tipo de explotación, aspirando a transformar la sociedad para convertirla en una sociedad libre, igualitaria, solidaria y en paz que lucha por el progreso de los pueblos”. Alfonso Guerra, en los inicios de la transición democrática, simplificaba esta definición diciendo que el PSOE era “el partido de los descamisados”.


Con su llegada al poder, en 1982, tras cincuenta años en la clandestinidad, primero, y en la oposición, después, el PSOE tuvo la oportunidad de hacer realidad su proyecto ideológico. Entre 1982 y 1996, los catorce años ininterrumpidos de gobierno socialista, Felipe González hizo de la vieja España un país completamente nuevo. El P. I. B. pasó, en pesetas corrientes, de 19,7 billones a 73,7 billones. Se produjo una desagrarización de la población activa, pasando de 2.043.000 agricultores (el 15,7 % de la población activa) a 1.052.000 (el 7,8 %). La renta por habitante del 72 % de la UE-15 al 80 %. Se incorporaron a la actividad laboral 2,3 millones de mujeres por tan solo medio millón de hombres. Desde la perspectiva actual y desde las perspectiva en la que se estudiarán en el futuro, aquella época es y será considerada una auténtica revolución.

En aquel periodo, el clásico abanico de clases sociales (alta-media-baja) se ensanchó notablemente –y así sigue, afortunadamente- por la zona media, estableciéndose ésta en una enorme plataforma en la que caben tanto la clase media-baja y la clase media-media (oficinistas, funcionarios) como la clase media-alta (profesionales liberados, ejecutivos). La clase baja disminuyó hasta dejarla reducida a las profesiones manuales y operarios sin cualificación.

Pues bien, a pesar de esta nueva realidad social, que se prolonga en el tiempo hasta nuestros días y que es fruto en su mayor parte de las políticas desarrolladas por gobiernos socialistas (el paréntesis de gobierno de Aznar no sólo no invirtió la tendencia, justo es reconocerlo, sino que la mantuvo y la enraizó) somos muchos quienes tenemos la impresión de que cierto PSOE sigue anclado en el viejo discurso, aquél de los históricos principios esenciales, el de “el partido de los descamisados”. Este PSOE en versión prehistórica ha resucitado la arcaica dicotomía de los ricos y los pobres, pero, sin embargo, no llega a definir claramente cuál es la frontera que separa a unos de otros. Porque no lo sube. Y porque la confusión mental –ideológica- en la que se encuentra sumido le hace querer situarse en tierra de nadie, o en tierra de todos, que es lo mismo. ¿Es el trasnochado Impuesto de Patrimonio la línea que, según ese PSOE, separa a ambos mundos? Pues si es así, fíjense por dónde tenemos en España un gobierno gobernado por ricos. Al menos, eso es lo que se deduce de las declaraciones de bienes hechas públicas estos días. El mismo Alfonso Guerra, el titular del copyright, lejos de ser un descamisado, sería un rico, a juzgar por el patrimonio que debe haber acumulado, legítimamente, durante sus muchos años de diputado de alta consideración y político de muy alta nivel, en ambos casos con un sueldo de “ricos”. Se me ocurre una pregunta: ¿Se puede considerar rico un matrimonio de profesionales con nómina cada uno de ellos de dos o cuatro mil euros al mes? Si la pregunta se las hacemos a un desempleado, la respuesta no tiene duda. Parece que para cierto PSOE, tampoco hay duda.

José Luis Rodríguez Zapatero alcanzó el Gobierno de España por la obtención de una gran cantidad de votos "ideológicos", puramente "políticos". No eran votos de ciudadanos descontentos por una situación económica o de precariedad social. Aznar no recortó ningún derecho social. Eran votos de quienes estaban hartos de una forma de gobernar. La guerra de Irak y la manipulación del atentado de Atocha marcaron un punto de inflexión, pero ya antes el líder del PP se retrató en los fastos de la boda de su hija. De ZP se esperaba un aire fresco, renovador en lo ideológico, y en lo económico, no hacer grandes mudanzas. Pero pronto, en vez de administrar adecuadamente la herencia recibida y seguir modernizando el Estado en base a una situación económica que nos era favorable, se dedicó a regalar indiscriminadamente los dineros públicos (los 400 euros, el cheque-bebé…) y a abrir frentes de debate nacional que lo único que aportaban eran un deterioro de la convivencia ciudanana (memoria histórica, reformas estatutarias, transferencia de competencias sin sentido, reforma fiscal…).

Una de las primeras cuestiones que debe plantearse este nuevo PSOE, el PSOE de Rubalcaba, es determinar cuál es su base electoral, que debe ser, lógicamente, su base social. Lo hecho hasta ahora no apunta al optimismo. No se puede seguir obstinado en utilizar un lenguaje que es arcaico y no mueve un ápice por recuperar la gran base electoral de las clases medias que sus propias políticas pretendían crear y que han creado. El empleo abusivo del antagonismo ricos/pobres en clave socialista está dando lugar a que, hoy y en estas condiciones, se cree la conciencia de que quien tiene un puesto de trabajo y quien la logrado estabilizar económicamente su vida, gracias principalmente a las políticas socialistas, se sitúe ideológicamente en el lado de los afortunados. De los ricos. Es decir, de “los otros”. Dicho gráficamente en clave localista: El PSOE nunca ha aspirado y nunca debe ni va a aspirar a obtener la confianza de la mayoría de los electores que votan en los colegios electorales del Paseo de Almería y de Puerta de Purchena. Pero nunca debe renunciar a obtener los votos de los colegios donde residen las nuevas clases medias (Nueva Almería, Zapillo, Nueva Andalucía...), que ya no son barrios obreros desarraigados, sino que son barrios modernos y bien dotados. La preocupación por los desamparados, por los dependientes, por los “descamisados” en definitiva, que es la seña de identidad socialista, no debe ir nunca en detrimento de quienes son el principal motor de las sociedades modernas, sus clases medias. Éstas, hoy, de cierto PSOE reciben mensajes escasos y confusos. Y unas elecciones no se ganan si no les presentamos, también a ellas, un mensaje de ilusión.

3 comentarios:

  1. El PSOE actual (a mi entender) es como una plaza popular de un pueblo donde los vecinos encontraban a otros que tenían sus mismas aspiraciones y sueños. Todos pensaban en cambiar las cosas, en hacer justicia, en compensar desigualdades...
    Había otras plazas en el lugar en la que los lugareños sabían que habían malas personas, pero les quedaban muy lejos y no pensaban en que nunca esos se arrimaran a su plaza...
    Pero llegó un día en que toda aquella gente, con sus ilusiones y esperanzas, dejaron que se llenara la plaza con toda clase de gente...
    Al principio la plaza estaba animada,todo era algarabía y buen ambiente, pero la plaza, al no tener puertas ni seleccionar a quien entraba en ella, se llenó, de carteristas, vividores, charlatanes y gente de mal vivir...
    Llegó u momento en que, la gente de la plaza, la buena gente, fueron perdiendo los bancos y asientos que fueron ocupados por semejante turba de indeseables...., y se fueron. Unos, los que más, a sus casas, otros, los más inquietos a buscar otra plaza donde reinara la armonía o la buena gente, pero todos partieron de aquella plaza con el pensamiento puesto en tiempos pasados y la ilusión rota...
    Unos pocos, esperamos sentados en el suelo a que vuelvan las buenas personas a la plaza y que marchen los vividores... Pero no se van y nos nos plantemos que se habrá que echarlos...
    ¡Pobre plaza y sus antiguos parroquianos!, ¿cuando podremos ir a esa plaza (PSOE) que era de los buenos ciudadadanos....?

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  2. Ver a las "pijiprogres" Pajín y a Bibiana levantando el puño cual milicianas, en tono amenazante y con su pañuelito rojo de Loewe (se lo permite sus sueldazos), sin haber dado un palo al agua en su vida me parece patético...

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  3. Son como curas con pistola al cinto ...
    ¡No pegan...!

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