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Nuevo fracaso de Telecinco: "La Vida sin Filtros"

Nuria Torrente
@opinionalmeria

La nueva dirección de Mediaset tiene fe ciega en la eficacia televisiva de la productora de Ana Rosa Quintana, Unicorn Content. Hay mucha expectación por saber cómo responderá la audiencia ante el sustituto de Sálvame que en otoño presentará la veterana comunicadora, TardeAR. Pero la realidad es que no todos los programas de Ana Rosa se apuntan al éxito. La prueba está en el programa que en el prime time de los sábados presenta Cristina Tárrega. Tras varios programas emitidos, concretamente cinco, ya se puede decir que no ha cumplido las expectativas.

Cristina Tárrega / Telecinco

En la edición de anoche, La Vida sin Filtros ha vuelto a tener un humilde resultado de audiencia. Se ha dejado seis décimas de share respecto a la semana pasada y esta vez solo han visto el programa 647.000 personas, un 8.1 % de cuota de pantalla. El liderazgo de la noche fue para el cine. La película de Antena 3, Midway, congregó al 9.2 % de la audiencia, mientras que La 1 enganchó al 9.1% con Todos los días de mi vida.

¿Por qué ha fracasado un programa tan pretencioso como La Vida sin Filtros? Uno de los más prestigiosos analistas de audiencias que tiene nuestro país, Borja Terán, lo tiene claro. El columnista de 20Minutos conoce al dedillo la trayectoria profesional de Tárrega y considera que este mismo  fracaso ya lo ha tenido otras veces con programas similares:

"La comunicadora está tan arriba en interpretación falsa que cuesta empatizar con un programa que pretende transmitir verdad. Hasta en Estados Unidos, de donde importamos esta tele, la audiencia ya ha superado aquellos programas de testimonios de los noventa que empujaban a la lágrima. La vida sin filtros es anacrónico. Con sus guerras de sexo, con sus reencuentros, con sus clasismos, con sus prejuicios demodé, incluso con el asombro por gente que lleva tatuajes. La España de hoy habita otros lugares. Y lo que es peor: el formato usa la fragilidad de personas para dar pena con esa pornografía emocional que las élites llaman 'historia de superación' y que sólo pretenden hacer espectáculo de la vulnerabilidad para que el espectador desde su privilegiado sofá se entretenga pensando "pues a mí no me va tan mal". La condescendencia y los caretos buscando de reojo la cámara, esta vez, invitan a cambiar de canal. Porque nos llevan a fustigamientos que pensábamos que ya habíamos desaprendido. Aunque está claro que algunos en sus burbujas chic todavía no se han percatado de ello". 

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