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Mitos, verdades y leyendas de un Parque

Carmen López
Periodista

El Consejo de Gobierno de la Junta de Andalucía aprobó el 23 de diciembre de 1987 el decreto que declaraba oficialmente la denominación y delimitación del Parque Natural Cabo de Gata-Níjar. Durante años y prácticamente hasta la actualidad una mentirijilla ha sobrevolado sobre quién fue el artífice de dicha declaración, quién debía colocarse los galones y quién no, sobre todo porque se trataba de sacar un cierto rédito político de la situación. Pero mejor ir por partes y paso a paso.

Si  llegamos a la convicción de que la declaración de parque natural subraya la singularidad de un sitio para que se convierta en un buen activo y no se pierda la particularidad de un territorio, ésa es en la teoría y en la práctica la razón fundamental por la que se creó.  Para algunos, en su momento, el de Cabo de Gata era un parque un tanto raro, en la acepción más pura de la palabra. Un parque suele ser un sitio de montaña abandonadísimo, casi sin habitantes. El de Cabo de Gata-Níjar se declaró por motivos antiurbanísticos, para evitar que sucumbiera al ladrillo, no por una cuestión de paisaje. Y desde antes de la decisión del Consejo de Gobierno la zona ya estaba en el ojo del huracán.

Parque natural Cabo de Gata-Níjar

El riesgo de invasión urbanística descontrolada se desvaneció, y hay quienes dudan de que alguna vez fuese real. Nunca ha habido proyectos empresariales serios, a lo sumo la gente quería derechos urbanísticos sobre determinadas parcelas, pero no se preocupaban ni de tener alcantarillado, ni de garantizarse agua suficiente para abastecimiento, ni prácticamente de nada. Era pura especulación. La inmensa mayoría ni siquiera eran empresarios. De hecho las urbanizaciones de finales de los 70 en Las Negras y Los Escullos se hicieron inicialmente así.

Las normas urbanísticas de Níjar se redactaron en 1985, dos años antes de la declaración de parque, y convertir el sitio en destino masivo de turistas era un error porque no había infraestructuras ni agua. De entrada hubo que negociar con los supuestos promotores y para tratar de descartar quiénes llegaban realmente a invertir y quiénes no, desde el ayuntamiento se les pedía el 5% de aval sobre sus proyectos. Lo curioso de la historia es que ninguna de las presuntas empresas inversoras depositó nunca ese 5%. Lo que había se reducía a  visionarios, gente que quería su clasificación de suelo para después revender…

Hubo cosas muy interesantes: para la finca Los Romerales de Los Genoveses, de la conocida Doña Pakyta, hubo un proyecto de Continental Ibérica, con sede en Mallorca, y que buscaba allí suelo clasificado en reserva para usarlo como aval para financiar sus operaciones en Baleares con un stock de suelo. Estos fueron los promotores más serios, pero era tan evidente que no iban a invertir nada que desde el consistorio especularon con que detrás de ello estaba la propietaria de la finca. 

Pero si hay un mito que se eleva por encima de todos con respecto al Parque es que éste se declaró en contra de los intereses municipales. Cuando Hermelindo Castro, como director de la Agencia de Medio Ambiente, llegó a Níjar, al Ayuntamiento, en el 86 con el proyecto de delimitación de parque que proponía la Consejería, lo que llevaba entre las manos delimitaba un parque que limitaba con Retamar -como en la actualidad- y en la parte del Cabo llegaba hasta el molino de Los Genoveses.  San José quedaba fuera del parque y quedaba como Retamar, en el límite del parque. Era un parte muy simétrico, con la misma extensión en Níjar y en Almería. Tenía más vocación de parque nacional que de parque natural, porque era un terreno sin núcleos de población. 

Hasta ahí una parte de la historia, pero no la única, porque el Ayuntamiento le dijo a Hermelindo Castro que no entendía que se cortara la sierra de Cabo de Gata en ese proyecto de parque, porque era un hecho geológico único, y que le parecía bien fomentar alternativas turísticas para el término municipal. Así que  propuso que se llevara el límite del parque hasta Aguamarga, como está en la actualidad. De eso también se aprovechó el alcalde de Carboneras, Cristóbal Fernández, para pedir que también se le rodeara su complejo industrial… El gran mito fundacional es ése, que se logró el parque en contra de los intereses del Ayuntamiento, porque fue el Ayuntamiento el que pidió la ampliación de los límites de parque. 

Inmediatamente después, los dos actores principales, Hermelindo Castro y Joaquín García, descubrieron que ese otro relato alternativo que no era real les convenía, era maravilloso para ambos. Joaquín García (PSOE) se alimentó muchos años de ser el alcalde que se peleó con la administración de su partido -la Junta también la gobernaba el PSOE- por defender a sus vecinos y alimentando el silvestrismo, y Hermelindo Castro vio como su carrera se disparaba convirtiéndose en el héroe que había salvado de las garras de la conspiración inmobiliaria internacional al Cabo de Gata.

Cuando se declaró el Parque se comenzó a montar el extraño sainete y comienza a entenderse cuando Joaquín García empieza a pedir compensaciones por las pérdidas y límites al desarrollo que ocasiona la declaración de Parque. Si descabellado y raro era lo uno, lo otro no lo era menos: Hermelindo Castro respondió a esa petición con un 'de acuerdo, cuánto es'. 100 millones de pesetas al año y se hizo efectivo en inversiones fuera del parque natural, en Campohermoso, San Isidro… La administración reconocía oficialmente que había fastidiado las expectativas de desarrollo del otro.

Y todo esto no sale solo y exclusivamente de  las hemerotecas, sino de fuentes y testimonios de quienes vivieron en primera persona los entresijos de la delimitación del Parque. En el caso de Níjar, la desaparición del Ayuntamiento como institución civil del espacio natural ha sido tremenda, una huida. Esa huida se vendió como expulsión. Ha mantenido posiciones recaudatorias pero se ha quitado de en medio todo lo que tiene que ver con la gestión, el impulso… 

Ha sido así desde el principio a pesar de haber estado detrás de su creación, de su ampliación, de haber creído en la necesidad de convertir en Parque Natural una zona que necesitaba un empujón para salir de la pobreza y llamar la atención de visitantes y turistas.

Y eso se hizo sin infraestructuras, sin estar preparados para ello. Aún hoy -quieran o no reconocerlo- el parque no está preparado para asumir los miles y miles de visitantes que se agolpan en él cada verano. Los recientes cortes de luz de este verano son solo un ejemplo, pero hay muchos más y ha habido que poner coto y orden en el acceso a muchas de sus playas.La realidad dice que fue un acierto la marca Cabo de Gata-Níjar pero se pudo hacer mejor y debe hacerse.