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Los trenes perdidos

Kayros
Periodista

En el primer cuarto del siglo pasado y en un cortijo almeriense del siglo XVIII tuvo lugar lo después sería el núcleo estructural de una de las tres tragedias rurales de Federico García Lorca. Muy de madrugada, según costumbre de la gente campesina, una pareja de novios se dirige a la pequeña iglesia del Cortijo del Fraile. Es una ceremonia mil veces repetida. De allí saldrán marido y mujer. El drama empieza luego cuando en la fiesta de los desposorios la novia infiel desaparece por el tranco y se marcha con otro. Cuando los fugados van ya lejos aparece la escopeta del novio engañado y salta la sangre. Bodas de sangre en efecto...
Cortijo del Fraile

El suceso sale de los límites provinciales y ocupa las páginas de la prensa nacional. Aquí es donde lo recoge el poeta. Más que por el suceso en sí, por la fama de Federico García Lorca, también fusilado, el Cortijo del Fraile despertó el interés de poetas, escritores e historiadores. Y si en la dictadura fue un asunto tabú, la transición lo pondría de moda aunque solo fuera por parecer de izquierdas.

Pero al costado del drama lorquiano alguien pensó que allí había negocio turístico con solo mostrar los lugares y los souvenirs de la sangre. En consecuencia la imaginación comercial se disparó pidiendo un centro de estudios, un parque infantil, un hotel y hasta un tranvía llamado deseo, este sí, para facilitar el viaje de todos los lorquianos del mundo. La Junta acogió la idea sin demasiada ilusión porque el primer paso era comprar la finca a los actuales propietarios. Pasa el tiempo, los problemas económicos se acumulan, las ideas se enfrían pese a las sucesivas peregrinaciones de la intelectualidad almeriense y el complejo del Cortijo del Frailes se va cayendo a pedazos. Las dependencias próximas a la iglesia ya desaparecieron. El resto es todo un poema de la desidia que viene a unirse a otros tantos trenes perdidos como la filial de Eurodisney, el tranvía por la costa, la Casa del Artista, la Ciudad del Cine, la estatua a Villaespesa y tantos otros.

Es claro que nuestros políticos están ocupados en otras cosas urgentes del estilo de la historia del Guadalquivir o cómo terminará el Algarrobico, pero mientras tanto pasan los trenes y nos quedamos en tierra.
(La Voz de Almería)

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