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Y a pie de campo, Sara Carbonero

Emilio Ruiz

Sara Carbonero no es una buena periodista. Es mediocre, más bien insulsa. Ni es perspicaz ni tiene los “conocimientos, aptitudes y actitudes de orden prevalentemente intelectual”, que dice el profesor Galdón que se le suponen a todo buen profesional. No informa con sentido crítico, ni histórico ni documental y sus intervenciones carecen de interés por su intrascendencia o por su obviedad. Pero, en cambio, concurren en ella dos circunstancias que la hacen atractiva: es abrumadoramente guapa y, sobre todo, es la novia de Íker Casillas.

Por el solo hecho de ser mala periodista nadie le prestaría un solo minuto de atención. Qué son los “manolos” sino la antítesis del buen informador. Es por lo otro, sobre todo por ser la novia de Íker, por lo que durante esta Eurocopa se ha convertido en el centro de todas las miradas. Es cierto que algunas de las críticas que se le hacen esconden algún componente machista. Pero tampoco hay que llevar esta apreciación al límite. Toda crítica de la que sea objeto una profesional femenina no hay que transformarla en un acto machista. Que se lo digan al pobre Andrés Montes.

Porque Sara sabe que cualquier información suya despierta interés es por lo que tal vez debería de tomarse su trabajo con algo más de esmero. Preguntarle a Iniesta que si le hubiera gustado lanzar un penalti cuando acababa de tirarlo, anunciar que parece que llueve “por la reacción de los espectadores” o plantearle a los jugadores preguntas anodinas del tipo “de quién te acuerdas en este momento” le ayudan poco a forjarse una imagen de buena profesional.  El asunto del beso, eso hay que dejarlo aparte. Fue una reacción de Íker, que ella no esperaba, que, digámoslo sin complejos, nos gustaría ver repetida esta noche.

Nota del autor. Anoche fue la final. Ganó España. Y, sinceramente, vi en la periodista Sara Carbonero una actitud muy distinta de la que había mostrado en otros partidos. Observé sus entrevistas y creo que huyó de las preguntas de respuesta predecible, de las preguntas ñoñas (estilo "de quién te acuerdas en estos momentos", "a quien dedicas este título...", etc.) y de las obviedades de otras ocasiones. Creo que las críticas recibidas en los últimos días le han hecho efecto, y eso es positivo. Ya solo falta que le diga a sus compañeros, los "manolos", que se dejen de preguntitas  propias del maestro ciruelo, que la próxima vez que vean que el árbitro auxiliar levanta una cartulina que indica dos minutos, no es necesario que le pregunten si eso es que da dos minutos adicionales de tiempo, que hasta los niños de teta lo saben.

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