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En nombre propio: Rosario Soto, en la lista de presidenciables

Emilio Ruiz
www.emilioruiz.es

Menudo galimatías la elección del candidato del PP a la presidencia de la Junta de Andalucía. Rajoy quiere a Cañete; Arenas y Amat, a Crespo; Zoido, a Sanz (José Luis, no el otro), y Sanz, a Zoido. Pero hay también quien quiere a Nieto, a Báñez, a Teófila, a Muñoz, a Rojas,  a Pelayo, a Moreno... Ignacio del Río, un cualificado directivo del PP, ha puesto sobre la mesa un nombre nuevo: nuestra Rosario Soto. Pues, fíjate, tampoco está mal.

Rosario Soto
Era apenas un mozalbete cuando Cristóbal Fernández entró en la política. Tras 28 años de alcalde, Carboneras no es ni sombra de lo que era. Pero hay dos momentos en su vida política que le molesta recordar: uno, cuando enmendó su decisión de no presentarse en las pasadas elecciones municipales. Se equivocó. Y otro, el día que a Cristina Narbona la hicieron ministra de Medio Ambiente. La que también fue diputada por Almería tomó como libro de cabecera los manuales de Greenpeace. ZP se la quitó pronto de encima, pero su herencia aún pesa como una losa.

El martes fue el Día Internacional de los Zurdos. David Bisbal, tan atento siempre a estos eventos, ha felicitado por ello a nuestro deportista más universal, Rafa Nadal. Pero hay un pequeño problema: Nadal es diestro. Aunque tiene una buena zurda, reconozcámoselo a David.

Uno que viene y otro que se va. Se va Juan Pallarés, secretario general de CCOO  durante 15 años. Buen tío. Y llega Félix López, ídem de UGT. “Empecé a trabajar con 15 años”, dice el socialista. Pues dale gracias, amigo, a que en los sindicatos no se enteraron, pues en España, hasta los 16, el trabajo infantil está prohibido.

Mañana, Cristóbal Fernández, ante el juez por el Algarrobico

Juan Torrijos
Periodista / La Voz de Almería

El que fuera en su día el alcalde más joven de Carboneras, Cristóbal Fernández, está llamado a declarar mañana, día 13, martes para más señas, sobre la actuación del Ayuntamiento carbonero en la trama del Algarrobico.

Cristóbal Fernández
Hora era de que la justicia llamara al hombre-político que más luchó en su momento para que el pueblo que dirigía tuviera un hotel de lujo y a lo grande. Y a punto ha estado de lograrlo, pero... ¡Ay, doña Cristina, qué disgusto le dio usted al señor Fernández el día que se paseó en barca por la hermosa costa de nuestro parque natural y, ante la visión del hotel en construcción, llamó a los chicos del arco irisado!

¿El barco en el que navegaba era de usted, de un amigo o lo pagaban, como casi siempre, los ciudadanos con sus impuestos?

No entiendo que se haya tardado tanto en llamar a don Cristóbal para que nos cuente todo lo que sabe sobre los terrenos en los que se asienta el hoy cerrado (y a la espera de su demolición) mamotreto. Más vale tarde que nunca, señor juez. La sórdida madeja de los permisos municipales y autonómicos puede empezar a ser entendida tras lo que nos cuente en sede judicial el exalcalde carbonero.

Entiendo que lo que nos diga será la verdad. Fuera de la política, sin nada que deber y agradecer a sus antiguos compañeros de militancia, el señor Fernández puede y debe decirle al juez todos los pormenores en los que se ha movido el hotel, los políticos, la empresa constructora, los terrenos comprados y fundamentalmente los pasos que se dieron para que los permisos estuvieran en manos de los promotores.

El Algarrobico es una asignatura pendiente que tiene la política andaluza y almeriense, y no me gustaría que se cerrara solo con el derribo del hotel y el pago del lucro y otros suplidos por parte de los ciudadanos. Siempre nos toca pagar las meteduras de “pata” de los políticos. ¿Hasta cuando?

Nadie quiere hablar de responsabilidades políticas, pero las hay y muy graves. Los políticos que dieron los permisos y los técnicos que hicieron los informes tienen que sentar sus reales o no tan reales posaderas en el banquillo de los acusados y contar lo que ocurrió. ¿Hubo presiones, mordidas, coñas marineras? Nos gustaría conocerlo.

A vueltas con El Algarrobico

Alicia Cifuentes Salazar
Miembro del GT Almería. UPyD, Agrupación Local de Almería

Parece que las últimas declaraciones del Ministro de Agricultura y Medio Ambiente, Miguel Arias Cañete, acerca del coste que supondrá la demolición del hotel, recordemos que considerado como el paradigma o icono del “urbanismo salvaje” que desde hace décadas viene campando a sus anchas en las costas de nuestro país, han reactivado el “caso  Algarrobico” ante la opinión pública. Aunque es cierto que apenas ha dejado de ser noticia en los últimos años. Su nombre  lleva apareciendo con cierta frecuencia en los titulares de prensa y han pasado  escasamente dos semanas desde que se ha conocido que el anterior alcalde de Carboneras, Cristóbal Fernández, el actual, Salvador Hernández (de distinto signo político), y los seis concejales que votaron en su momento a favor de declarar los terrenos como urbanizables han sido imputados por presunta prevaricación en relación al asunto.

El Algarrobico
Según cuenta la historiografía periodística reciente, en 2003 se aprobó la normativa respectiva y se iniciaron las obras. Dos años después la construcción quedó paralizada, y en 2009 se adaptó el reglamento municipal para que pudiera definitivamente acabarse. La ley de costas vigente en todos esos años (de 1988), impedía que un proyecto semejante se llevara a cabo. Y sin embargo, como en otros casos menos conocidos, tanto el municipio como la Comunidad Autónoma se saltaron la legalidad y, contraviniendo una disposición general de obligado cumplimiento en todo el territorio nacional, adaptaron la normativa municipal con una más que evidente intención espuria. Es decir, un claro ejemplo de lo que en no pocos casos supone la descentralización de determinadas competencias, con actuaciones en las que no se puede asegurar el cumplimiento de la ley, y también de la arbitrariedad y la impunidad que ha existido, y continúa existiendo, en la gestión de los asuntos públicos.

Por eso es necesaria la existencia de un Estado centralizado para los asuntos fundamentales, que cuente con los mecanismos suficientes para garantizar el cumplimiento de las leyes de carácter general, y que pueda evitar que se produzcan episodios tan lamentables como la historia de El Algarrobico. En este sentido, llama la atención que, ante la reciente aprobación de la nueva Ley de costas, las mayores críticas hayan venido por parte de algunas comunidades autónomas (Cataluña, País Vasco, Canarias, Andalucía y Asturias),  que consideran que la ley invade las competencias autonómicas y pretende debilitar el actual modelo competencial.

El hecho de que esta nueva normativa reduzca la zona de litoral protegido de 100 a 20 metros, lo que algunos han calificado como un coladero que legaliza todo lo que se ha construido al margen de la ley, parece ser una cuestión menor, que se deja para que solo los grupos ecologistas la denuncien.  Tal vez sea porque esos 80 metros de diferencia todavía pueden dar mucho juego en manos de regulaciones municipales y autonómicas.

¿Asistiremos pronto a la demolición de El Algarrobico? Quién sabe. Lo que por ahora sí sabemos es lo que se calcula que va a costar, nada menos que 7.320.000 euros.

Camuflaje

José Fernández
Periodista

Comparto con el alcalde de Carboneras, Cristóbal Fernández, no sólo apellido, sino también la impresión de que el hotel de El Algarrobico nunca será derribado, salvo que una contingencia telúrica se manifieste más allá de la norma sismorresistente. Esta idea se apoya en dos hechos indiscutibles. El primero es que desde la Junta de Andalucía se insiste en que lo van a tirar inmediatamente. Y bueno, la experiencia nos permite situar con precisión lo que valen las afirmaciones categóricas cuando vienen de parte de un alto cargo autonómico. Y el segundo hecho es el propio sentido común: la Junta no afrontará el trance económico y político de indemnizar y pagar la demolición de un hotel que ella misma ha hecho absolutamente legal. Por lo tanto, no cabe sino esperar a recibir la invitación para la celebración de su inauguración. De hecho, empiezan a leerse algunas propuestas e iniciativas tendentes al apaño que reflejan las ganas de más de uno por cerrar el tema de cualquier modo y empezar a buscar metros de alfombra roja para la noche de su estreno.

Una de estas ocurrencias, de sospechoso tono lisérgico, habla de "mimetizar y camuflar" el hotel para que no desentone en el entorno. No se rían, que va en serio. Pintamos las veinte plantas de color barranco y asunto resuelto. A este paso alguien acabará proponiendo que se instale una compresa gigantesca en la fachada del hotel para que no se note, no se mueva y no traspase el medioambiente. Se contrata luego a un artista pluscuamperfecto para que diga que es una alegoría sobre el deterioro del océano, creamos luego una plataforma vecinal por el empleo sostenible, y listo papeles.