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El documental sobre Palomares quedará como referencia

Antonio Torres
Periodista

La serie “Palomares. Días de playa y plutonio” ha calado. El periodista almeriense Rafael Martínez Durbán cuenta su experiencia en 1966 y los vecinos reclaman soluciones.

Antonio Cano y Rafael Martínez Durbán, en 1966, en Palomares

Movistar + ha acertado con “Palomares. Días de playa y plutonio”. He encontrado reacciones del mundo universitario destacando que el trabajo les ha documentado sobre el riesgo que hubo con las cuatro bombas atómicas. El trabajo ha servido para que los jóvenes entiendan que las bombas atómicas y el rastro que dejaron pudieran acabar con todo. Me deja la pena de los residentes de Palomares que iban tenían que desplazarse anualmente a reconocimientos médicos y no les daban explicaciones. Los cosecheros vendían sus tomates como si se criaran en Murcia. El músico y compositor Pepe González-Grano de Oro estudiaba en Cartagena y conocedor del brutal accidente regresó a Cuevas del Almanzora aquel enero de 1966. “La serie, que no está mal, la encuentro en exceso doméstica, sin acentuar la verdadera significación del hecho y con tratamiento intemporal o, a veces, trasnochado. La tragedia es presente. Hay enfermedades sin explicar lo suficiente, sin apoyo de las administraciones. Los políticos, empeñados en convencer de que no había pasado nada. Poco a poco abandonaron la zona, dejándonos en el abandono que siempre había sufrido el levante en el concierto provincial. Quisiera estar equivocado. Las bocas se taparon con miserias y controles interesados”, reflexión del líder del mítico Los Puntos. 

Rafael Méndez, el periodista que desveló para El País todas las negociaciones con EEUU para limpiar la zona de Palomares en 2004, es consciente de que algunos de los artículos que reproduce la serie están basados en su trabajo. Celebra la serie: “Desde las cuevas de Altamira todo está inventado. Con esa premisa en mente me costó empezar el documental sobre Palomares. Pensé que no podía aportar mucho más a un accidente fascinante y terrible a la vez. Me equivoqué. Los autores consiguen una panorámica completa que mejora al avanzar la serie (recomiendo dejarle un tiempo). Rafael Moreno es un sabio en la materia y hay testimonios muy valiosos de los estadounidenses que trabajaron en la limpieza y de los vecinos. Todo junto deja un documental que quedará como referencia”. 

Para enterarnos de lo que pasaba, nuestros padres ponían la BBC y los boletines nocturnos de Radio París. O nos conformábamos lo que nos decían nuestros familiares, la mayoría emigrantes en Alemania por carta. El exdirector de Informe Semanal, Rafael Martínez Durbán (Almería, 1944), quien ha elaborado documentales sobre el accidente termonuclear a lo largo de sus 45 años de profesión no apareció en el trabajo de Movistar porque sufrió el pasado año un infarto del que se recupera. “En septiembre estaré en Almería”, me dijo. “A los 20 minutos de producirse la colisión entre los dos aviones ya estaba en Palomares. Aquella mañana nos encontrábamos en Mojácar para realizar un reportaje sobre el Parador de Turismo que se iba a inaugurar. Escuchamos un estruendo impresionante y en unos segundos a un gigantesco aparato que vimos sobrevolar y perderse sobre el mar hasta caer en Villaricos.  Formamos la expedición el corresponsal de TVE en Almería, Antonio Cano, su mujer, Pepita, la periodista Áurea Martínez Navarro y yo entonces colaborador de LA VOZ DE ALMERÍA”, subrayó Durbán, “no se me olvidará nunca la imagen desencajada de un vecino que gritaba y señalaba a un hombre con un ojo fuera… colgando, fue su expresión, lo llevamos al médico de Vera. Observamos a una persona medio calcinada y prendida aún de un asiento del avión, curiosamente semi envuelto en la seda de un paracaídas. Al levantar yo el paracaídas apareció el cuerpo. Antonio no paraba de filmar”... “En Vera encontramos un teléfono y llamé a mi padre, Rafael Martínez de los Reyes, delegado de Información y Turismo. Sorprendido, me dijo que aguardara otra llamada en la que aseguró que en menos de dos horas se personaría con el gobernador civil Luis Gutiérrez Egea para que les diéramos todos los detalles”. 

El embajador americano en España, Angier Biddle, y Franco cerraron el grifo informativo. “Tengo un recuerdo especial para Fernando Segú, jefe de prensa del Ministerio de Información de Turismo que hizo lo que pudo para coordinar a decenas de periodistas de todo el mundo” Durbán preguntó al general Delmor Wilson sobre la cuarta bomba y los buques frente a Palomares. La respuesta fue de un cinismo absoluto: “¿Qué bomba, qué buques?”  

La serie documental incluye las opiniones autorizadas del almeriense José Herrera, apasionado con sus trabajos Silencio y deslealtades. El accidente militar de Palomares desde la Guerra Fría hasta hoy y la de Rafael Moreno Izquierdo, autor de Los secretos de las bombas de Palomares

Daniel Boluda de la productora 93 metros y sus colaboradoras Marta Catalán y María Cabo leyeron algunos artículos míos sobre Palomares. Ofrecí los nombres ya citados y el del reportero inglés Christopher Morris quien también aparece en la serie y autor de The big catch, traducido por El día que perdieron la bomba (1967) Morris me acaba de enviar una foto de John Lennon leyendo la edición inglesa de su libro cuando vino en septiembre de aquel 1966 para rodar Como gané la guerra.

Miguel Díaz Martínez estaba en el instituto de Cuevas del Almanzora: “Vi una bola de fuego como si viniera de la zona de Lubrín”. Una versión que se parece a la de este periodista desde el colegio Juan XXIII de Los Gallardos. Era fuego procedente de la zona del interior paralela a Sierra Cabrera y un grupo de niños nos fuimos corriendo  hacía la loma El Pino, junto al antiguo campo de fútbol de El Albardinal. Pensamos que los aviones habían caído por defecto óptico en la barriada de La Perulaca y aquí comprobamos que era una zona de playa, en Palomares y con movimientos de helicópteros al poco tiempo. El escritor José González tenía 10 años y así lo vio desde Turre. “Atraído por el sonido de los dos aviones, miré hacia el cielo azul apenas teñido por unas pocas lechadas de cirros y vi en pleno vuelo cómo se dirigían, muy cerca el uno del otro, hacia el oriente. Fue un resplandor de fuego el que siguió al estruendo del choque de los aviones. En el cielo, se posó una nube de polvo blanco en forma de corazón deshilachado, que, según supe años más tarde, había sido atrapada por la cámara fotográfica de Eddie Fowlie (colaborador del director de cine David Lean que había decidido quedarse a vivir en Carboneras tras el rodaje de la mítica película Lawrence de Arabia), que se encontraba en aquel momento en las cercanías de Mojácar. Eran exactamente las 10 horas y 22 minutos del 17 de enero de 1966 cuando la tragedia llenó la atmósfera con ese aire de fin del mundo”. Sierra Cabrera en Turre fue el domicilio de José González Flores. “Estábamos en el colegio y salimos en estampida del ruido enorme, superior a un trueno cercano y empezó el cielo a cubrirse de un humo negro y espeso que tardó tiempo en desaparecer”.

El profesor gallardero, José González Molina, desde Valencia, rememoró ayer: “He oído hablar de la bondad del reporta. Tengo la experiencia del impacto de la noticia en el comedor de la casa, en la calle Juan Lirola de Almería, y desde entonces he seguido la noticia que me impactó”. Desde Los Gallardos, Diego Haro Carretero que desarrolló su carrera laboral en la fábrica Pirelli de Barcelona, estudiaba en aquel enero de 1966 en Elche. Aclara que era el tema de preocupación y conversación permanente. Un asunto que sigue abierto para la historia.

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