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El poder sí tiene quien le escriba

Emilio García Campra
Investigador

A diferencia del protagonista de la conocida novela de García Márquez El coronel no tiene quien le escriba, el Poder, en sus distintas manifestaciones (por ejemplo, la estatal o la municipal) tiene siempre quien le escriba. Sosegados en algo los ánimos, tras las polémicas por el modo de “festejar” el aniversario de Los Coloraos, me gustaría hacer  ahora algunas precisiones sobre este episodio y su celebración, a cuya investigación, con mayor o menor acierto,  he dedicado muchos años.

            Los Coloraos, desde su nacimiento, sufrieron de mala prensa, y en ocasiones  del silencio prolongado, que seguramente es algo peor. Sólo en periodos más o menos liberales su reconocimiento se hizo patente. Y así vemos que, ya en 1824,  salió a la luz un panfleto titulado Españoles, unión y alerta, que daba a conocer las Máximas que se les habían descubierto al Gran Oriente Español. Una especie de terrible  manual de actuación. Pero resulta que,   según las  investigaciones que hizo la propia policía fernandina, todo era una pura falsificación, responsabilidad de unos astutos canónigos catedralicios. Si gustan, tienen acceso a las mismas en la red y se sorprenderán de la semejanza de algunas de aquellas máximas con las que revolotean ahora por ahí. Tras nuestra incivil guerra,  los servicios de propaganda del nuevo régimen redescubrieron el citado panfleto y, junto con algunos otros, decidieron publicarlos nuevamente, eso sí, adaptado los  textos al contexto histórico de 1940.

            En los distintos homenajes que a lo largo de los tiempos se han celebrado en homenaje a Los Coloraos,  han habido discursos de variada calidad e intensidad política; vibrantes como los de la época de Espartero, apasionados como en la   Gloriosa, didácticos, sosos, verdaderos rollos y, en fin,  hasta paternalistas, como aquel célebre  de un alcalde madrileño que propugnaba  por  “la libertad vigilada”.   Pero hasta la fecha, no se había dado el caso de un “anti-homenaje”, sin duda más en las formas (los rotundos calificativos) que en el fondo, el juicio final.

            El coronel Soriano Trujillo es un soldado ilustrado ( él mismo lo ha resaltado) y por lo tanto conoce bien el cambiante significado que, a lo largo de los tiempos, ha tenido el concepto de obediencia debida. (véase su artículo en Diario de Almería del 26 julio 2018) Pero quizá convenga reflexionar también (al margen de los intereses políticos de cada momento) en los casos de desobediencia;  cuando, a juicio de los alzados y  frente a  gobiernos legalmente constituidos, se reacciona violentamente ante situaciones sociales consideradas  intolerables. Nuestro militar, fuera del pasillo protector del homenaje oficial,  tuvo el gesto de saludar y compartir impresiones con  gentes de variadas ideas. Y ello es un indicio  significativo de buen talante. Personalmente así lo experimenté. Otra cosa es que compartamos su juicio  sobre los variados acontecimientos de la época a que hizo mención. A  mi entender, el contenido de su intervención resulta más apropiado para una mesa de debate, en la que se cruzan diversas y a veces encontradas opiniones.

            El Poder sí tiene quien le escriba, decimos. Pero en los últimos años, a raíz de las vivas protestas que han acompañado al proyectado traslado del Monumento de los Mártires de la Libertad (que no Columna Conmemorativa), tal  Poder, para conseguir a toda costa dicho fin, ha adoptado una estrategia  sutil, pero peligrosa; de doble juego. Delega en sus voceros asalariados, sus peones de briega, la labor de justificar el “traslado”,  con el apoyo “científico” de algún historiador ultramontano. Pero a base de palos de ciego, la actuación de los citados delegados, tiene el riesgo de vaciar de contenido aquellos hechos históricos o de minimizarlos al menos. Su pretexto es fomentar la concurrencia de pareceres. Sin  embargo,  en su función institucional, de cara a la galería, el repetido Poder ensalza y respeta el papel desempeñado por aquellos hombres. Con la mayor cortesía, un brindis al sol.

            Como acertadamente ya señaló Irene Castells, en su magnífica tesis doctoral y su libro La utopía insurreccional del liberalismo, los pronunciamientos liberales de entonces son algo de mayor dimensión que una técnica militar: son toda una estrategia política para reconquistar el poder. Sería algo simplista considerarlos como una mera operación castrense. Sus jefes lo consideraban como una operación militar y política a la vez, diseñada para provocar la insurrección popular.

            Como sabemos, más de la tercera parte de los venidos entonces a Almería, eran militares, (parte de aquellos 10.000 oficiales “indefinidos” ) que S.M. había “purificado”, dejándolos sin empleo ni sueldo. Pero también había algún periodista relevante, incluso algunos aventureros y personajes pintorescos... ah... a los que se  unieron los  contrabandistas... pues no faltaba menos!

            El autor es miembro de la Plataforma para el Bicentenario de los Coloraos.

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