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Baltasar Garzón, el juez global que ha ejercido en Almería

Antonio Torres
Periodista

El juez Baltasar Garzón llegó a Almería hace 40 años. Vuelve a la actualidad al afirmar que en España existe persecución judicial y judicialización de la política.

El término que define a esa situación de persecución es la alternativa válida a la palabra inglesa lawfare, guerra sucia, que por declaraciones de unos y otros aparece en los medios. El jurista Baltasar Garzón Real (Torres, Jaén, 1955) ha pedido, en un seminario internacional celebrado en los últimos días en Sevilla, que no se instrumentalice la justicia en la línea de un interés político.

Baltasar Garzón, con el abogado almeriense Federico Soria / Federico Soria

Garzón es un símbolo de la justicia internacional. Fue feliz, ejerciendo de titular del juzgado de instrucción número 3 de Almería en el periodo 1983-1987. Como titular del Juzgado de Instrucción número 5 de la Audiencia Nacional, asistió en 1992 al interrogatorio del empresario cinematográfico Juan Asensio, muy popular y no solo en Almería con aquella célebre entrevista que le formuló en la cárcel Jesús Quintero, el rey del silencio como herramienta fundamental para la entrevista periodística. 

El Tribunal Supremo le condenó por prevaricación referente a las escuchas del caso Gürtel. Consiguió que el Comité de Derechos Humanos (DDHH) de la ONU le diera la razón por unanimidad calificando la sentencia pronunciada en su contra de arbitraria y parcial. En ese caso se percató de que hay un doble rasero. Tras la condena, abrió un despacho de abogados, creó una fundación, y ha escrito varios libros. La verdad a juicio en España, titular del periódico global de referencia The New York Times en defensa del juez: “España es ahora una democracia viva, pero el juicio contra Baltasar Garzón [el de la memoria histórica] es un preocupante eco del pensamiento totalitario de la era de Franco", aseguró el periódico para quien el juez estaba amparado por el derecho internacional. 

Londres transformó la justicia internacional, marcando jurisprudencia. El exjuez Garzón tuvo “absolutamente claro” que debía emitir una orden internacional de detención contra el dictador chileno Augusto Pinochet en Londres. “No utilizaré escolta en Madrid”, me dijo para la contraportada de El País. Fue la primera entrevista que concedió cuando fue ascendido y abandonó Almería. Desconocía lo que le vino encima con amenazas de ETA y la delincuencia organizada. Otros titulares que dejó en 1987 este hijo de agricultores: “La justicia es lenta por la falta de medios”; "Las carencias se suplen en los juzgados con las ganas de trabajar"; “Me voy de Almería con la satisfacción del deber cumplido y con el sabor de haber dejado buenos amigos y la tristeza de no verme comprendido por algunos compañeros".  La primera imagen de Garzón que apareció en un medio nacional fue la tarde en la que posó para nuestro perfil recogida en la Última de El País. La foto se realizó en la sede de UNED-Almería, sede de la antigua Radio Juventud de Almería, donde ejerció de profesor. El redactor gráfico fue Cristóbal Manuel Sánchez, quien años después se convirtió en jefe de Fotografía de El País.

Cuando Baltasar Garzón llegó a Almería en 1983, me percaté de era un juez especial, diferente. En esa línea se expresó el abogado almeriense Federico Soria Fortes, su mejor amigo en la provincia de Almería a los que alguna vez me los he encontrado de cañas por el centro de la capital. Ambos nacieron en 1955. “Era especial y es un trabajador incansable”. En Almería se le presentó el reto de incorporarse al Consejo General del Poder Judicial como el Inspector de Tribunales más joven de España. “Poco después solicitó plaza en la Audiencia Nacional en la que instruyó algunos de los casos más importantes de nuestro país a los que entregaba muchas horas de trabajo al día en sacrificio de su vida familiar e incluso de su propia seguridad. En algunos de ellos, en concreto el relativo a los crímenes franquistas y   el caso Gürtel, investigó a fondo, a pesar de ser consciente de las consecuencias que podrían acarrearle y que sufrió. A pesar de ello, y por su vocación de servicio público y su defensa irrestricta de las víctimas, siguió adelante. Lo suspendieron en ambos casos y le condenaron en el segundo a 11 años de inhabilitación por haberse enfrentado a la corrupción política”, remarca Soria. En 2021 consiguió que el Comité de Derechos Humanos (DDHH) de la ONU le diera la razón por unanimidad calificando la sentencia pronunciada en su contra de arbitraria y parcial. Además de la falta de previsibilidad penal en el delito por el que se le sancionó, condenando al Estado español a que le otorgue “una reparación efectiva” y borre sus antecedentes penales. A día de hoy, no ha cumplido. Lo que constituye un grave incumplimiento de las obligaciones internacionales de España. “Forjamos una sólida y sincera amistad que perdura en la actualidad tras casi cuarenta años, de lo que me siento muy orgulloso, pues si como Magistrado ha alcanzado la excelencia jurídica, como persona mejora al Juez. Es el padrino de mi hijo José que quien a sus 26 años presume orgulloso de padrino, como no puede ser de otra manera. Además, ejerciendo como tal. Todos los años, procuramos pasar tiempo juntos con nuestros seres queridos, bien sea viajando o en nuestra querida Almería, de la que es un enamorado, o en su Jaén natal por lo que hemos compartido muchos e inolvidables momentos”. “Tras ascender en su carrera, se puso al frente de asuntos delicados: Casos que no hace falta enumerar”, subraya Federico Soria, “pues son de todos conocidos por su notoriedad. En alguno de ellos, en concreto en el caso Gürtel, investigó sobre la corrupción política, lo que desencadenó en un juicio que finalizó con una Sentencia que lo condenó a once años de inhabilitación, como autor responsable de un delito de prevaricación, que lo apartó, injustamente, de la carrera judicial, pues obviamente no es ningún delincuente. Así lo ha reconocido años después el Comité de Derechos Humanos de la ONU, quien concluyó que Baltasar fue inhabilitado en un `proceso arbitrario´ al no estar basada la Sentencia en disposiciones legales suficientemente explícitas, claras y precisas”.

El editor Juan Grima lo recuerda desde Turre: “Hizo en el Parador de Mojácar una visión del libro del médico mojaquero Miguel Sáez, alumno de Celia. Garzón se lo había leído y empapado. Su presencia convirtió la presentación en un día muy especial pues acudió a la presentación del libro gente de todos los pueblos. Es una persona divertida que sabe contar chistes. Previamente Garzón nos acompañó en otra presentación del libro en el aula Juan Carlos I de la Universidad Libre de Nueva York. Allí estuvieron muchísimas personas del mundo diplomático, de la medicina y amigos del añorado Miguel Sáez”.

Ignacio Mañas, conocido popularmente por El Indaliano, habla del carácter melómano de Garzón en el antiguo Pub Barón de la calle Gerona de Almería.

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