El IV Festival El Argar Musical se celebrará en Antas durante el próximo fin de semana con la novedad de un “ecochef”. Serán dos días para disfrutar de un concierto de ópera y zarzuela con artistas de talla internacional. Eco-chef se refiere a la presencia para un desayuno de Miguel Ángel Mateos Robles, reconocido cocinero navarro afincado en Madrid, defensor del producto ecológico, con experiencia de chef, jefe de cocina, en los restaurantes más prestigiosos de Europa. Sera el domingo en el Mirador Pedro Flores del museo. Es un buen momento para conocer el Centro de la Cultura Argárica (CICA), un museo vivo, como lo calificó Pedro Ridao, alcalde de Antas, capital de la cultura de El Argar, cuna de una de las civilizaciones más antiguas de Europa.
En Antas se hunden las raíces de la prestigiosa mezzosoprano Ana Häsler
que es el alma, directora-artística y colaboradora imprescindible de El Argar
Musical (EAM), festival que se clausurará el domingo con la actuación del Coro
Sol de Habaneras en la Plaza de España. “Una noche de melancolía que no es
junto al mar, pero en El Argar, para recordar a los antusos/as que emigraron a
Cuba, como mi abuelo”, confiesa Ana, “cada rincón de Antas, y sobre todo la
casa familiar, me recuerda de dónde vengo y me llena de un profundo
agradecimiento hacia mi familia antusa. Cuando llegamos de Cuba huyendo de la
dictadura castrista, un país al que mi padre había entregado su vida y su arte,
fuimos acogidos con un amor inmenso por nuestra familia andaluza. En Antas y en
Mojácar, mi padre empezó de nuevo, pintando los primeros dibujos y acuarelas de
su nueva etapa, y desde allí su obra se proyectó otra vez hacia el mundo. Por
eso, cada vez que vuelvo, siento que esta tierra nos devolvió la esperanza. El
Argar Musical es, para mí, un gesto de gratitud y amor: a Antas, a su gente, a
su historia y a mi propia memoria familiar. Es unir pasado y presente para no
olvidar, para compartir belleza y para aprender a ser felices”.
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Antas, cita obligada |
Ana y el poeta y traductor Rodolfo son hijos de Rudolf
Häsler, el gran maestro del nuevo realismo que vivió en Mojácar y Antas, lugar
de origen de su mujer. Grandes medios como La Vanguardia lo
consideraron como uno de los artistas más genuinos de la segunda mitad del
siglo XX y que, como los grandes del cine, se identificó con la luz única de
Almería. “Desde 1969 hasta finales de 1971, deslumbrado por la luz
de esta tierra almeriense, realizó una amplia serie de obras, mayoritariamente
paisajísticas. En Mojácar entró en contacto con el interesante grupo de
intelectuales de Madrid que allí veraneaban, conformado por figuras de la
relevancia de Antonio Bonet Correa, el crítico de arte Santiago Amón o el
arquitecto Roberto Puig, que fue director de uno de los primeros y más modernos
establecimientos turísticos como el Hotel Mojácar, para el que Häsler realizó
un gran mural, en 1969, un assemblage, montaje, en el que incluyó pedazos de
barcas y un ala del tristemente célebre avión americano que dejó caer sus
bombas atómicas de enero de 1966 en Palomares”. “Con este y otros encargos,
Puig quiso aprovechar la extraordinaria experiencia del artista como muralista
adquirida en México directamente en el taller del afamado maestro David Alfaro
Siqueiros (en el que aprendiera también el mismísimo Jackson Pollock) y
desarrollada durante una década como director de los Talleres de Artesanía del
INIT. Una labor que iniciaría con tres empleados para llegar a ser, años
después, más de cinco mil. Los cuadros realizados en Almería se dividen entre
unos de un realismo muy detallado y descriptivo, y otros más cercanos a la
abstracción. Aunque todos ellos tienen en común una muy lírica exaltación del
color. Puede decirse que esta etapa artística del pintor fue decisiva para
llegar a su estilo definitivo, el que cultivó más tarde hasta consagrarle,
después de matizar la luz arenosa y los colores pardos del desierto de
Almería”.
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Ana Häsler / A. Torres |
Durante su estancia en Granada, conoció a la que sería
su esposa, la cubana de origen de Antas María Dolores Soler, confiesa su hija,
orgullosa de su familia. “Fue a Cuba con la intención de casarse, conocer la
isla y marchar después con rumbo a Europa, pero el triunfo de la Revolución, en
la que se vio involucrado, le retuvo en el país caribeño doce años. Allí,
además de realizar su obra pictórica, dirigió durante varios años el Instituto
Nacional de Industria y Turismo, un proyecto estrella de la Revolución, que
situó a la artesanía cubana en el más alto nivel internacional. A finales del
año 1968, decepcionado y enfrentado al régimen castrista, cada vez más
dictatorial y filo soviético, decidió marchar junto a su familia con destino a
Suiza”. “A partir de 1972, Häsler se instaló definitivamente en Barcelona,
ciudad en la que recibió la mayor parte de los homenajes que, tanto en vida
como tras su muerte, le dedicaría España. La pintura de sus últimos 30 años,
considerada como su etapa de madurez o definitiva, se centra mayoritaria,
aunque no exclusivamente en las grandes ciudades de los EEUU, que le
fascinaban, como auténticas babeles contemporáneas, por su dinamismo y sus más
variados contrastes”.
Rudolf Häsler no se conformaba con pintar lo que tenía enfrente. De una insaciable curiosidad antropológica y por la gran diversidad de culturas, viajó toda su vida a lo largo y ancho de cuatro continentes, interesándose por todo y llegando a hablar hasta trece lenguas, en ocasiones conviviendo durante mucho tiempo con los lugareños, a quienes pintaba y dibujaba de forma casi compulsiva, lo que ha dado lugar a una extensísima colección de retratos, de los cuales sus herederos aún conservan un importante conjunto en su legado particular, destaca su hija.
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