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Símbolos, lugares de memoria y otras menudencias (I)


Emilio García Campra
Historiador

⏩ Corría el agitado año de  1812, en concreto el 14 de agosto, cuando las Cortes de Cádiz ordenaron que las principales plazas en donde se hubiera proclamado la Carta Magna se denominasen en lo sucesivo Plaza de la Constitución. Así se hizo en Almería. No obstante,  con la llegada de Fernando VII  a España, en 4 de mayo de 1814, esa Constitución y los decretos de las Cortes fueron declarados nulos “como si no hubiesen pasado jamás tales actos y se quitasen de en medio del tiempo”. Y así se hizo también en Almería. Cuentan las crónicas de entonces, con refinada satisfacción,  que en nuestras Casas Consistoriales se procedió a la quema de la Constitución –eso sí, con el mayor orden,  añaden textualmente-. Pero no contentos con la quema, se pasó a dar sepultura a las cenizas, en fúnebre procesión.

Constitución de 1812

Convertida Almería en provincia en la división territorial de 14 de enero de 1822, la nueva capital aspiraba a ostentar una lápida constitucional apropiada a su nuevo rango, lo que no consiguió hasta el 19 de marzo de 1823. La Gazeta de Madrid del 10 de abril siguiente da cuenta de los brillantes actos celebrados entonces. En la catedral,  el reverendo obispo ofició de pontifical, con  discurso del dominico Domingo Beltrán. Seguidamente todas las autoridades se trasladaron a la Plaza de la Constitución, y allí el prelado descorrió el velo que ocultaba ese monumento de gloria nacional. A ambas ceremonias asistió en formación  la milicia nacional “alternando sus descargas con el repique de campanas y el sonido armonioso de la música”. Hubo después un banquete en el que confraternizaron todos los asistentes  y, al anochecer, se quemó un primoroso castillo de fuegos artificiales y se remontó un globo trazado en doce ángulos, en los que estaban pintadas las cuatro estaciones del año.

Así las cosas, el 18 de agosto siguiente,  un pelotón de la milicia nacional consiguió defender la lápida que citamos  de un grupo de energúmenos que pretendían destruirla. Pero 9 días después la ciudad fue ocupada militarmente por el ejército realista francés y se produjo el cambio de autoridades municipales, en un humillante acto, en el que ante las presiones de los realistas y para evitar  males mayores, se entregó la citada lápida y la bandera de la milicia nacional al populacho, agolpado ante las puertas de las Salas Consistoriales almerienses “…que en efecto por sus propias manos tomaron dicha lápida y pusieron "en execución su intento… sin que se oyeran otras voces que las de regocijo y ¡Viva el Rey!”  (Actas Municipales, 1823, fº 140v). Sobre el balcón principal de las Casas Consistoriales fue colocada una lápida de mármol, con la siguiente descripción:

PLAZA DE LA CONSTITUCIÓN
(letras de bronce doradas al fuego)

Sobre ella hay una cinta con el art. 3º del cap. 1º de la Constitución y las armas de la ciudad detenidas por una Fama, y otra que lo corona de laurel, y de sus bocinas salen dos cintas: en una está escrito el art. 7º del cap. 2º de nuestra Constitución; y en la otra el art. 9º del mismo capítulo. Al lado derecho se halla caracterizada la libertad  en una matrona coronada de laurel, apoyando su mano derecha sobre el cuerno de la abundancia, con un ramo de oliva en la siniestra, y a sus pies un león que destroza un yugo. Al lado izquierdo está representada la nación española en una doncella coronada de torres con un manto real, la espada desnuda en su mano derecha, y un cetro en la izquierda con el cual se señala el juramento que hizo sobre el libro de los evangelios. Al lado de la nación  se halla un genio con los ojos vendados, y en acción de dar a cada uno lo que es suyo, y a sus pies un perfumen, y en la nube que cierra la clave del arco una cinta con el art. 12 del cap. 2º de la Constitución. Todo de bajo relieve y construido por el profesor Juan Prats, discípulo del famoso escultor Juan Adan. Noticias tomadas por la Gazeta del periódico almeriense El Norte Constitucional, del 30 de marzo de 1823.

Como vemos, la Constitución, como símbolo fundamental del liberalismo español, tuvo también su protagonismo en Almería, por medio de la colocación de la lápida descrita, entre otros actos.   Se dio comienzo así, y de manera generalizada en las Españas, a una tradición de fiestas cívicas inauguradas en 1812, extraordinariamente potenciadas en el Trienio Liberal, recuperadas en 1837 y continuada en la Regencia de Espartero, para después volver a recuperarse- a partir de 1843- la figura y retrato del monarca, con Isabel II.

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