En la madrugada del 8 de agosto ha dejado de
existir uno de los almerienses más singulares y queridos. Pasó por la vida
sin hacer daño a nadie. A su forma, con su moda particular y siempre parado en
el Paseo de Almería hablando con todos. Tan querido como toda su familia hizo
con su hermano José Manuel la empresa familiar que gestaran sus padres y seguirán sus
descendientes. Terrazos Membrives fue su última obra. Tenía 74 años y será
velado en el Tanatorio Portocarrero. Antonio Membrives Segura era muy
almeriense "por los cuatro costados" y una de las etapas
más felices de su vida fue la de consejero del Almería con Guillermo Blanes al
que unía una sana amistad.
Ha sido su hermano José Manuel el que trasladaba la noticia mientras realizaba los trámites administrativos más doloroso de su vida: el
traslado de su hermano desde el Hospital Torrecárdenas al tanatorio Portocarrero. Porque la relación de estos hermanos nunca ha sido fácil
pero se querían con locura y siempre se tiraban los trastos a la cabeza y se
imponía su corazón. Tuve la inmensa fortuna de conocerlos a los dos y
tan distintos les unía el amor por esa fábrica de terrazos de su padre pegada al Estadio de la Falange de la que nacía una
empresa familiar tan querida por todos los almerienses. Vestía a su
‘bola’ y conocía todas nuestras vidas porque cuando iba a los bandos no lo dejaban
llegar. Siempre parado hablando y transmitiendo noticias de su amada Almería y
de sus gentes.
No había tanto folclore como se imaginan en la
vida de Antonio Membrives que desde niño se puso al lado de su padre
en la pequeña fábrica de terrazos que tenían pegada a la grada de
fondo sur del viejo Estadio de La Falange. Siempre llevaba a su padre en la boca y una vez
fallecido como ejemplo de su vida. Sus hijos eran sagrados y con su
hermano José Manuel hicieron más grande aquella empresa familiar y se les fue de las manos como grandes fabricantes de
terrazo. José Manuel llevaba la fábrica y Antonio la administración
y las relaciones públicas que se le daban bien.
No tenía horas para la empresa y si se llegó a jubilar solo él lo sabe porque a mí no
me lo dijo. Se las tuvo siempre tiesas con su hermano por la forma de vestir y
de entender la vida. Sin pretenderlo se convirtió en consejero de
empresa y del Almería con su amigo Guillermo Blanes vistiendo “Muy
raro” como decía el fundador del Almería. Los hermanos Membrives
tan distintos se querían mucho y al minuto de la discusión se imponía su corazón. Nunca hubo hermano mayor o menor. No mandaba el uno más que
el otro porque su padre los enseñó de chiquitillos.
Eso era pura pasión lo que sentía. Si era querido por todos se lo ganó a pulso porque aceptaba
la ciudad y sus gentes tal como son. No le gustaba hablar de política y si mucho de
fútbol y de la gente que conocía. No tomaba alcohol y se mostraba
tan natural en el día y en la noche. Encontraba refugio en San José
cuando se le rompió el amor y allí se levantó en la soledad que le iba
comiendo terreno y confesaba que era el mal del futuro. Sus hijos viviendo
fuera y él encontraba en los almerienses a esa familia que la ley
de la vida le iba arrebatando. Vivía solo escuchando sus músicas de los 80 y
fue uno de mis oyentes más cariñosos: no me sacaba defectos y buscábamos juntos
las sintonías de sus cuñas publicitarias.
El Membrives que todo el mundo conoce es el
mejor. Ese personaje con el que se identificaba nada
tenía que ver con la persona. No era real. Le hacía feliz vestir de
forma diferente y tener los armarios llenos de ropa. A su hermano José Manuel lo ponía de los nervios
siendo empresario, por encima de todo, y salir a la calle de esa
guisa le costó mucho aceptarlo. Jamás dijo una palabra más alta que otra a
quienes criticaban sus modelos y guardaba silencio. Nunca le hizo
mal a nadie y lo mismo que él iba a su ‘bola’ perdía para los demás que
hicieran lo que les diera la gana. El respeto era una de sus líneas que no se
podían cruzar. Nunca se pasó de la raya y siempre mantenía las
distancias con los que le rodeaban: sabía distinguir el
trigo de la paja y daba a cada uno su espacio.
No tuvo un modelo a seguir a la hora de vestir y las tendencias de la moda le importaban un pito. En realidad lo que hacía Antonio Membrives era “lo
que me da la gana y el que me critique allá él”, sentenciaba. Nunca dijo “no” a una entrevista y
ayudaba a la prensa almerienses en todo. Era tan sencillo que no
casaba con ese envoltorio que llevaba puesto pero era libre para ello y empezó y
cuando se vino a dar cuenta ya era para toda Almería ‘El Membrives’. Sus camisas, los polos amarillos, las pulseras y esa
colección de relojes “se van a quedar aquí. No me llevaré nada cuando me
muera”. Un día le pregunté por la muerte ya que había sufrido un incendio en su
casa y me dijo con rotundidad: “No le temo y estoy preparado para
cuando llegue. Ya he vivido más de lo que pensaba y tan feliz”.
Que bella persona hemos perdido en Almería. Hemos hablado tanto y de tantas cosas. Le he escuchado
siempre y como conocía bien a su hermano ahora puedo decir que los hermanos
Membrives se quieren de verdad. Discutían mucho pero luego se
imponía la sangre y esos corazones de gente buena. Antonio miraba a los ojos y no dejaba correr el
aire cuando te iba a decir algo importante. No hizo daño a nadie y la fuerza se
le iba por la boca sin ninguna intención. Era bueno y noble como su hermano y
su hermana, cláro. Yo nunca pude hablar con ‘El Membrives’ porque
siempre conocí a Antonio antes de ello y me animaba a luchar por mi profesión y no
me sacaba defectos: hasta en eso era el mejor.
Sentía pasión por mis hijos y siempre me preguntaba por ellos. Decía que mi Copy era lo mejor de mi casa y Carlos iba a ser mejor que yo en la profesión y lo clavó. Y de María que va a ser la mejor doctora de la Seguridad Social y le queda un año de Medicina. Ese era Antonio, preocupado por todos nosotros. Como usted y como yo. No tenía nada diferente salvo la ropa y la imagen. Se imponía su corazón sobre todo y era consciente de que no casaba su apuesta pero siguió hasta el final con ella porque ser ‘El Membrives’ no tenía retorno. Nos hemos querido mucho. Me ha dado sin pedírselo los mejores consejos y me animó siempre en mi carrera en la radio. Forma parte de mi vida y lo siento con el corazón. Quisiera ver su calle antes de volver a vernos.
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