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Los peores obstáculos en la carrera de una deportista: machismo y discriminación

Marián Lozano
@marian65x

El pasado año un estudio independiente encargado por la Federación de Fútbol Femenino de EEUU, a raíz de las denuncias de dos exjugadoras, puso de manifiesto que el abuso emocional y la mala conducta sexual eran sistémicos en el fútbol femenino. En el informe sobre la investigación, la fiscal señaló que el abuso tiene sus raíces en una cultura más profunda en el fútbol femenino, empezando por las ligas juveniles, que normaliza el abuso verbal de los entrenadores y difumina los límites entre éstos y las jugadoras. 

Esta afirmación de la fiscal es extrapolable a otras disciplinas de deporte femenino porque si hay un lugar en el que se respira hondamente el machismo es en el deporte, lo sufren jugadoras, entrenadoras, árbitras, directivas y periodistas deportivas. 

"Tampoco es un secreto a intramuros de las gradas los  coqueteos y conquistas de entrenadores o técnicos con sus jugadoras sin tener en cuenta la minoría de edad"

A raíz del Caso Rubiales, en una conversación que mantuve con una amiga exjugadora de baloncesto, coincidíamos en que el machismo lo sufrimos las mujeres deportistas desde la etapa de benjamín. Ya en esas edades tempranas los clubes asignan a las niñas los peores horarios, canchas o campos secundarios, entrenadores menos experimentados y un sinfín de desagravios con respecto a los equipos masculinos. Esto en cuanto a condiciones materiales o formativas porque a esta discriminación que sufrirán durante toda su carrera deportiva se sumarán los abusos y vejaciones. Ataques despiadados verbales en esa etapa en que las niñas están asumiendo los cambios físicos de la pubertad o adentrándose en la adolescencia  sumidas en cientos de incertidumbres e inseguridades.  Tampoco es un secreto a intramuros de las gradas los  coqueteos y conquistas de entrenadores o técnicos con sus jugadoras sin tener en cuenta la minoría de edad. 

En 2021 las jugadoras Marta Xargay y Anna Cruz denunciaron los métodos abusivos de Lucas Mondelo, seleccionador de la absoluta femenina de baloncesto. Las internacionales contaron al mundo como se habían sentido y como les había afectado hasta llegar a sufrir trastornos como bulimia y ansiedad. 

Danae Boronat, en su publicación No las llames chicas, llámalas futbolistas, pone al descubierto el maltrato psicológico, presiones y desprecio  que sufrieron las jugadoras que formaron parte de la selección española de fútbol bajo el mando del seleccionador Ignacio Quereda, que se mantuvo durante tres décadas en el cargo. 

Actualmente la FIFA está investigando la denuncia de  varias componentes de la selección de Zambia de abusos sexuales de su seleccionador, Amaudo Bamba. Pero uno de los casos más flagrantes, sin duda, es el de Larry Nassar, médico de la selección de gimnasia de EEUU, que abusó de más de 250 gimnastas. 

Podríamos continuar relatando otros muchos casos de denuncias de deportistas que en los últimos años han saltado a los medios, alguno de ellos sin apenas repercusión. Lamentablemente, la mayoría de abusos cometidos jamás saldrán a la luz. 

"Es de vital importancia que las niñas que se inician en el deporte sean conscientes de que ellas son tanto o más que sus compañeros y no sentirse infravaloradas por el trato diferencial de los clubes"

Es importante que las jugadoras pierdan el miedo a denunciar ante el temor de no ser creídas o a que su carrera quede arruinada si la denuncia no traspasa de la entidad o el club. Es de vital importancia que las niñas que se inician en el deporte sean conscientes de que ellas son tanto o más que sus compañeros y no sentirse infravaloradas por el trato diferencial de los clubes. Es fundamental que madres, padres o tutores exijan a los responsables deportivos  igualdad de trato entre jugadoras y jugadores  y que estos directivos estén alerta ante cualquier comportamiento que indique que algo no va bien en la relación jugadoras/entrenador. 

El esfuerzo y el sacrificio que hacen las jugadoras no puede ser obstaculizado por el machismo y la desigualdad. El caso de Jenni Hermoso es una puerta hacia un camino de cambios que no podemos permitir que se cierre, ni tan siquiera entornarla.

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