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Breve relato sobre el agua


Antonio Felipe Rubio
Periodista

Es lamentable que existan dirigentes políticos con supuesta aplicación en la formación académica y fácil acceso a la asesoría multidisciplinar y, fruto de esas facilidades intelectuales, se dediquen a la evacuación de desvaríos como el pronunciado recientemente por este dirigente socialista en relación a los trasvases y su particular visión sobre la política del agua, que no “política con el agua”, Pedro Sánchez dixit.

Embalse del Negratín del que estos días viene agua al Levante almeriense

Si ha existido alguna vez un político o dirigente recordado por una gesta de especial beneficio y transcendencia ha sido por el avance en las construcciones hidráulicas y de comunicación. También, las grandes rutas de navegación abiertas por los intrépidos visionarios “ensancharon” las limitadas fronteras de un planeta en el que aparecieron nuevos continentes, nuevos pueblos, nuevos alimentos… y nuevos enfrentamientos ideológicos, religiosos y estratégicos que aún se dirimen irracionalmente.
Tras seis mil años de inundaciones en la ribera del Nilo, Nasser ordenó construir la presa de Asuán
Tras seis mil años de inundaciones en la ribera del Nilo, Nasser ordenó construir la presa de Asuán. Ya era hora de solucionar un problema que, al margen de proveer el bíblico limo que fertilizaba las tierras, era catastrófico cuando las crecidas se descontrolaban. En 1956, Nasser decidió terminar con este problema y dio lugar a la definitiva regulación de las avenidas: mejor aprovechamiento del agua para consumo humano y agrícola, producción de energía hidroeléctrica… y una nueva vía de comunicación atravesando la presa en superficie.

También es necesario recordar a Herbert Hoover, secretario de Comercio y presidente de Estados Unidos, que en 1931 inició las obras de la Presa Hoover, a unos 50 km de -entonces- un pueblo de mala muerte (Las Vegas), pretendiendo suministrar agua del Colorado a los territorios semidesérticos de California. Pronto, el suministro de agua y electricidad convirtió a Las Vegas en “el patio de recreo” del planeta, y a California en un vergel. Cómo será que hasta Almería, en un alarde de pretenciosa comparación, se le llegó a llamar “la California europea”. Por cierto, la Presa Hoover se construyó en los oscuros años de la Depresión del 29 (1931-1936).

Como secretario de Comercio, Hoover previó importantes beneficios coadyuvantes a la recuperación económica con inversiones productivas en obra pública. La presa iba a suponer un esfuerzo económico colosal, pero redundaría en los conocidos beneficios obtenidos y, al tiempo, facultó grandes respiros para las empresas proveedoras de ingeniería y materiales de construcción, así como un ingente número de nóminas en plena penuria de empleo. Todo lo contrario al “Plan E” de Zapatero (alter ego de Sánchez), que despilfarró miles de millones en nada y para nada.

En 1898, H. G. Wells publicó una novela que relataba la invasión de los marcianos que ocuparon la Tierra con el “Rayo de calor” que lanzaban desde los infernales “Trípodes” que avanzaban por una senda de destrucción total. Previamente, el astrónomo Schiaparelli, descubrió durante la máxima aproximación de Marte (1877) unos canales que llevarían el agua de las zonas más favorecidas a las más desérticas del planeta rojo. Esta visión del científico italiano sedujo al astrónomo americano Percival Lowell (intuyó la existencia de Plutón) que mantuvo la teoría de una avanzada civilización en Marte.

Orson Welles recreó la novela de Wells en la CBS radiando “La guerra de los mundos”, emisión que produjo enorme convulsión y algunos suicidios en la aterrorizada audiencia convencida de la existencia de una civilización tan avanzada como para extender con inopinada generosidad los recursos del agua a nivel planetario, pudiendo, por tanto, ser tan “peligrosa” e invadir la Tierra cuando se lo propusiese. La generosidad con el agua se entendía como de otro mundo.

Afortunadamente, hoy la Sexta o la Cuatro no son la persuasiva CBS de 1938. Ni el ingenio de Welles se comparece con las patochadas de Sánchez. No hay riesgo de suicidio; pero la ruina está asegurada con gobernantes tan insensatos como para que la historia les arrincone en el recoveco más nefando.

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