Ayer fue el Día de
Internacional de la Televisión. Pero fue un día triste para la televisión. Lo
ocurrido ya es de dominio público: el programa La Revuelta, de La 1, tenía como invitado estelar a Jorge Martín,
campeón mundial de Moto GP. Media hora antes de la grabación del programa el
motorista recibió una serie de presiones por parte de la competencia, El Hormiguero, de Antena 3, para que esa
intervención no se produjera, pese a estar confirmada desde el 8 de noviembre cuando ni siquiera era campeón. David Broncano no quiso detallar cómo se ejerció
ese chantaje, pero, sea como fuera, dio resultado. Y, además, aclaró que a esa
situación lleva enfrentándose prácticamente toda su vida profesional y siempre
con el mismo programa. La Revuelta
completó su espacio colocando vídeos de animalitos. Tal era el pesar de Jorge
Martín por la situación que ofreció a Broncano, y este aceptó, grabar una
entrevista para ofrecerla tras su paso por el programa de Pablo Motos.
La indignación en las redes
sociales ha sido apoteósica. En unas pocas horas el momento televisivo donde el
presentador explica la situación ha sido visionado por decenas de millones de
personas, y la postura de muchos de los internautas ha sido informar de que ya eran
conocedores de esta forma de ejercer la profesión por parte de Pablo Motos, si bien
eran pocos los que se atrevían a denunciarlo. Ante lo sucedido a La Revuelta, incluso personas que en
algún momento profesional han estado vinculadas a El Hormiguero han aplaudido la respuesta de Broncano. Por que ya está bien, han venido a decir.
Las prácticas poco
profesionales y con ausencia total de compañerismo parece que son muy
frecuentes en el mundo periodístico y particularmente en televisión. Programas que se roban a invitados, anuncio de
exclusivas que han sido dadas anteriormente por otros medios, amenazas por asistir a determinado
programa de otra cadena… El abanico de situaciones es muy amplio. El Hormiguero ha reconocido su mal quehacer en este caso, pero “ha sido un
malentendido sin mayor importancia”. Nada de pedir disculpas al programa perjudicado, y
menos aún disculpas a los cerca de dos millones de espectadores que en ese
momento estaban sentados ante su televisión para ver La Revuelta. A nosotros, que nos den…
Hace tan solo unos días, la
periodista Marta Riesco, de Ni que
fuéramos Shhh, también ha vivido en sus carnes el escarnio y la maldad de una compañera de profesión. Tras estar acreditada para asistir a la entrega de
los Premios PR, y estando incluso dentro de la sala en armonía con otros
colegas, un empleado del medio se dirigió a ella y al cámara que la acompañaba para que procedieran a abandonar el lugar del acto “porque no sois bienvenidos”. Se dice en diversos medios
que una de las premiadas, que anteriormente había sido jefa de Marta, pero que también es presentadora, solicitó a los organizadores la expulsión de su colega -porque sí, es colega- so pena de no asistir ella.
Debe haber algún organismo público o corporativo que vele por que estas prácticas no se produzcan nunca más. Cualquier profesional -la mayoría de ellos son simples asalariados- merece el respeto y la consideración de sus compañeros de profesión, pero más aún cuando las víctimas de estos atropellos no son solo quienes los padecen directamente, sino que son los telespectadores que están al otro lado de la pantalla y que no tienen por qué saber de intrigas, celos y malas artes profesionales.
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